A veces recuerdo con añoranza ese tiempo de estudio en el instituto. Pensaba por entonces, al igual que mucha gente, que la asignatura de filosofía que nos impartía una profesora una poco “flipada” no servía para nada. No le encontraba ninguna utilidad práctica. Nada más alejado de la realidad, pues con el tiempo descubrí que pocas disciplinas pueden sernos de más utilidad que la filosofía.
En el año 2.002 tuve la oportunidad de conocer al profesor Javier Fernández Aguado http://www.toptenms.com/Javier_Fernandez_Aguado.aspx y asistir a la presentación de unos de sus libros “Dirigir y motivar equipos. Claves para un buen gobierno” en el que se aplican las cuatro virtudes clásicas (Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza) al gobierno de las organizaciones empresariales. En su contenido y en el de otro de sus libros “Habilidades directivas” he obtenido las ideas para escribiros unos post en los que aplico las conocidas 4 virtudes clásicas al mundo de la inversión.
Prudencia
La prudencia es especialmente necesaria en periodos de incertidumbre como el actual, aunque si he de ser sincero, me cuesta encontrar momentos concretos en el mercado bursátil donde pensando en el corto y medio plazo no piense que existe un entorno de alta incertidumbre. Ya sea la inflación, el petróleo, las guerras, las becarias presidenciales, los atentados, las crisis crediticias … Ahora bien, si miramos empresas con negocios estables, predecibles y con ventajas competitivas, esa incertidumbre desaparece si nuestro horizonte de inversión es el largo plazo.
Pero
Los enemigos de la prudencia son:
1) La precipitación, que no nos permite realizar un análisis racional de la situación concreta. Nos dejamos llevar por el pánico y vendemos nuestras acciones a precios a veces irrisorios, con grandes pérdidas para nuestra cartera y ver posteriormente, quizá con demasiada prontitud, cómo esas acciones que habíamos vendido recuperan rápidamente los niveles anteriores. Estas situaciones provocan en nosotros un sentimiento de ansiedad, desesperación, desasosiego. Qué decir también del pánico comprador cuando por miedo a perdernos futuras revaloraciones bursátiles provoca que nos lancemos a comprar de forma compulsiva.
2) La pasión: la avaricia, el ansia de ganancias rápidas, la especulación desmesurada hacen que nos dejemos llevar por nuestros sentimientos, cuando debería ser la razón el timón de nuestras decisiones. El inversor value puede y debe aprovechar las ineficiencias que se producen cuando son estos sentimientos los dueños del mercado.
3) La obstinación en el propio parecer: en demasiadas ocasiones tenemos una hipótesis sobre lo que va a suceder en el mercado en el futuro y nos empeñamos una y vez en que el mercado nos de la razón. El inversor value aunque convencido por completo de lo que está comprando, puede ser vulnerable precisamente por ello.
4) La vanidad: pretender entenderlo todo y querer dar respuesta a todas las preguntas nos lleva a salirnos de nuestro círculo de competencia y a invertir en el tipo de empresas cuyo modelo de negocio no entendemos o cuyos ingresos futuros no somos capaces de predecir con la suficiente garantía. Mantenernos en nuestro círculo de competencia es pues un elemento crítico para el éxito de nuestras inversiones. No nos pensemos genios de las finanzas, pues si así obramos, "el maligno" dará buena cuenta de nuestro dinero.
Invertir es más un arte que una ciencia y exige centrarse en los objetivos finales pero sin saber con precisión cuáles son exactamente estos. Personalmente no me marco un objetivo de rentabilidad anual al estilo del 10%, ¿para qué? ¿acaso si consigo ya un 10% a mediados de año voy a vender y me voy a refugiar en renta fija? o acaso ¿ asumiré una mayor nivel de riesgo si en el último trimestre voy todavía perdiendo dinero? Mi único objetivo claro y definido es la conservación del capital, o dicho de otro modo, no perder.
Las proyecciones de ingresos en el futuro exigen y deben fundamentarse en una actitud prudente. El papel lo aguanta todo y, fácilmente, con modelos financieros se pueden justificar cotizaciones desorbitadas para el buen juicio. La recuperación de la prudencia en la inversión se presenta como una necesidad imperiosa en los mercados financieros.
La prudencia lleva a que la principal preocupación del inversor sean las propias empresas, sus balances, sus resultados, sus ventajas competitivas, y a que nos alejemos como alma que lleva el diablo de todas aquellas variables macro que no podemos ni controlar ni predecir.
Invertir es siempre una apuesta, pues nunca estaremos exentos de riesgos, pero la prudencia y la inversión value lleva a asumir únicamente riesgos controlados, a los que se pueda razonablemente dar respuesta.
En proximos post trataté sobre el resto de virtudes Justicia, Fortaleza y Templanza bajo el prisma de la inversión value.