De esta forma, la mayor parte de los estímulos monetarios y fiscales, tanto convencionales como “no convencionales”, que se implementaron durante la última crisis de 2007/2008 en USA, y que se extendió rápidamente por otras geografías, están todavía activos en la mayoría de los países desarrollados a día de hoy.
Lo que en su momento comenzó como una lucha denodada de Gobiernos y Reguladores, por aplicar medidas de apoyo a la liquidez de modo que el sistema financiero no colapsara, produjo en algunas áreas, que los Bancos Centrales tomaran el rol de prestamista de última instancia, a costa de incrementar masivamente sus balances, y suplantaran transitoriamente los mecanismos de financiación habituales del sistema financiero.
La crisis evoluciona
A partir de 2009, la crisis americana comienzó a enfocarse en otros problemas, el crecimiento y el riesgo de deflación. Ambos riesgos se originaron principalmente por la caída de sector inmobiliario, el desapalancamiento forzoso de la economía, y la inestabilidad de los mercados financieros, que esta vez tenían como epicentro Europa. Para afrontar este nuevo desafío, los Bancos Centrales incrementaron una vez más las medidas “no convencionales”, ya que las medidas de política monetaria tradicional se habían agotado.
Otro de los grandes cambios que se originaron en la parte final de la crisis, es el de la "comunicación" por parte de los Bancos Centrales. Sabedores de la importancia que tenía evitar procesos de pánico en los mercados financieros, comenzaron a desarrollar una política de comunicación “tranquilizadora”, en la que se alejaba una y otra vez la fecha límite de una posible retirada de los estímulos vigentes. En la fase final de este nuevo proceso, algunos Bancos Centrales como la FED, anclaron el “exit strategy” o “supresión de los estímulos” a variables económicas, como la tasa de desempleo y la inflación. Sin embargo, ante la buena evolución de algunas de estas variables, lo primero que hicieron fue dejar claro que el cumplimiento de dichos objetivos no obligaba a la eliminación automática de las ayudas. Y aquí se puso de manifiesto el “moral hazard” o “riesgo moral” en el que están incurriendo. Como dice Paul Krugman, "las autoridades monetarias comienzan a comprometerse a ser irresponsable y a resultar creíbles". Porque este tipo de comunicación, por un lado permite controlar las tensiones, pero por otro alimenta la expectativa de aquellos que pueden beneficiarse de las facilidades monetarias actuales, de poder contar con este tipo de apoyo en el futuro. Además está creando cierta dependencia de la financiación del Banco Central, lo cual frena la normalización del mercado interbancario, al suplantar los mecanismos habituales de gestión de liquidez por las inyecciones del prestamista de última instancia. Por otro lado está produciendo un contagio positivo hacia otros activos de riesgo, como los bonos corporativos y los índices bursátiles.
¿Y que ocurre en la tercera economía del mundo?
Entre tanto, en Japón, con la entrada del nuevo Primer Ministro a finales de 2012, se lanzó un programa excepcional de expansión cuantitativa, con compras de deuda y persecución de un nuevo objetivo de inflación del 2% (frente al 1% anterior). A nivel fiscal, se aprobó un incremento adicional del gasto en 13.1 billones de yenes, es decir, de un 2.6% del Producto Interior Bruto (PIB), lo que llevará la cifra de deuda pública total a superar el 230% del PIB!
Y esto nos lleva a la pregunta que nos debiéramos estar haciendo todos a estas alturas. ¿Qué va a pasar?
La respuesta no es obvia. Lo que sí sabemos es que se han implementado un montón de medidas no convencionales en el sistema, a nivel mundial, para evitar lo que habría sido muy probablemente el colapso del sistema financiero hace unos años.
Lo más triste, es que la crisis que se origino en 2007/2008 tenía como raíz parte de las medidas de estimulo que se introdujeron en 2001-2002. Es decir, en la metáfora del enfermo, nos trataron correctamente de nuestras afecciones después de la crisis “.com”, pero no nos retiraron los medicamentos a tiempo y nos volvimos “adictos a la liquidez”, y con el tiempo la encauzamos hacia el mercado inmobiliario entre otras cosas, mientras los Reguladores y Gobiernos controlaban una “inflación” que no recogía la burbuja que estamos montando. Ahora nos han vuelto a tratar de un mal mucho más grave, y esta vez la dosis que nos han suministrado ha tenido que ser bestial, porque ya somos “adictos” al producto. Además, han probado con fármacos experimentales, porque los normales ya no funcionan. Y es que las medidas “no convencionales” son eso, algo desconocido que no se ha probado antes.
Así que lo que nos debería preocupar ahora son estas cuestiones
¿Cuando nos van a quitar estas “nuevas drogas”? , ¿Que efecto va a tener en el paciente su retirada?, ¿Y si no pueden quitárnoslas del todo sin provocar una nueva crisis aun peor que la anterior? ¿Y si deciden no retirarlas en mucho tiempo, no es así como se pueden estar originando las raíces de la próxima gran crisis económica mundial dentro de unos años?
Conclusión
El reto que tenemos por delante a nivel económico es colosal, al igual que son las medidas que se han implementado. Esperemos que los artífices de este juego no se vean obligados a tomar decisiones precipitadas, o bien porque surjan brotes inflacionistas violentos más adelante, lo que les obligaría a retirar el estimulo demasiado deprisa. O bien porque llegue un momento en que pierdan la credibilidad del mercado, en cuyo caso, la comunicación de tranquilidad, en la que se han embarcado no servirá de nada, y volveremos a tener inestabilidad pero sin prestamista de última instancia. Ojala entremos en una fase de recuperación lenta, pero progresiva, y que los suministradores de “droga” aprendan de antiguos errores, y aprovechen esta pequeña estabilidad para reducirnos la dosis sin contemplaciones, mientras nos controlan el “mono”.