La editorial que edita el Vademecum internacional, la publicación que informa de los medicamentos comercializados, usos aprobados, compatibilidades e incompatibilidades, etc., está remitiendo correos electrónicos a los profesionales sanitarios para advertirles de que hay una errata en la 48ª edición, así como en la edición mini: los indicativos de compatibilidad o incompatibilidad de medicamentos para lactantes están invertidos.
Un error de este tipo debería dar lugar a una reacción mucho más radical y efectiva que el simple envío de correos electrónicos, que la mayoría de profesionales no abren; o de una simple advertencia en la página de inicio de su web. Las consecuencias de que se prescriba algún medicamento equivocadamente como resultado de una consulta de esas publicaciones con semejante errata puede ser fatal para un bebé, por lo que la información debería constituir una verdadera alerta sanitaria y hacerse pública incluso en los telediarios; y retirarse todos los ejemplares para sustituirlos por otros correctamente editados, porque vete a saber por cuánto tiempo andarán rondando por ahí y a quién llegarán una vez que los médicos destinatarios naturales los sustituyan por la siguiente edición. Obviamente, la editorial no querrá pasar el mal trago de tener que hacerse semejante publicidad negativa, pero las consecuencias para la salud, para la vida incluso, de los bebés lo merecen. Deberían tener en cuenta también, si miran más por sus intereses económicos que por los de los bebés y sus padres, la responsabilidad civil que se puede derivar de alguna prescripción errónea por este motivo. Cuando las demandas por responsabilidad médica proliferan, ésto es un caldo de cultivo muy apropiado para que continúen en aumento.
A propósito de esta alarma quiero comentar una noticia que había visto en la prensa y que al entrar en la página del vademecum veo más completa. Consiste en que, con motivo de la presentación del VIII Congreso de la Asociación española de electromedicina e ingeniería química, se informa de que más del 40% de las enfermedades relacionadas con factores de riesgo ambiental las padecen los menores de cinco años. Son, sobre todo, el asma, transtornos neurológicos, malformaciones, intoxicaciones y cáncer. Esto se debe principalmente a que los niños proporcionalmente ingieren más comida, bebidas y respiran más aire contaminado por kg. de peso que los adultos. No lo dice en esta noticia pero creo que habría que añadir (según me explicaron cuando estábamos embarazados) que la madre transmite al feto y después al bebé una parte importante de los tóxicos que tenga acumulados en su cuerpo a través del cordón umbilical y después al amamantarle; se da lugar a una mayor concentración de estos tóxicos por esas vías en el cuerpo del feto/bebé que en el de los adultos, la toxicidad es acumulativa (como sucede también en la cadena alimenticia de los animales, los predadores superiores van acumulando los tóxicos que tenían sus presas por lo que llegan a estar más enfermos que éstos). También, según este informe, que los nonatos y neonatos absorben los productos químicos con mayor eficiencia que los adultos y los expulsan con más dificultad.
Quiero traerla a colación porque cuando desde el movimiento ecologista hablamos de la necesaria protección del medio ambiente la mayoría de la gente piensa que nos referimos a cuestiones muy alejadas de la vida de las personas; que no nos afectan en nuestra forma de vida, que siempre damos la murga con teorías de cosas que pueden pasar dentro de cientos de años. Nada más lejos de la realidad, y esta noticia lo demuestra. El medio ambiente es lo que nos rodea, el medio en que vivimos. Si ese medio está enfermo, está contaminado, nosotros nos contaminamos y enfermamos. Y quienes más directamente lo padecen son los niños. Mejorar la calidad de nuestro medio ambiente es mejorar nuestra calidad de vida. Es algo que ya han aprendido muchos en el Norte y Centro de Europa, donde padecieron los efectos del desarrollismo industrializador con unas décadas de adelanto con respecto a España, y por eso aplican medidas mucho más radicales para mejorar su entorno.
En la misma noticia se habla también de otras cuestiones de salud pública que solemos tratar en el movimiento ecologista: el riesgo de las ondas electromagnéticas, que las empresas eléctricas y de telecomunicaciones siempre niegan, aquí aparece reconocido por los profesionales de la salud a la hora de contemplar políticas hospitalarias. Se reconoce el peligro que los campos electromagnéticos suponen para la salud y se plantea que "los equipos de electromedicina deben entrar en la dinámica del desarrollo sostenible". Hay centenares de estudios que reflejan los peligros para la salud de esos campos electromagnéticos generados no sólo por los equipos de electromedicina: también por electrodomésticos, líneas de alta tensión, transformadores, estaciones base de telefonía móvil, etc.; pero cada vez que se publica uno de esos estudios, aparece otro ¿pagado por la industria, como ocurrió con los estudios que negaban el cambio climático y se acabó reconociendo que estaban pagados por la industria del petróleo? Aquí, en un medio neutro, se reconoce francamente el riesgo para la salud.
Se habla también del riesgo de los miles de productos químicos cuyos efectos o riesgos para la salud no han sido estudiados. Se dice que menos del 10% de los más de 100.000 productos químicos existentes han sido evaluados. Debo recordar aquí la dura batalla que se desarrolló en la Unión Europea para aprobar el Reglamento REACH, cuyo objetivo eran plantear un control sobre los productos químicos en circulación para estudiar sus posibles efectos sobre la salud y retirar los más nocivos cuando hubiera un sustitutivo adecuado; los lobbies de la industria presionaron a los parlamentarios y ministros para lograr que el Reglamento fuese recortado hasta un mínimo ridículo, en relación con los riesgos para la salud que están en juego. Mientras que los estudios que se pretendía imponer suponían un porcentaje mínimo de los gastos de la industria, constituirían un avance en la garantía para la salud de todos importantísima. A pesar de los argumentos de los ecologistas a favor de un Reglamento sin recortes, la industria consiguió su objetivo de que se aprobase con una reducción drástica de su planteamiento original, aunque al menos algún avance se consiguió.
Y a propósito de los tóxicos que hay que eliminar, en la noticia comentada se hace una referencia particular a los termómetros de mercurio, que serán prohibidos en el año 2009. Si ya se conocen los problemas de toxicidad del mercurio que se mencionan en la noticia (que sobre todo afectan al desarrollo neurológico y renal), y existiendo otro tipo de termómetros más prácticos y no tóxicos ¿por qué hay que esperar años a hacer efectiva la prohibición? ¿Son más dignos de protección los intereses de la industria que los de la salud de nuestros hijos? Parece que para la industria y para los políticos sí.
Un error de este tipo debería dar lugar a una reacción mucho más radical y efectiva que el simple envío de correos electrónicos, que la mayoría de profesionales no abren; o de una simple advertencia en la página de inicio de su web. Las consecuencias de que se prescriba algún medicamento equivocadamente como resultado de una consulta de esas publicaciones con semejante errata puede ser fatal para un bebé, por lo que la información debería constituir una verdadera alerta sanitaria y hacerse pública incluso en los telediarios; y retirarse todos los ejemplares para sustituirlos por otros correctamente editados, porque vete a saber por cuánto tiempo andarán rondando por ahí y a quién llegarán una vez que los médicos destinatarios naturales los sustituyan por la siguiente edición. Obviamente, la editorial no querrá pasar el mal trago de tener que hacerse semejante publicidad negativa, pero las consecuencias para la salud, para la vida incluso, de los bebés lo merecen. Deberían tener en cuenta también, si miran más por sus intereses económicos que por los de los bebés y sus padres, la responsabilidad civil que se puede derivar de alguna prescripción errónea por este motivo. Cuando las demandas por responsabilidad médica proliferan, ésto es un caldo de cultivo muy apropiado para que continúen en aumento.
A propósito de esta alarma quiero comentar una noticia que había visto en la prensa y que al entrar en la página del vademecum veo más completa. Consiste en que, con motivo de la presentación del VIII Congreso de la Asociación española de electromedicina e ingeniería química, se informa de que más del 40% de las enfermedades relacionadas con factores de riesgo ambiental las padecen los menores de cinco años. Son, sobre todo, el asma, transtornos neurológicos, malformaciones, intoxicaciones y cáncer. Esto se debe principalmente a que los niños proporcionalmente ingieren más comida, bebidas y respiran más aire contaminado por kg. de peso que los adultos. No lo dice en esta noticia pero creo que habría que añadir (según me explicaron cuando estábamos embarazados) que la madre transmite al feto y después al bebé una parte importante de los tóxicos que tenga acumulados en su cuerpo a través del cordón umbilical y después al amamantarle; se da lugar a una mayor concentración de estos tóxicos por esas vías en el cuerpo del feto/bebé que en el de los adultos, la toxicidad es acumulativa (como sucede también en la cadena alimenticia de los animales, los predadores superiores van acumulando los tóxicos que tenían sus presas por lo que llegan a estar más enfermos que éstos). También, según este informe, que los nonatos y neonatos absorben los productos químicos con mayor eficiencia que los adultos y los expulsan con más dificultad.
Quiero traerla a colación porque cuando desde el movimiento ecologista hablamos de la necesaria protección del medio ambiente la mayoría de la gente piensa que nos referimos a cuestiones muy alejadas de la vida de las personas; que no nos afectan en nuestra forma de vida, que siempre damos la murga con teorías de cosas que pueden pasar dentro de cientos de años. Nada más lejos de la realidad, y esta noticia lo demuestra. El medio ambiente es lo que nos rodea, el medio en que vivimos. Si ese medio está enfermo, está contaminado, nosotros nos contaminamos y enfermamos. Y quienes más directamente lo padecen son los niños. Mejorar la calidad de nuestro medio ambiente es mejorar nuestra calidad de vida. Es algo que ya han aprendido muchos en el Norte y Centro de Europa, donde padecieron los efectos del desarrollismo industrializador con unas décadas de adelanto con respecto a España, y por eso aplican medidas mucho más radicales para mejorar su entorno.
En la misma noticia se habla también de otras cuestiones de salud pública que solemos tratar en el movimiento ecologista: el riesgo de las ondas electromagnéticas, que las empresas eléctricas y de telecomunicaciones siempre niegan, aquí aparece reconocido por los profesionales de la salud a la hora de contemplar políticas hospitalarias. Se reconoce el peligro que los campos electromagnéticos suponen para la salud y se plantea que "los equipos de electromedicina deben entrar en la dinámica del desarrollo sostenible". Hay centenares de estudios que reflejan los peligros para la salud de esos campos electromagnéticos generados no sólo por los equipos de electromedicina: también por electrodomésticos, líneas de alta tensión, transformadores, estaciones base de telefonía móvil, etc.; pero cada vez que se publica uno de esos estudios, aparece otro ¿pagado por la industria, como ocurrió con los estudios que negaban el cambio climático y se acabó reconociendo que estaban pagados por la industria del petróleo? Aquí, en un medio neutro, se reconoce francamente el riesgo para la salud.
Se habla también del riesgo de los miles de productos químicos cuyos efectos o riesgos para la salud no han sido estudiados. Se dice que menos del 10% de los más de 100.000 productos químicos existentes han sido evaluados. Debo recordar aquí la dura batalla que se desarrolló en la Unión Europea para aprobar el Reglamento REACH, cuyo objetivo eran plantear un control sobre los productos químicos en circulación para estudiar sus posibles efectos sobre la salud y retirar los más nocivos cuando hubiera un sustitutivo adecuado; los lobbies de la industria presionaron a los parlamentarios y ministros para lograr que el Reglamento fuese recortado hasta un mínimo ridículo, en relación con los riesgos para la salud que están en juego. Mientras que los estudios que se pretendía imponer suponían un porcentaje mínimo de los gastos de la industria, constituirían un avance en la garantía para la salud de todos importantísima. A pesar de los argumentos de los ecologistas a favor de un Reglamento sin recortes, la industria consiguió su objetivo de que se aprobase con una reducción drástica de su planteamiento original, aunque al menos algún avance se consiguió.
Y a propósito de los tóxicos que hay que eliminar, en la noticia comentada se hace una referencia particular a los termómetros de mercurio, que serán prohibidos en el año 2009. Si ya se conocen los problemas de toxicidad del mercurio que se mencionan en la noticia (que sobre todo afectan al desarrollo neurológico y renal), y existiendo otro tipo de termómetros más prácticos y no tóxicos ¿por qué hay que esperar años a hacer efectiva la prohibición? ¿Son más dignos de protección los intereses de la industria que los de la salud de nuestros hijos? Parece que para la industria y para los políticos sí.