Este estilo de gestión está cada vez más extendido y son muchos los inversores que lo defienden con numerosos datos estadísticos frente a la gestión activa. En cambio, los inversores pasivos no aplican correctamente esta estrategia, convirtiéndola en gestión activa inconscientemente.
La gestión pasiva se basa en la creencia de que no es posible batir a los mercados a largo plazo y que la mejor manera de maximizar nuestra rentabilidad es adquirir productos que repliquen a los principales índices bursátiles, minimizando así los costes operativos de forma que nuestros resultados repliquen lo máximo posible el rendimiento del mercado. Cabe destacar que la gestión pasiva descarta la inversión directa en acciones y solo contempla invertir en índices, dado que únicamente estos han demostrado tener tendencia alcista a largo plazo.
Este enfoque está ganando adeptos por los datos que muestran que los gestores de fondos de inversión sí que son capaces de batir en plazos cortos a sus índices de referencia, pero a mayor plazo temporal, menor es este éxito, llegando a desaparecer mayoritariamente en plazos superiores a 10 años, lo que representará un coste de oportunidad frente a la gestión pasiva. Pese a que la existencia de unos pocos gurús que baten al mercado de forma sistemática muestra que la gestión activa sí que aporta valor (aunque sea un número muy reducido de gestores los que lo consiguen), la gestión pasiva está creciendo año tras año. Si aceptamos que los grandes gestores de fondos de inversión no son capaces de batir a los mercados a largo plazo, debemos aceptar que el inversor particular tampoco será capaz de conseguir batir al mercado (o encontrar a los sectores o países que mejor evolución tendrán).
Los seguidores de dicha filosofía de inversión defienden que las carteras deben estar lo más diversificadas posibles, de forma que el rendimiento tienda al movimiento de los mercados. Esto se facilita mucho con los ETFs que ponen a disposición de los inversores cualquier mercado con un coste muy reducido, lo que los convierte en el producto estrella para realizar este tipo de estrategias. Hasta aquí parece muy sencillo: la estrategia consiste en reducir costes e indexarse. Pues no, ya que entonces aparece la gestión activa inconsciente.
Trataré de ilustrar lo que sucede en la práctica con estas preguntas:
¿De qué índice nos indexamos?
La gestión pasiva defiende que no es posible saber qué índice se comportará mejor o peor ya que entonces sí que aportaría valor la gestión activa, así que si somos puristas, no podremos priorizar entre unos índices u otros. Esto debería llevarnos a escoger algún índice global como el MSCI World, o el que creamos que mejor replicará la evolución de la renta variable a nivel global. Cualquier selección del tipo; el DAX tendrá mejor evolución, el Dow está sobrecalentado o el Ibex se va al 3000, significaría introducir juicios de valor y, por tanto, sería gestión activa y estaríamos realizando una falsa gestión pasiva (como excepción, podríamos priorizar el índice que históricamente hablando haya tenido mayor rendimiento a largo plazo, dado que la gestión pasiva espera que tienda a la media histórica). Por tanto, cualquier sobre o infraponderación de algún mercado chocará directamente con esta filosofía de inversión y estaría reduciendo nuestra rentabilidad a largo plazo, según esta estrategia.
¿Es momento de salir porque está caro el mercado? ¿La incertidumbre política y crisis de la deuda nacional harán bajar a los mercados? O en cambio, ¿estamos en suelo de mercado gracias a las políticas de Draghi? ¿Debo promediar ahora que ha bajado la bolsa? ¿Es el inicio de una fase alcista?
Error. Gestión activa de nuevo. Cualquier movimiento en nuestra cartera que signifique realizar un ingreso o retiro a causa de las expectativas del mercado sería tratar de predecir la evolución de los mismos, y esta es otra de las premisas que la gestión pasiva defiende como imposibles. Los únicos retiros asumibles serían por motivos económicos (necesidades reales de dinero que nos obliguen) o por cumplir objetivos (retiros predeterminados de un X% cada varios años, etc.). Por lo tanto, la forma de eliminar este sesgo inconsciente de pánico y codicia en los mercados y expectativas sería realizar ingresos de las mismas cantidades (o crecientes en términos similares) y en fechas establecidas de forma periódica (trimestralmente, al inicio del año, etc.) de forma que esta gestión pasiva fuera una especie de plan de ahorro sistemático. Si realizamos esto, el efecto timing de entrada y salida será eliminado a largo plazo, dado que las veces que compremos/vendamos en pleno techo de mercado se verán compensadas por las compras/ventas en suelo.
¿Es momento de ponerse corto o largo?
La gestión pasiva defiende que a largo plazo los mercados (y no acciones a nivel individual) son alcistas dado que tenderán a su media histórica. Si aceptamos eso, la inversión a corto está descartada ya que no será rentable a largo plazo, dejando únicamente la posibilidad de ser alcista. Además, ponerse corto también presupone que ves venir una caída, lo cual también choca con las dos preguntas anteriores, por la no predictibilidad de los mercados y la ineficiencia del timing según esta estrategia.
En la práctica estas preguntas son muy frecuentes en los inversores “pasivos” y en la realidad están realizando una gestión activa con productos pasivos, pero eso NO es gestión pasiva pura. Así que muchos inversores creen estar siendo pasivos por adquirir productos que replican a los mercados, pero sus entradas, salidas y decisiones sobre qué índices/sectores tendrán mejor comportamiento y cuáles no, o si la bolsa está cara o barata, afectarán al rendimiento futuro de sus inversiones de forma negativa según la gestión pasiva. No debemos olvidar que si concluimos que la gestión pasiva es la mejor opción, toda decisión sobre dónde o cuándo invertir o desinvertir derivará en una pérdida de rentabilidad a largo plazo.
Si damos por buena la gestión pasiva, aceptamos lo siguiente a largo plazo:
- No es posible batir a los índices de referencia con ninguna estrategia.
- No se puede predecir la evolución de ningún activo, tanto RV en forma de análisis de empresas como RF por la ETTI (elimina el AF).
- No podemos saber qué sector o tipo de empresa por tamaño tendrá mejor evolución.
- Los análisis macro no aportan valor, de modo que no es posible saber qué país o índice se comportará mejor que el resto.
- No se puede obtener beneficios a través de las fluctuaciones a corto de los mercados (elimina el AT).
- Cualquier decisión o juicio de valor que interfiera en la estrategia pasiva reducirá la rentabilidad esperada.
- No es rentable ponerse corto, dado que a largo plazo los mercados son alcistas.
Si no estás de acuerdo con cualquiera de estas premisas, hasta cierto punto deberías creer en la gestión activa (menos la última).
(Con este post no he querido abrir el debate de gestión activa o pasiva, sino mostrar los errores que a mi juicio cometen los inversores pasivos, junto con las soluciones que creo oportunas para maximizar el rendimiento de esta estrategia).