Mentideros y ciertos políticos no han encontrado palabras suficientemente duras para juzgar a quien afeita sueldos públicos, recorta pensiones, se carga la modesta ayuda económica a la natalidad o reduce el gasto farmacéutico. Al menos ha quedado claro que el jefe del Gobierno no actúa por electoralismo y que la socialdemocracia lo tiene muy crudo. Caído el Gabinete laborista británico y forzados los socialistas griegos a ajustar las cuentas a su población, Zapatero manda meter la mano en el bolsillo de nueve o diez millones de compatriotas, muchos de ellos su base electoral. Lo cual arroja por la borda no ya su futuro político, sino, quizá, el de la izquierda.
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