Este numeroso grupo en general está representado por personas educadas e inteligentes. Según los cálculos de John Burley, representan a dos terceras partes de la clase media en países desarrollados. Sin embargo, a pesar de su inteligencia, sus hábitos o creencias acerca del dinero les hacen financieramente analfabetos. Quizás por esa razón Kiyosaki a la hora de utilizar la clasificación de Burley irónicamente les apoda "inversores listos".
- "Es que soy muy malo/a con los números"
- "A mí nadie me ha enseñado lo que hay que hacer"
- "Nunca entenderé cómo funciona esto de las inversiones"
- "Estoy demasiado ocupado para seguir el mercado"
- "Hay demasiado papeleo"
- "Es que es demasiado complicado"
- "Prefiero dejar la toma de decisiones en manos de profesionales".
Su presunta ignorancia en materias relacionadas con el dinero les lleva a ceder la gestión de su dinero a "profesionales" y confiar que de esta forma las cosas se arreglarán solas. Esto les permite acompañar las frases anteriores con algo como:
- "Pero no pasa nada porque tengo un asesor estupendo"
Evidentemente, este tipo de frases en realidad son meras excusas que sirven para justificar el hecho de haber entregado la gestión de sus finanzas y de su futuro a personas ajenas que desconocen la mayoría de las veces sus circustancias personas y familiares.
Lo que es peor, empeñados en su incapacidad de controlar o al menos entender esta gestión, los inversores "refugiados" tienen muy poca idea sobre lo que se está haciendo con su dinero y cuáles son los parámetros que se utilizan a la hora de elegir las inversiones.
Confiados en sus gestores, los inversores "refugiados" simplemente siguen el mercado como un rebaño de ovejas guiados por perros pastores. El peligro está en que los perros suelen ser lobos, y que el gurú-pastor en realidad no conoce demasiado bien el camino.
3-B: Los inversores "escépticos"
Este tipo de inversores están presentes en abundancia en cualquier rincón del territorio nacional. Todos conocemos a alguien así o incluso nosotros mismos, a veces, podemos comportarnos de esta forma.
Son aquellos cuya frase favorita es "no puede ser". Aquellos que creen que conseguir buenas rentabilidades con riesgo controlado es imposible y cuando se les demuestra lo contrario, encuentran la razón por la que no habrían podido hacer lo mismo. Aquellos que desaniman a los que tienen a su alrededor. Son ellos, los inversores escépticos.
No son mala gente. Son personas inteligentes cuyo miedo a cometer errores está demasiado arraigado en sus cabezas, a veces por culpa de la malas experiencias en el pasado, lo que afecta de forma drástica a su hábitos de inversión.
Desde su punto de vista, todas las inversiones que prometen unos rendimientos más altos que los depósitos bancarios con riesgos asumibles no están disponibles para la gente de la calle. Para conseguirlas es necesario ser un iluminado, tener suerte, ser un chanchullero o estar "bien colocado".
Cuando alguno de sus amigos inversores le habla de una operación que haya realizado con éxito, el inversor escéptico siempre encontrará un motivo por el que sería completamente imposible que él o cualquier otra persona pudiese repetirlo. Puede ser una información privilegiada obtenida gracias a un puesto inalcanzable para la gente de a pie, o un capital inicial demasiado elevado, o contactos imposibles de obtener, o ... (continuad vosotros)
Incluso cuando alguien le enseña de forma detallada qué es lo que tiene que hacer para mejorar las rentabilidades ofrecidas por los bancos, el inversor escéptico seguirá alegando que en su país o ciudad este método no funcionaría o no sería legal o que su circunstancias actuales no le permitirían hacerlo.
Los peor de todo es que este tipo de personas también contagian sus miedos a la gente que tienen a su alrededor. Son auténticos expertos en explicarte exactamente cómo y por qué la inversión que tienes delante va a fracasar. Esto les hace muy peligrosos porque muchos de ellos hablarán con autoridad, sus argumentos podrán parecer razonables y el hecho de que algunos de ellos sean personas exitosas (en ámbitos ajenos de la inversión) puede hacer que acabes aceptando sus argumentos. Cuanto más tiempo estés a su lado, más te desanimarás y más probable será que, en vez de tener un sano respeto a las inversiones, empieces a tenerles miedo.
¿Por qué lo hacen? Simplemente porque si las personas a su alrededor acaban triunfando, esto significaría un golpe demasiado duro para su forma de pensar. Tendrían que aceptar que se estaban equivocando y reconocer la verdadera razón por la que no logran ser inversores de éxito: evidentemente, no se trata de sus circunstancias personales, sino de su miedo y de su incapacidad para hacer el esfuerzo de adquirir los conocimientos y las destrezas necesarias para tener mayor posibilidad de éxito en los mercados.
Es habitual para los inversores escépticos caer en la "parálisis del análisis": quedarse en una permanente fase de análisis de la inversión hasta que sea demasiado tarde para realizarla. Después de perderla, suelen lloriquear y culpar a sus circunstancias o predicar su fracaso, mientras sus amigos, inversores de niveles más altos, siguen realizando buenas operaciones de forma regular.
Cómo consecuencia de criticar de forma continua todas las oportunidades que les pasan por delante, al final los inversores escépticos están obligados a conformarse con inversiones de bajo riesgo y bajo rendimiento, lo que no hace más que fortalecer sus creencias, sobre todo en épocas de crísis.
John Burley recomienda estar lo más alejado posible de personas de este tipo en cuanto a las inversiones se refiere. En su opinión, la cobardía de los escépticos hace que intenten retrasar a los demás para que acaben en el mismo nivel dónde se encuentran ellos.
El problema principal de sus creencias y hábitos de inversión son la falta de humildad y de prudencia (que tanto sobra a los escépticos) junto con la inexistencia de una estrategia o un plan de inversión bien definido.
Estas dos carencias hacen que los inversores de este tercer grupo sufran constantemente en los mercados, lo que da origen a su nombre: "víctimas". Existen también muchos otros nombres que podríamos aplicarles, casi tantos como los vehículos de inversión que utilizan. Podemos llamarles "inversópatas", "apostadores", "especuladores fracasados", buscadores de la "Fórmula mágica" o perseguidores del Santo Grial.
La estrategia de inversión de los "víctimas" consiste en la continua búsqueda del "Secreto": una formula de éxito que les permitirá enriquecerse de forma instantánea. Desesperados por encontrarla, se pasan su vida inversora saltando de un tipo de inversión a otra, buscando constantemente nuevas y más apasionantes maneras de invertir.
Están en todo: acciones, bonos, divisas, commodities, futuros, inversiones alternativas, CFDs, hedge-funds, OPVs y cualquier otro tipo de inversión exótica conocida POR la humanidad.
Contrariamente a los ahorradores y los escépticos, a los inversores víctimas les encanta el riesgo, o al menos lo desprecian o infravaloran. Disfrutan utilizando instrumentos sofisticados como calls, puts, warrants, opciones, contratos por diferencia, etc aunque no conozcan cómo funcionan realmente y de qué manera afectan a su exposición al riesgo.
Sus constantes y repetitivos fracasos hacen que no confíen en su propio criterio. Buscan activamente y confían de manera excesiva en la opinión de los demás en cuestiones de qué, cuánto, cómo y por qué comprar y vender. Son "víctimas" fáciles para los brokers, gurús, prensa financiera y vendedores de todo tipo de inversiones.
Si les preguntas cómo les va, siempre te dirán que han ganado algo o quizás están más o menos "empatados" (pero ponen muchas esperanzas en este nuevo vehículo de inversión que acaban de comprar gracias a los consejos de su periodista financiero favorito...).
La realidad es que pierden dinero en la inmensa mayoría de los casos. Demasiadas veces y demasiado dinero. Compran caro y venden barato guiados por sus emociones. Sin embargo, no les gusta hablar de sus pérdidas. Prefieren recordar con orgullo "la pasta que sacaron con Terra en el 2000".
Por muy ilógico que parezca, a pesar de sus pésimos resultados, la incurable ansia de "invertir" hace que los "víctimas" sigan volviendo a los mercados. Anhelan encontrar en algún rincón del universo financiero esa fantástica oportunidad que les permitirá recuperarlo todo y enriquecerse de una vez y para siempre.
Como es de esperar, la falta de planificación y de estrategia combinada con los continuos saltos de una inversión a otra, les quitan la oportunidad de aprender de sus errores, descubrir y mejorar sus hábitos de inversión. Tampoco consiguen desarrollar su capacidad innata de pensar y actuar con criterio propio y de forma independiente.
Acostumbrados a seguir los criterios de los demás y entregar su dinero para las inversiones de moda, los inversores "víctimas" se convierten, quizás, en los inversores más desafortunados que existen.
En la tercera parte hablaremos de los inversores inteligentes, los del nivel 4, 5 y 6 para descubrir cuáles son los hábitos y los conocimientos que les permiten ser inversores de éxito; y finalmente en la cuarta discutiremos sobre la aplicación de esta tipología desde nuestro punto de vista como Family Office. Hasta entonces.