Antes que nada debo decir que mis comentarios al respecto van a ser, ante todo, responsables. Y, a pesar de que la extensión de este artículo sobrepase lo aconsejable para un post, voy a comentaros de un tirón todo aquello que me parezca relevante y que me dé la gana, como hago siempre.
La opinión pública sólo se preocupa por la salud de la Economía cuando ve en los telediarios bajadas importantes de las bolsas. Parece que si las bolsas no caen, el crack no existe. Pero desgraciadamente el crack ya viene sucediendo en el crédito desde el verano 2007. Y esta fallida de la RF conforma los fundamentos sobre los que se basan muchos otros aspectos de la economía, entre ellos las bolsas. Como dijimos en La química inestable de la molécula económica hace ya medio año, una RF extrañamente alterada no podía convivir mucho tiempo con una RV boyante. Nosotros apostábamos por un reequilibrio en forma de recuperación en la confianza del crédito, pero como comentamos en dicho artículo, la otra posibilidad era que la molécula se estabilizara hacia la desconfianza con minusvalías de la RV, manteniendo la RF en mínimos "...batiendo marcas en el tiempo dando lugar a una crisis global nunca vista...".
En estas últimas semanas estamos viendo caídas de las bolsas globales que desgraciadamente generalizan la desconfianza, lloviendo sobre inundado. Esto se traduce en este momento en pánico monetario, poniendo en duda la solvencia de las entidades bancarias y acelerando gravemente el deterioro del sistema financiero. Este efecto es mortífero y convierte una caída bursátil en un caos bancario, en entidades ya heridas de muerte, cuando deberían ser fenómenos absolutamente independientes. Un crash convencional de bolsa (como el del 87 o incluso el del 29) no sólo no debería afectar sustancialmente más allá de los mercados, sino que incluso es cíclicamente saludable. Pero esta vez las interconexiones de la multi-crisis son letales.
En cuanto a la situación financiera de la banca mundial, ésta es crítica. La norteamericana está sufriendo lo indecible, y la europea posee aproximadamente la mitad del chapapote crediticio existente. Por tanto parece que el nivel de sufrimiento europeo será cuando menos igual, ya que su capacidad de reacción está más limitada por el menor potencial de sus economías y, lo que es peor, la atomización de políticas complica aún más el escaso márgen de maniobra existente para los europeos en general.
La cacareada mejor predisposición de la banca española para afrontar esta crisis financiera es en cierto modo real pero irrelevante. Es decir, el problema existente es de tal calado que la ventaja cualitativa de la normativa española de FGD es despreciable. Prueba de ello es que las medidas políticas tomadas en la reunión de los 27 han sido garantizar de momento 100.000 € por titular y entidad, o sea muy lejos de la superioridad cualitativa pregonada a cuatro vientos de los ya obsoletos 20.000 €. Quizás estas medidas no sean suficientes para retornar la confianza o quizás sí, pero por el momento el Show Me The Money se está imponiendo.. El tiempo (y nosotros) dirá. En cualquier caso se trata de una medida de confianza, un acto de fe. Ya que estas garantías se aplicarán para todos los ahorradores independientemente de si la fallida bancaria afecta a unos miles de ahorradores o a todos los españoles, como si se tratase de un chicle. E si non e vero e ben trovato, que de eso se trata.
El problema de fondo de la crisis bancaria, es decir los activos contaminados que llevan a la quiebra técnica a los bancos, está en vías de solución. Una solución política, ya que para una solución financiera hace tiempo que se tiró la toalla. En este escenario los bancos españoles, al igual que los europeos, ya no dependen de sí mismos. Su capacidad propia de supervivencia es virtualmente nula. Parace que los rescates se irán sucediendo en un orden macabro e imprevisible, y no depende tanto del ranking de CDS's sino más bien de las decisiones de sus directivos, que buscarán el timing menos malo para caerse de un armario cada vez más estrecho y superpoblado. Pero existe otro peligro aún peor que la propia contaminación de activos y para el que difícilmente serían efectivos los rescates estatales: El pánico. Nuestro pánico como clientes de entidades bancarias y cajas de ahorros. Para una retirada masiva de fondos ningúna entidad está preparada. Pero no por su perjudicada situación actual, incluso en sus épocas doradas de récords de beneficios (anteayer), una retirada masiva de dinero habría fulminado sus balances contables. Y ante ese riesgo no hay rescate posible. El sistema funciona mediante uniones tan intangibles como la confianza, y en ella no caben reparaciones o soldaduras, ni siquiera chapuzas para ir tirando: La hay o no la hay.
Los bancos ya no se prestan dinero entre ellos, no se fían. Sin embargo nosotros sí que debemos hacerlo y debemos seguir prestándoles el nuestro, porque si lo guardamos debajo del colchón, apaga y vámonos. Y sólo con la continuidad del sistema financiero, con su malfuncionamiento actual, podemos esperar que la confianza interbancaria vuelva y los flujos de dinero lubrifiquen de nuevo un motor que se está clavando por días. Podemos apuntillar el Sistema retirando nuestro dinero del banco (sólo los primeros); o bien podemos confiar en las garantías estatales y que los más ricos diversifiquen sus fortunas en varias cuentas y/o titulares. Dentro de los daños colaterales de estas medidas, mencionar que en el plan de esta semana fruto de la reunión de los 27 europeos (que no será el último), no se garantizan los fondos de inversión. Y eso es algo que no era conveniente ni mencionar, ya que probablemente provoque un flight to quality que agudice las caídas de las bolsas en favor de la deuda soberana o, en el peor de los casos, directamente en favor de los colchones y los escondites bajo las baldosas. Pero eso prefiero no pensarlo porque nos haríamos daño de verdad, y está en nuestra mano evitarlo.
Por encima de la toxicidad de las titulizaciones que se guardan las bodegas bancarias; por encima de los rescates estatales, coordinados o no con operaciones carroñeras privadas; por encima de las bajadas de tipos multidivisa de medio punto concertadas por sorpresa a nivel mundial (lo nunca visto)... por encima de todo ello, a pesar de todo, está en nuestra mano la no continuidad del sistema. Si no seguimos prestando nuestro dinero a los bancos no hay salvación posible. Los que me habéis leído asidiuamente, ya sabéis que siento una especial aversión por el comportamiento de bancos y banqueros, y no seré yo quien les defienda. Pero sin bancos, nuestra sociedad retrocedería varias décadas de bienestar y de creación de riqueza. Inimaginable. Estoy convencido de que las posibilidades de que ese caos ocurra son mínimas, pero también es cierto que jamás estuvimos tan cerca como hoy.
Si no hacemos locuras, habrá futuro para el Sistema, aunque será una locura de futuro, con mucho sufrimiento. No olvidemos que las hipotecas más tóxicas todavía no han hecho más que despuntar. En los próximos 2, 3 o 4 años debemos ver lo peor. Es decir, serán los peores años para los Estados que van a absorber los créditos que se convierten ya en embargos de imposible liquidez, pero con un agravante que los hará radicalmente distintos: A diferencia de las entidades creditoras que vendieron los créditos, el Estado o las entidades parapúblicas creadas ad hoc, no se podrán permitir el embargo y desahucio masivo de su población. Quizás se adopten soluciones sociales que mantengan a sus inquilinos en las que fueron antaño sus propias viviendas hipotecadas a cambio de alquileres muy por debajo del precio de mercado. Quizás además tengan opciones de compra limitadas en el futuro. Pero lo que parece impensable es que la ejecución masiva de hipotecas por parte de entidades públicas conlleve un problema social y humano a millones y millones de personas. Una verdadera subvención de la vivienda al más puro estilo popular (de la China, no del PP).
Al final, estamos ante un panorama muy pero que muy socialista, algunos dirán que comunista. Es indudable que ver al Estado más ultraliberal del planeta, que ha negado durante años tan siquiera una cobertura social sanitaria decente a sus habitantes, socializando la vivienda existente y subvencionandola, es algo surrealista. Se producirá una socialización y una intervención del Estado tan involuntaria como efectiva, y me atrevería a decir que en muchos aspectos justa. Involuntariamente justa, y hemos llegado hasta ella de la peor manera.
Vengo escribiendo hace meses que estamos ante una multi-crisis jamás vista. A pesar de ello siempre he mantenido un tono relativamente optimista, pero los acontecimientos se han precipitado. Hay un antes y un después de la caída de Lehman Brothers. Un antes y un después político, financiero y económico. Lo que hemos visto después, es un cisne más que negro, y por lo tanto los viejos manuales están sirviendo de muy poco o de absolutamente nada. La situación es tan grave que se ha llevado por delante la mismísima crisis energética que sufríamos hace tan sólo tres meses. En cuanto a la crisis económica y social, mi opinión es desgraciadamente muy pesimista. Sólo estamos ante la punta del iceberg. Me temo que lo peor lo veremos entre el 2010 y el 2012, donde la selección de empresas será feroz y las cifras de paro abrumadoras y crueles. Estar endeudado en estos tiempos es y será un lastre demasiado pesado para sobrevivir con una economía doméstica digna. La depresión será larga, quizás una década atravesando un desierto donde muchas economías, de países, de empresas y de particulares, quedarán en el camino. Afortunadamente la mayoría de personas son inconscientes de la gravedad de la situación, pero la realidad es otra: Adiós a Disneylandia, adiós durante muchos años. Y todo ello, globalizado como nunca.
Ningún Estado tiene suficiente dinero para parchear esta malla. El dinero se deberá fabricar, y con ello se destruirá buena parte de la riqueza del Sistema que se ha generado, quizás virtualmente, durante décadas. Y cuando se supere esta depresión, probablemente los Estados cederán el protagonismo a las grandes empresas, dando lugar a un Nuevo Orden Mundial inimaginable hoy por hoy. Pero para que eso suceda, antes deberemos intentar superar la insólita depresión que hoy sólo intuimos.