En Economía muy pocas veces el futuro es tan predecible como hoy, y menos cuando tratamos de adivinar lo que sucederá a nivel global. Esta vez es muy fácil. El paro va a seguir aumentando en el 2009 y más allá. Las familias van a disponer de menos ingresos y recursos. Se va a trabajar más horas a cambio de menos, y eso con suerte. La virtual clase media volverá al mismo orígen de donde surgió: La clase media-baja o trabajadora. Con sus duras dificultades y sus escasas perspectivas de progreso. Como antaño.
El otro día hablaba con un empresario acerca de este futuro social negro, y me decía: "En España no vamos a escarmentar, la clase media aguantará el chaparrón y seguirá con sus insanos hábitos de producir poco y endeudarse mucho." Pero va a ser que no. Esa inercia sembrada en el Estado del Bienestar virtual se va a corregir a golpes. Ni la crisis social va a durar uno o dos años, ni vamos a poder subsistir sin cambiar radicalmente nuestra idiosincrasia a base de muchas, muchísimas bajas. Y cuando decimos bajas nos referimos a empresas que desaparecen del mapa, a patrimonios que se extinguen y a economías domésticas modestas que quedan literalmente en la calle. ¿Y qué va a pasar con estos millones de personas que quedan sin ningún recurso? No es difícil adivinarlo si no escondemos la cabeza debajo del ala. La Ex-clase media y media-baja a quien se le va a extinguir el subsidio de desempleo sin posibilidad de conseguir ningún otro ingreso, no va a tener más remedio que delinquir, emigrar (a dónde?) y al mismo tiempo protestar y evidenciar su malestar. Al principio en forma de manifestaciones y huelgas de todo tipo más o menos organizadas, pero al cabo de unos meses, esa situación de emergencia social de millones de personas va a derivar en disturbios callejeros e inseguridad ciudadana. La razón nos dice que no puede ser de otro modo el futuro inmediato que tenemos ante nosotros, a pesar de que tengamos querencia a mirar hacia otro lado.
El escenario va a ser un infierno inimaginable para la generación de jóvenes que todo compraban y tenían, gracias al crédito y a los ahorros de sus antepasados. Pero esa será su visión subjetiva y en realidad vamos hacia un escenario que en países centro y suramericanos conocen bien, o sea ni infierno propiamente dicho ni inimaginable. Una sociedad la de América del Sur que ha vivido desde hace muchas décadas sin apenas clase media, con una minoritaria clase bienestante y una mayoritaria clase pobre que lo pasa mal y se busca la vida (que no los lujos) de la mejor manera que sabe. Y ya no hablemos de la sociedad africana, que ni siquiera alcanza el estatus de sociedad. En oriente también podemos encontrar ejemplos de sociedades con dificultades que están lejos del estado del bienestar occidental que conocemos. Pero quizá es más fácil extrapolar nuestro futuro inminente mirándonos en el espejo latinoamericano.
En general en estos países del sur de América la seguridad ciudadana deja mucho que desear. Y no puede ser de otro modo en países donde una mayoría vive en precario. Podemos mejorar y suavizar la imagen que tengamos de esos países a nuestro antojo antes de compararla con lo que preveemos que va a suceder en España. Podemos pensar que nuestra precariedad se va a quedar a medio camino de la situación actual de cualquier país suramericano, que la recuperación llegará incluso antes de que lleguemos a ese medio camino. Pero la dirección que hemos tomado es esa y no otra.
Supongo que algunos comentaréis que es exagerado hablar de disturbios en España, pero los conatos iniciados por Grecia o Francia vamos a verlos en nuestras calles sin duda alguna. Es sólo cuestión de tiempo. Actualmente ya hay en España más de 1.000.000 de familias en las que todos sus componentes están en paro, con subsidio o sin él. Y sólo vemos la punta de un iceberg creciente todavía alimentado por subsidios públicos. Una macabra cuenta atrás para despertar de un sueño en el que muchos ya nacieron. Eso hace que desconozcan cualquier otro modo de vida, y que el shock vaya a ser mucho más traumático. Esas generaciones intentarán revolucionar el mundo inútilmente (disturbios) en busca de un sueño irrepetible, sin ninguna otra referencia de lo que fue el mundo del s. XX antes de que estos jóvenes nacieran. Esta generación empezará pronto a preguntarse: ¿Hay vida más allá del crédito? Y la respuesta es Sí, pero mucho peor queridos amigos. Bienvenidos al mundo real, se acabaron las píldoras azules.
El shock que causa esta depresión en los jóvenes de la generación del crédito no mejora las posibilidades ni el timing para la recuperación global, sino al contrario. Y los efectos de este escenario en los patrimonios medios y mayores se evidencian día tras día si realizamos honestamente y con rigor el cálculo de la evolución patrimonial en el escenario pasado, actual y futuro.