No han transcurrido ni seis meses desde que escribimos el artículo "La Banca Rota", que posteriormente se convirtió en un meme con el que siguieron las primeras espadas de los blogueros económicos. En aquel momento decidí que algún día escribiría la secuela que hoy os publico, pero jamás pensé que lo iba a hacer tan sólo después de medio año.
Como habréis releído (os recomiendo que lo hagáis para refrescar lo que a continuación os comentaré), hace seis meses buscábamos argumentos que dieran valor a un sistema bancario en bancarrota. Por supuesto se trata de argumentos sin valor real, contable ni fundamental, quizá algunos incluso digan que ni siquiera tienen valor racional. Pero después de seis meses, con una mínima perspectiva que iremos ampliando a lo largo de este 2009 y sobre todo el 2010, la decisión política de mantener a flote con dinero público el sistema bancario mundial, es ya algo más que una decisión política. Ya se han ideado y aprobado ingentes inyecciones de dinero para aquellos cuya desaparición pueda ser traumática. De hecho la transfusión sanguínea Estados-Bancos ya fluye por enormes venas del tamaño de gaseoductos que se han instalado para dar servicio durante más tiempo del que nos imaginamos o sería deseable.
Como dijimos en su momento, la decisión política es fruto de la necesidad de nuestra sociedad de tener un sistema bancario estable que nos haga de Banca en un Monopoly global en el que quisimos convertir el mundo. Por lo tanto la supervivencia de los bancos está políticamente garantizada por los respectivos Estados. Todos los Estados tienen capacidad de salvar a algunos de sus bancos, pero ojo, sólo algunos Estados tienen capacidad de salvar a su sistema financiero en su conjunto. Por supuesto, para ello hace falta un banco central propio y divisa versátil, y el ejemplo más claro son los EE.UU.
En este escenario, podríamos concluír que los grandes bancos que conforman el core del sistema financiero de esos estados potentes y capaces, van a sobrevivir con toda probabilidad. Es decir, que las posibilidades de que haya un segundo Lehman Brothers son ínfimas a corto y medio plazo.
Recordemos ahora lo que dijimos en "La Banca Rota": Habían demasiadas razones (quizá irracionales) para que la valoración de los grandes bancos de un país como los EE.UU. no llegara a cero. El riesgo de extinción ya pasó, y las bases para la purga de la toxicidad que aún carcome sus balances, se asentaron en un plan Obama de rescate público-privado a costa de FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation), o sea de los fondos del Estado. Las pujas por los activos tóxicos que se derivarán del plan de rescate tendrán un criterio privado y no público, es cierto, pero eso no garantiza que sea riguroso. Nada impedirá que los propios bancos, bajo piel de corporaciones independientes, ejerzan de "inversor privado" y coticen esos activos a precios suficientes para inyectar en sus balances cantidades que les devuelvan a la vida. Con mayor o menor abuso o discreción, pero con una vampiresca capacidad para garantizar la estabilidad del Sistema. Veámoslo en pasiva: Lo que no va a suceder es que las entidades privadas que pujen por los activos, lo hagan a niveles tan honestamente bajos que provoquen la fallida de unos bancos que deben garantizar la estabilidad del sistema y son la esencia del mismo. Y esas entidades privadas van a ser tan opacas y con intereses tan ocultos como sea necesario para que sus ofertas sean cuando menos suficientes para reflotar los balances de los principales bancos de los EE.UU. Por cada millón de $, sólo un 3% será realmente arriesgado por la iniciativa privada, siendo el resto hasta un 20% fondos públicos, y un 80% perteneciente al FDIC del tipo "sin recurso". Es decir que el 3% privado no tendrá responsabilididad sobre el resto del dinero invertido si los activos comprados resultan insolventes.
Con todo ello queremos decir que si pensamos en una inversión especulativa de alto riesgo, quizá ha llegado el momento de comprar acciones de grandes bancos norteamericanos que se van a beneficiar de un plan de rescate pseudo-privado, pero que utilizarán casi a fondo perdido ingentes recursos públicos que alejan definitivamente el riesgo de bancarrota. Es posible que sigamos viendo ampliaciones de capital que lastren indefinidamente la cotización de algunas acciones del sector financiero. Pero también es lógico pensar que el riesgo de que nuestra inversión ya no es el de que la acción se vaya a cero, sino de que quede minusvaluada durante años. En cambio el potencial de subida en el caso de que los activos tóxicos se vendan a un buen postor, real o artificialmente, está ahí, más que nunca en la corta historia de esta crisis financiera. Y recordemos que el fondo de comercio de la gran banca norteamericana ("conjunto de elementos intangibles o inmateriales de la empresa que impliquen valor para ésta"), sigue siendo único entre los que podamos encontrar en valores cotizados. Y ese plan de rescate tan especial es un elemento intangible de órdago, y no el único.
Hace tan sólo seis meses, el suelo se desvaneció bajo los pies del sistema bancario mundial. Y hoy vuelven a pisar algo que, aunque lejos de ser firme, puede hacernos pensar en ese sector para nuestras inversiones más especulativas. Pero cuidado, sólo en EE.UU. y/o para aquellas entidades cuyos Estados cumplan con los requisitos citados más arriba.
En cuanto a las emisiones de RF de esas mismas entidades, si las hay, las dudas siguen en pie. Pero eso merecería otro artículo.