Lo que daría por asistir a algunas de esas reuniones del G-20, en el que nuestros líderes planetarios se reprochan mutuamente la gestión de la crisis y se amenazan con medidas proteccionistas, guerras de divisas y cosas aún peores… porque eso es lo que está pasando. Durante esos fines de semana le dan al canapé y al champán; pero como si estuvieran en un cuadrilátero, miden sus fuerzas para sacar ventaja de la debilidad ajena. Por eso no es de extrañar que la mayoría de las reuniones, de unos años a esta parte, terminen en el más absoluto de los fracasos. Porque no hay voluntad de consenso, por mucha foto de familia que se hagan al final de estos certámenes.
Es fácil reconocer esta situación, cuando analizas el discurrir de la geopolítica y economía mundiales… “Por sus hechos, los conocerás”, decía un aprendiz de carpintero hace más de 2000 años.
En el artículo de hoy que inaugura este blog y al que todos/as sois más que bienvenidos… voy a centrarme en el conflicto que están librando Estados Unidos y sus aliados, por un lado, y los BRICS liderados por China y Rusia, por otro. En cierto modo, el escenario me recuerda a una reedición de la Guerra Fría. Aunque ahora, a diferencia de lo que ocurrió en el pasado, la lucha se está librando en el campo de la política monetaria y del “supuesto” libre comercio.
Lo que se discute, básicamente, es la primacía del sistema confeccionado en Bretton Woods (1944); que dio lugar a la creación del FMI y del Banco Mundial, que aseguró la hegemonía del dólar como moneda de intercambio internacional. Los países emergentes, que más que emergentes son re-emergentes (el término es increíblemente chauvinista, tratándose de culturas milenarias en la mayoría de los casos), reclaman un nuevo lugar en el mundo acorde con su nuevo status político-económico. No voy a profundizar en el proceso que ha propiciado el auge de los BRICS; pero es evidente que su evolución tiene que ver con el discurrir natural del capitalismo, cuya búsqueda de constantes beneficios motivó una fenomenal deslocalización industrial que, durante décadas, transfirió la riqueza de los países occidentales hacia los re-emergentes. Proceso que todavía continúa, aunque con menor intensidad.
El sistema creado en Bretton Woods no recoge las aspiraciones de los BRICS porque los subordina a unos centros financieros sobre los que no tienen ningún control; porque al tener que transaccionar en su moneda de referencia, el dólar norteamericano, quedan a merced de los “humores” de su Banco Central. Esto, que no supuso ningún problema durante la época de bonanza… pasó a ser un gran inconveniente al iniciarse la Gran Recesión. Porque desde entonces, la FED se ha embarcado en una política monetaria ultra laxa cuyas consecuencias se han dejado sentir muy negativamente en los países situados en la periferia del sistema… Siguiendo las propuestas de Keynes, Bernanke y los suyos han impreso cantidades colosales de dinero para parar las sucesivas olas deflacionarias generadas por esta crisis, cuyo impacto podía hacer retroceder a la economía norteamericana hacia escenarios de doloroso recuerdo.
Sin embargo, aunque estas medidas son “comprensibles” en clave de política interna… no han sido bien recibidas fuera de Estados Unidos. Las razones son bien conocidas, porque la sobreoferta de dólares en circulación ha generado un montón de problemas:
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Los países con vocación exportadora, han visto fortalecerse artificialmente sus divisas. Lo cual les ha creado problemas en la balanza de pagos.
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Los que dependen de las importaciones, han tenido que lidiar con altos niveles de inflación debido al aumento de los precios internacionales de las materias primas.
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La superabundancia de dólares ha devaluado las reservas de los países acreedores.
Todas estas circunstancias, aunadas a la actitud imperialista de Estados Unidos en ciertas latitudes, ha debilitado el interés de los re-emergentes en la deuda norteamericana. De este modo llegamos a una situación de difícil resolución… porque la pérdida de apetencia por los T-Bonds del Tesoro, ha obligado a la FED a cubrir parte de la demanda a través de sus programas de Quantitative Easing.
Esta situación podría revertirse si se aumentaran los impuestos y se recortaran los gastos superfluos como se ha hecho en Europa; pero como estas medidas son impopulares y no garantizan la reelección (porque el país podría entrar en recesión), los políticos de Washington han preferido transferir sus problemas a los países acreedores.
Más allá de las consideraciones sobre si los QE son efectivos para la revitalización de la economía y la creación de empleo, hay un hecho indiscutible: el mundo se va desacoplando del dólar poco a poco.
Con cada emisión de dinero, los acreedores se alejan un poco más… porque mengua la calidad de sus reservas y porque desconfían de una economía cuya deuda ya alcanza el 100% del PIB. Hubo un tiempo en que los norteamericanos hubieran podido honrar a sus tenedores de bonos, como hacemos en Europa. Pero en algún momento, decidieron no hacerlo… sea por el recuerdo de la Gran Depresión de los años 30 o porque creyeron que sus acreedores no tendrían otro remedio que comerse la devaluación monetaria -como pasó con Nixon en 1971, cuando abandonó el Patrón Oro -.
El divorcio entre Estados Unidos y sus acreedores, en especial los re-emergentes, ha tensado en extremo la política internacional. El bloque liderado por China y Rusia, que incluye a un nutrido grupo de países asiáticos, latinoamericanos y africanos, ha iniciado el camino del desacoplamiento del dólar a través de varias iniciativas que pretenden minimizar el progresivo deterioro de sus reservas. Las más significativas son las siguientes: la inversión de las divisas en la construcción de infraestructuras; su inversión en deuda pública ajena al dólar (como hicieron los chinos en 2010, para frenar la que parecía “irreversible” caída del euro); en empresas cotizadas de las bolsas occidentales; y, por supuesto, en oro físico.
La alegría con que los Bancos Centrales de China, Rusia, Turquía, Sudáfrica y de otros países compran oro, es un tema muy importante… porque se trata de una apuesta extremadamente bajista contra el dólar. Conviene detenerse en este punto, porque las consecuencias de esta estrategia político monetaria, nos afecta a todos.
Uno podría pensar que los chinos están imprimiendo yuanes para comprar tanto oro como quieran… pero la actual relación USD-CNY, que refleja la fortaleza del yuan, sugiere que los mandamases de Pekín están deshaciéndose de sus reservas en dólares para comprar materiales preciosos en el mercado.
O dicho de otro modo, los chinos están inundando el sistema de dólares en una suerte de Quantitative Esasing alternativo, que está fomentando su éxodo hacia las bolsas y el mercado de bonos. Y esto es la guerra, señores…! Porque al revalorizarse el yuan y otras divisas re-emergentes, éstos están devolviéndole a Estados Unidos la inflación provocada por la FED con sus planes de impresión masiva de dinero.
Ante tamaña iniciativa, uno se pregunta que es lo que está haciendo Bernanke y compañía: están retirando esos dólares de circulación? Es difícil saberlo… pero todo parece indicar que NO. Porque para retirar esos dólares se necesita una política monetaria restrictiva que podría convertir la actual recesión en una depresión; un error que ya cometieron en 1928 y que los titulares actuales de la FED, al ser keynesianos, no piensan repetir.
Como consecuencia de todos estos movimientos, la superabundancia de dólares se ha dirigido al único sitio donde puede ir: el mercado de bonos, sean corporativos o de deuda pública. Y menos, hacia las bolsas. La exhuberancia irracional que esto está provocando, se refleja en el entusiasmo por la renta variable y en la pasión desatada por el mercado de deuda, donde muchos operadores están haciendo su “agosto” con la reventa de bonos favorecida por la caída de los tipos de interés.
De momento, la FED está dejando hacer… tal vez porque espera que la caída generalizada de los tipos favorecerá el desapalancamiento de la economía. Por eso no es de extrañar que se oigan comentarios que afirmen que la prosperidad está a las puertas; porque el clima está mejorando y la extensión del crédito, tarde o temprano, llegará a la economía real. Pero en realidad se trata de una apuesta como cualquier otra… los que creen en ella están desinvirtiendo en activos refugio como el oro –el oro papel, para ser más exactos- y en cotizadas refugio como Apple, Inditex y otras.
El problema de esta apuesta, es que los datos macro no respaldan tanta euforia; ni en Estados Unidos ni en Europa. Ni tampoco contempla que los re-emergentes van a seguir comprando oro en las caídas para deshacerse de los dólares que tienen en cartera, cada cuál según sus objetivos. Y el de China sin duda, es hacerse con un volumen suficiente de reservas de oro, que respalden al yuan cuando decidan dejarlo flotar libremente en plena competencia con el dólar americano.