En el artículo sobre la calidad del balance del Santander he comentado que la mejora en los ratios de solvencia de la entidad venían derivados, al menos en parte, derivados de un cambio en las técnicas de medición de los riesgos. Es por tanto necesario entender las evoluciones y determinados datos que usa la entidad para valorar los riesgos reales de la entidad, con el fin de compararlos con los declarados y en consecuencia poder tratar de inferir la situación de la entidad.
Por lo que respecta a la evolución de los recursos propios computables ascendían en 2006, a un importe de 59.776 millones de euros, (según informe del segundo semestre), que se han convertido en 65.225 millones de euros al finalizar el ejercicio 2007. Como se puede comprobar, los fondos propios computables se incrementan por tanto en un poco menos de 5.450 millones de euros.
Sin embargo, este incremento de los fondos propios computables de 5.450 millones, no ha sido generado por su actividad económica, sino que es explicado por la emisión de valores convertibles en acciones por importe de 7.000 millones de euros emitida en el ejercicio 2007 por Santander Emisora 150 S.A.U. Por tanto ha de entenderse que en el ejercicio 2007, los recursos propios computables habrían empeorado sin el efecto de esta operación en 1.550 millones.
En todo caso, de 65.225 millones de euros, se ha pasado a un total de 62.277 millones al finalizar el ejercicio 2008, (según el informe financiero de 2008). Lo cual significa que en este ejercicio se ha producido un deterioro de los fondos propios computables. Por supuesto, debemos tener en cuenta que este deterioro de los recursos propios computables cercano a 3.000 millones de euros, debe tenerse en cuenta que incluye los efectos de la ampliación de capital por un importe de 7.195 millones de euros realizada en ese ejercicio. Es sencillo deducir que sin la contribución de esta ampliación de capital, los fondos propios computables habrían empeorado sin esta operación en un importe ligeramente superior a los 10.000 millones.
En el ejercicio 2009, los fondos propios computables ascienden a 79.704 millones de euros. Sin que existiese ninguna operación significativa de capital. Si nos damos cuenta, es el primer año desde el 2007, en el que los recursos propios de la entidad mejoran sin realizar operaciones de capital.
Debemos recordar que los fondos propios de la entidad, se incrementan vía ampliaciones de capital, emitiendo instrumentos de capital o con beneficios no distribuidos está claro que no es posible generar los 14.500 millones de fondos propios, con los 5.000 millones que se destinan a reservas, (resultado de restar a los 8.900 millones de beneficios en 2009, los dividendos repartidos por importe de 4.900).
Por tanto, debemos entender que por una simple aritmética la diferencia viene del cambio normativo para el cálculo de las provisiones necesarias expuesto en el anterior post. En este sentido el computo de los fondos propios, incluye según el artículo 12 del Real Decreto 216/2008, el saldo contable de la cobertura genérica correspondiente al riesgo de insolvencia de los clientes. En el caso particular de Santander los parámetros que usa en 2009, para determinar las pérdidas de riesgo están en la página 185 del documento de las cuentas del 2009; e incluyen pérdidas esperadas del 0,90% de los activos de riesgo, siendo los valores por segmento los siguientes:
|
Exposición (millones de euros) |
Pérdida Esperada |
Deuda Soberana |
104.457 |
0,03% |
Contrapartida |
70.688 |
0,21% |
Sector Público |
3.129 |
0,15% |
Corporativa |
131.703 |
0,20% |
Pymes |
186.321 |
1,31% |
Hipotecario Particulares |
302.395 |
0,23% |
Consumo Particulares |
111.452 |
3,41% |
Tarjetas de Crédito Particulares |
24.297 |
4,37% |
Otros Activos |
13.066 |
0,74% |
Mediante un sencillo cálculo entendemos que la pérdida esperada en los activos de riesgo según Santander asciende a 8.543,18 millones, Dado que el fondo de provisiones está fijado en 6.727 millones, la cobertura no alcanza el total de forma que en la partida de préstamos no alcanzamos el total del riesgo esperado, de forma que no contribuiría a los fondos propios.
Sin embargo, si debemos tener en cuanto que en caso de que las pérdidas finalmente sean superiores a las marcadas en el citado cuadro, estas tendrían que ser asumidas contra los fondos propios. Por lo tanto para evaluar la situación del banco Santander tenemos que tener en cuenta si las pérdidas son realistas, están infravaloradas o sobrevaloradas.
Es muy sencillo analizar esto, porque cada punto de desviación sobre la perdida esperada supondría pérdidas importantes que no están reconocidas.
Claro que nos queda la duda, de cómo es posible la impresionante subida de los fondos propios computables en el 2009, frente a los del 2008. La respuesta está en el punto c del artículo 12 del Real Decreto 216/2008 que dice:
“Las reservas de regularización, actualización o revalorización de activos, así como las plusvalías que se contabilicen dentro del patrimonio neto por aplicación a los activos del criterio de valor razonable, siempre que se sujeten a las normas contables vigentes para las entidades de crédito. El Banco de España podrá acordar, atendiendo a la volatilidad de los diferentes tipos de activos, una reducción de hasta dos tercios en su importe bruto”
Por tanto, por una simple deducción por eliminación, encontramos fácilmente la razón por la que los ratios de Santander han mejorado de forma espectacular, y que por cierto es la misma que explica la caída en los ratios impresionante en 2008. La situación de los mercados financieros y la caída en otoño de 2008 y el rally de 2009, explican la evolución de los ratios de Santander, a pesar de que todos tengamos la idea de que se deriva de la importancia del negocio bancario puro en Santander.
En este sentido me gustaría preguntarme otra vez por la famosa falta de ayudas de Santander. Porque es posible defender sin dificultad que las ayudas e inyecciones de todos los gobiernos a los mercados financieros han evitado el grave deterioro de la solvencia de Santander. Por supuesto, nos da una idea de la situación en la que puede quedar la actividad si los mercados financieros vuelven a caer.