Seguramente, no fue su intención, pero cuando Jerone Dijsselbloen, Presidente del Eurogrupo, compareció el pasado 27 de marzo ante la prensa para dar cuenta del acuerdo alcanzado entre las autoridades europeas y Chipre consiguió una notoriedad que no quería. La razón fue que Djsselbloen, también ministro de finanzas holandés, anunció que la solución lograda, con quitas para los depósitos, podría ser el patrón a aplicar a futuros rescates en la eurozona. Con esas sencillas palabras consiguió hundir las bolsas en esa jornada, lo que le reportó el estatus de “estrella mediática” europea y el sarcástico apodo de Mr Dj Boom, una abreviada asimilación de su apellido.
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Tal vez se le pueda intentar disculpar aduciendo que había descansado poco, ya que el pacto se había cerrado de madrugada. Pero, el fracaso comunicativo de Dijsselbloen fue mayor si cabe si se le compara con el objetivo que tenía que conseguir, que era “vender” un éxito cierto. Si lo piensan bien el acuerdo alcanzado evitaba la salida del euro de los chipriotas, a la vez que contenía y reducía la percepción de que el riesgo sistémico creciera en la eurozona.
Entonces, ¿qué salió mal y por qué las plazas financieras reaccionaron con caídas?
Pues porque se entendía que el Eurogrupo había sentado un peligroso precedente, al permitir que los depositantes asumieran, una parte de la carga del rescate. De algún modo, a partir de ese momento se asumía que los depositantes ya no eran “intocables”, lo que rompía un sagrado principio (el de “yo soy un modesto ahorrador y no un inversor”) y les abocaba a considerar y calibrar el “riesgo entidad bancaria” y el “riesgo país”. En suma, como escribió el economista Paul Krugman, fue como si hubieran puesto un cartel de neón en los bancos del Sur de Europa diciendo, “saquen su dinero de aquí”.
Por supuesto, los desafortunados comentarios de Dijsselbloen fueron matizados en un comunicado posterior del Eurogrupo, al igual que el sentido de las decisiones tomadas fue mejor explicado, atendiendo a lo especial de Chipre. Un país con unos rasgos muy particulares que difícilmente hacían trasladable a otro país su solución. Ciertamente, las necesidades de recapitalización del sector bancario de esta nación se situaban en el 60% del PIB del país, claramente por encima del 40% que necesitó Irlanda, del 27% que precisó Grecia, o del 6,5% de España. Además, con una deuda pública sobre PIB del 86%, si se le hubiera sumado ese 60% el endeudamiento público habría llegado al 145%, un nivel insoportable para el erario público y de difícil retorno para el país. Igualmente, la alternativa de una quita era muy complicada, ya que los mayores tenedores de deuda pública chipriota eran los bancos del país, lo que todavía habría dañado más al sector.
Del mismo modo, hay que señalar las dos características propias del sector bancario chipriota que hace que el rescate tenga que recaer sobre los depositantes. Primero, el monto total de los depósitos bancarios se eleva a 72.000 millones de euros, frente a un PIB nacional de 18.000 millones. Mientras que en el caso español, el total de los depósitos suman 1,48 billones de euros, cuando nuestro PIB es de alrededor de 1 billón de euros. Segundo, la mayoría de los depósitos chipriotas son de residentes, con lo que o bien, los chipriotas son unas increíbles “máquinas de ahorrar”, respecto a los españoles, o es que era muy fácil, pongamos para un ciudadano ruso, convertirse en residente chipriota. Tercero, la financiación del sistema bancario chipriota se basaba en ese ingente flujo de depósitos que les llegaba de sus “residentes” y en la financiación interbancaria. Sumados ambos conceptos eran ya el 95% de los pasivos chipriotas, con lo que no había otro tipo de deudores, bonistas o preferentistas, sobre los que descargar la quita.
Por tanto, ¿son los españoles ahora más inseguros que en febrero? Ciertamente no. Tras la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, el gobierno irlandés sintió el vértigo del momento y decidió garantizar por ley el 100% de los depósitos. Algo difícil de creer, pues en la práctica suponía un montante que podía ir entre los 400.000 y 500.000 millones de euros, es decir, más de 2 veces el PIB del país. Sin embargo, otros países como Alemania y Dinamarca le siguieron. De este modo se llegó a la aprobación de una directiva europea que fijaba la garantía de los depósitos en 100.000€, pues si no se podía entender que algunos depositantes europeos estuvieran más protegidos en algunos países que en otros. Posteriormente, con el Real Decreto Ley de mayo de 2010 trasponía esa normativa al marco legal español por lo que el Fondo de Garantía de Depósitos subía de 20.000€ a 100.000€. Ésta es la situación legal en España, por lo que no hay que llamarse a engaño, el 100% de los depósitos nacionales no ha estado, ni está garantizado al 100%. Aunque, nos da mucha tranquilidad saber que el rescate bancario que ha llegado a Chipre, ya le llegó a España y que aquí se respetaron íntegramente los depósitos, con lo que vamos varios pasos por delante del peor escenario posible.
Dicho esto, la última cuestión sería, ¿siguen siendo atractivos son los depósitos actualmente como productos de inversión? Me da la sensación de que cada vez menos. ¿Por qué? En primer lugar, la fiscalidad ha empeorado notablemente. Desde el 1 de enero de 2012 la tributación ha subido. Actualmente, para las rentas de capital que van de 0 a 6.000€ se tributa al 21%, entre 6.000,01€ y 24.000€ se tributará al 25%, y para más de 24.000€ un espectacular 27%. En este punto tan sólo señalar que esta escala difícilmente se reducirá por las necesidades de control del déficit del estado. Anteriormente, las rentas hasta 6.000€ tributaban al 19% y a partir de ahí al 21%. En segundo lugar, la rentabilidad ha caído como consecuencias de las directrices del Banco de España que quiere proteger los resultados de los bancos (tanto nacionalizados como no nacionalizados). Antes de Navidad, el supervisor llamó a las principales entidades financieras del país y les "recomendó” que a partir de principios del 2013 abandonaran la guerra de depósitos. En concreto, fijó el tope del 1,75% para los depósitos a un año, del 2,25% para los de dos y del 2,75% para los de tres.
Por tanto, y como conclusión, un par de ideas. La primera, es que las condiciones actuales en España están invitando al ahorrador español a abandonar paulatinamente los depósitos y pasarse a otros productos como la renta variable o los fondos de inversión.
Así que, si me permiten un consejo, hablen con su asesor de inversiones y comiencen a otear el mercado. La segunda, que el activo libre de riesgo, ese concepto que nos explicaban en la Universidad, no existe, porque no hay garante universal para todos los depósitos europeos. Y si, por ejemplo, alguien argumenta “Siempre nos quedará Luxemburgo” uno de los lugares del mundo más reputados financieramente, consideren lo siguiente, los activos alojados en su sistema financiero son 21,7 veces su PIB. Así que, ya me dirán si el gobierno luxemburgués o el mismísimo Gran Duque de Luxemburgo, Enrique, son capaces de ser garantes de todo eso.