“Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”.
Ernest Shackleton no era un explorador novel. En 1909 él y otros tres compañeros se habían quedado a tan sólo 180 kilómetros del Polo Sur, con lo que establecieron una nueva marca de aproximación al polo magnético, aunque hubieron de desistir por el frío y la falta de alimentos. En esta travesía Shackleton demostró sus dotes de líder y forjó una tremenda camaradería con su tripulación por lo que adquirió el sobrenombre de “El Jefe”. A su vuelta fue nombrado caballero y recibido como héroe.
El logro de llegar al Polo Sur no fue para un británico, ya que en 1911 Roald Amundsen, un explorador noruego, batió por 35 días a Robert Scott el enviado por los británicos para conseguirlo. Amudsen alcanzó el éxito gracias a una cuidadosa preparación previa y una gran estrategia, pues utilizó para el transporte perros de raza groenlandesa que se adaptaron sin dificultad al medio. Además, no dudó en sacrificar algunos canes a mitad de expedición para alimentar al resto y dejar un depósito de carne que usar a la vuelta. Así, aminoró el peso en el trineo pues no necesitaba tantas raciones de alimento. De hecho, partió con 52 perros y volvió con sólo 11, tras 99 días de viaje de ida y vuelta. Un trabajo sencillamente impecable. Mientras, Scott utilizó principalmente caballos mongoles que debían de acarrear su avena en el trineo, lo que exigía un mayor esfuerzo de los animales. Desgraciadamente, los caballos murieron, pues el sudor se les quedaba en la piel y se les congelaba, lo que condenó a los expedicionarios a arrastrar sus trineos. Scott y su equipo llegaron al Polo Sur, donde encontraron una carta de Amudsen y la bandera noruega, lo que les desmoralizó. A la vuelta perecieron todos. Al menos, Inglaterra los aclamó como héroes.
Ocho días después, Shackleton tomó 5 hombres y el mejor de los botes, de 7 metros, y se dirigió a la isla de Georgia del Sur, situada a nada menos que 650 millas náuticas. Tras enfrentarse a un mar embravecido, en uno de los lugares más peligrosos del planeta y con grandes dificultades para orientarse, consiguieron alcanzar su objetivo 16 días después. Este viaje fue calificado como “sin rival” en la historia de la navegación. Sin embargo, pusieron pie en la parte deshabitada de la isla, por lo que sin otra opción, Shackleton la cruzó con dos de los hombres en 36 horas, con la particularidad de que el terreno era inexplorado, montañoso y lleno de glaciares. Por fin, llegaron al otro lado, a la bahía de Stromness donde estaban las bases balleneras. Los marinos de la isla rescataron al día siguiente a los tres hombres que se habían quedado en el bote.
No obstante, aún se tardaron 4 meses en rescatar a los 22 hombres que permanecían en la Isla Elefante, pues las malas condiciones meteorológicas frustraron 3 intentos. Finalmente, el 30 de agosto de 1916 el buque chileno Yelcho, con Shackleton abordo alcanzó la isla. Todos sobrevivieron.
Características de un líder
La expedición de Shackleton afrontó numerosas situaciones que parecían fatales. Pero, en cada ocasión jugaron sus cartas y salieron adelante. Parte de su éxito se debe a la suerte, es cierto, porque, por ejemplo, una ola de 16 metros podía haber acabado con ellos en el camino a la isla de Georgia del Sur. Pero, también hay que reconocer el mérito de Shackleton y su liderazgo, que en situaciones extremas consiguió llevar a sus hombres hacia delante. ¿Qué lecciones podemos extraer?
Si el escenario cambia, sé flexible con los objetivos. El barco en el que veníamos acaba de ser aplastado por el hielo. El plan inicial, cruzar la Antártida, queda descartado. No hay rescate posible.Nuevo objetivo: hay que regresar. Actualmente, muchas empresas se ven sacudidas por un escenario nuevo en el que la desaceleración golpea sus resultados, lo que se traduce en un cambio de objetivos. Como dice Antonio Catalá, creador de AC Hoteles, “tienes derecho a meter la pata.Pero, si te equivocas, hay que sacar la pata cuanto antes”. ¿Qué se ha de hacer cuando los objetivos empresariales se cambian? COMUNICAR el nuevo rumbo al equipo. Si la idea sólo permanece en la cabeza del líder, el equipo no reaccionara bien pues considerara que la decisión es una imposición. El líder ha cambiado su visión, a la luz de las nuevas circunstancias, y suya es la misión de volver a hacer creer al equipo en ella.
El discurso equilibrado. En las situaciones de crisis, Shackleton habla con su tripulación y les transmite “ideas fuertes”. No se deben de alarmar por la pérdida del barco, pues con trabajo duro y una cooperación leal serán capaces de volver. El discurso sirve para devolver la calma y la confianza, a través de una exposición realista de los hechos. Shackleton adoptaba siempre un tono sincero y resolutivo, lejos de los histrionismos.
El líder guia con su ejemplo. El trabajo más pesado corresponde al líder. Él los metió en la aventura y él los sacará. Él encabezará todas las partidas del rescate. Además, cada vez que había problemas Shackleton re-dirigía el esfuerzo de sus hombres a tareas cercanas, para evitar el desfallecimiento moral. Levantar un campamento, salir a cazar, arrastrar el equipo una milla por el hielo... Objetivos a corto plazo, fáciles de conseguir, pero, sin olvidar el objetivo a largo plazo, volver. Además, sus declaraciones y sus acciones posteriores eran coherente. Por ejemplo, tras recordar a sus hombres que cualquier peso superfluo les restaría posibilidades de sobrevivir, se abrió la parca, sacó una pitillera de oro y la dejó caer sobre la nieve, abandonándola.
Pensamiento en positivo. Podemos. La fortaleza mental y la paciencia son dos características básicas de todo líder. Cuarenta grados bajo cero, a más de 1.000 millas de toda civilización, las reservas de comida se agotan.
Para acabar, un consejo. Si en esta coyuntura económica sienten miedo ante lo que se avecina, imaginen lo que debieron de sentir los tripulantes del Endurance la noche que escucharon desde sus tiendas el crujido de las tablas de su barco cuando las placas de hielo lo partieron. Piensen en su situación y compárenla con la suya. Si todavía no se sienten aliviados, imaginen lo que Shackleton les diría... Y háganlo.