Dicho esto, los particulares deberíamos tener como único benchmark a nuestro retorno objetivo en periodos muy largos. Da igual lo que haga la Bolsa. Lo que tenemos que conseguir es que nuestro dinero nos satisfaga de la manera que sea, pero que nos satisfaga. Y esta satisfacción no debería ser a corto plazo sino a muy largo plazo, para ponerlos las cosas más sencillas y para satisfacer objetivos importantes.
Personalmente, mis objetivos son los siguientes. El primero de todos es ganar a la inflación a largo plazo. Para ir un poco holgado, coloco este primer objetivo en un 4% anual. En segundo lugar, pretendo ir construyendo mi propio plan de pensiones por lo que invierto con vistas siempre a unos 40 años vista. No me refiero a que cada vez que compre una empresa la quiera mantener por 40 años, sino que mi objetivo de rentabilidad anual persigue siempre un objetivo superior de un plazo superior (en este caso 40 años). ¿Puede una determinada acción ofrecerme mi retorno anual objetivo? Dependiendo de la respuesta la compraré o no.
Con el capital del que dispongo, el plazo que tengo, los dividendos que espero recibir y las nuevas aportaciones que iré haciendo conforme pasen los años, con que obtenga un 4% más de rentabilidad, alcanzaré mi objetivo de jubilación. Por tanto, lo que busco es un 8%-9% anual durante los próximos 40 años.
Como es una tasa de rentabilidad coherente con la rentabilidad de largo plazo de las Bolsas, hay muchas empresas que, compradas a un precio razonable, pueden dármela. Lo único que hago es elegir, de entre todas las posibles, sólo aquellas que tengan un menor riesgo y que, por tener un margen de seguridad superior, puedan darme algún punto porcentual extra (aunque me basta con que no me lo quite). (Lo describo de forma sencilla para que se entienda lo que quiero decir, pero este es el trabajo más complicado del mundo.)
El benchmark de cada uno, el objetivo anual de rentabilidad basado en un objetivo de mayor plazo, determina todos los detalles de nuestra inversión. Los determina absolutamente todos. Y es que en base a él, tendremos que establecer nuestro perfil riesgo, seleccionando los activos en los que podremos invertir y desechando aquellos activos que nos están vetados.
Muchas veces me han comentado, y no sin razones, que por qué con un objetivo tan poco ambicioso me meto en renta variable y no en renta fija. El primer motivo es que la RV es el “activo” donde con mayor probabilidad voy a poder alcanzar mis objetivos. El segundo motivo es que aun soy muy joven (25 años y estoy como un toro) y puedo aprovechar la seguridad del largo plazo. Y el tercer motivo es que para obtener un 8% en RV se puede invertir en las empresas de menor riesgo, mientras que para obtener un 8% en RF hay que aumentar el riesgo de los activos comprados. No hay que aumentarlo mucho, pero ya es algo superior al de la RV (excepto en contadísimas ocasiones en las que tras un credit crunch se pueden comprar bonos AAA a un buen precio, pero esa es la excepción – los amigos de Fresh Family Office son unos expertos sobre este tema).
Tener un benchmark de largo plazo es, como podéis ver, una pieza fundamental en la estrategia de cualquier inversor particular. Sin embargo, pocos la tienen.
La mayoría viene a la Bolsa como vine yo por primera vez; es decir, simplemente a ganar dinero y cuanto más mejor. Esa falta de dirección, nos mueve hacia aquellos activos en los que se puede ganar más dinero (léase, los activos de mayor riesgo) y esto supone que terminemos irremediablemente arruinados. Es la misma actitud de quien va al Casino: busca una rentabilidad alta y rápida para satisfacer un objetivo inmediato. Y al final palma. El Casino gana. La Bolsa gana. El jugador, en ambos casos, pierde.
Como veis, esta es una forma de pensar más típica del inversor de largo plazo que del especulador y, por tanto, más propia del fundamentalista que del técnico. Sin embargo, creo que a los técnicos también les ayudaría tener en mente un objetivo a muy largo plazo aunque operen a plazos muy inferiores. Creo que eso les ayudaría a controlar sus riesgos y a optimizar sus sistemas de money management. No se me ocurre cómo alguien que va saltando de un activo a otro en busca de la máxima rentabilidad a corto plazo puede integrar de manera coherente este importante factor en su estrategia, pero supongo que alguna habrá. En cualquier caso, siempre es bueno saber a dónde se pretende llegar.
Una de las cosas que me hubiera venido muy bien cuando empecé a operar en Bolsa es haberme planteado a dónde quería llegar. Lo que pretendía en ese momento era duplicar cada tres meses, pero no me refiero a eso. Me refiero a una meta con sentido económico. Una meta razonable y asumible. Y, una vez establecida, pensar cuál es el camino más sencillo para llegar hasta ella.
El haberme creído los típicos cantos de sirena que pregonan la posibilidad de obtener dinero fácil, rápido y con poco trabajo en la Bolsa, hicieron que mis expectativas estuvieran totalmente equivocadas. No sabía lo que quería o, mejor dicho, quería exactamente lo mismo que un jugador de Casino. Como era de esperar, me pasó lo mismo que le ocurre a todo jugador: me arruiné. Y ese fue el golpe que necesitaba para tener verdaderamente claros mis objetivos. Pero, creedme, no fue el camino más sencillo para fijarlos. Había antes muchos otros que, por pardillo, fantasma, creído y chulo había ignorado.
Por eso, antes de comprar o vender, siempre pienso en mi objetivo. ¿Es esta operación coherente con mi benchmark? En un 99% de las ocasiones respondo que NO y por eso no muevo mi cartera. Y os aseguro que esta manera de actuar es la que más veces me ha librado de un buen palo.
De nuevo el largo plazo es el mejor aliado de los pequeños inversores. Es la herramienta más potente contra nuestra propia estupidez.