Uno de los graves problemas del mercado laboral es la situación de la generación más formada de toda la historia de España, (recordemos que es una frase del no tan formado ministro de fomento). En este campo estamos ante un problema que afecta a esta generación principalmente pero que a su vez impacta sobre el resto de las generaciones.
Con frecuencia asumimos que los contratos formativos, de prácticas, los contratos basura, las empresas de trabajo temporal, los contratos temporales de forma masiva y toda suerte de contratos de trabajo que suponen unos derechos apenas existentes para los trabajadores, y a su vez una retribución completamente desproporcionada, (por debajo, consecuencia de las condiciones de negociación que las personas que acaban en esta formulas de contrato tienen), son algo que ha estado a lo largo de toda la historia y que resulta que no se puede crecer de otra forma que tirando de estos mecanismos.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que hasta bien entrados los años 90 todos estos conceptos eran algo propio de la ciencia ficción. Es curioso comprobar que cuando Felipe González, (PSOE) y luego José María Aznar, (PP), comenzaron a reventar el mercado laboral imponiendo unas condiciones totalmente absurdas, las protestas fueron mucho mayores que cuando nuestro insigne presidente y nuestra casta empresarial y política actual llevan la destrucción del entorno a límites insostenibles.
El argumento para todos estos tipos de contratos, con estas condiciones, e incluso para todos aquellos puestos de trabajo que están sin contratos y con condiciones aún peores son simples y las hemos oído unas cuantas veces. Un parado, (antes se decía un joven, pero ahora la situación empieza a ser generalizada), prefiere estar trabajando aunque sea cobrando poco y con unas condiciones algo discutibles, que seguir en el paro.
Ya en mi generación, (recuerdo que nací en 1972 y por tanto licenciado en 1995), empezaba a ser generalizada la idea de que teníamos que entrar de temporales o becarios, para meter la pata en la empresa y conseguir un poco de experiencia para intentar abrir puertas. El problema era (y hoy es mayor) muy simple. Generalizando el uso de becas, contratos de prácticos y contratos basura para entrar en el mercado laboral, lo que se hacía era entrar, pero no entrabas al mercado laboral, sino que se entraba en una dinámica en la que se creía que entrar con una beca era como entrar en el recibidor del mercado. De ahí podríamos pasar a la zona noble, sin embargo, una vez acabadas las becas o una vez acabado el contrato de obra o de circunstancias de la producción teníamos una situación curiosa. Resulta que como las empresas cubrían sus necesidades de mano de obra con estos tipos de contrato, la realidad es que no había los puestos a los que se pretendía acceder.
Esto significa que se acepta un puesto de becario para acceder a un mercado laboral, y un buen día nos encontramos todos con que el mercado laboral ha desaparecido por este subproducto que todo el mundo aceptó. Los trabajadores con contratos decentes firmados en los 80 o principios de los 90, porque no iban con ellos; los jóvenes porque teníamos ganas de empezar a trabajar, ganar nuestro dinerito y por tanto aceptábamos lo que fuese y desde luego los empresarios que vieron un acceso a una cantidad impresionante de mano de obra con costes ridículos que en un modelo de especulación salvaje y protecciones a la oferta, proporcionaba unos beneficios ingentes.
Hoy la situación ha degenerado tanto que en el diario Expansión nos encontramos con un artículo en el que lo que se defienden son las ventajas de trabajar gratis. Los argumentos son básicamente los mismos que se usaban para defender la existencia de becas, o contratos basura. ¡Cada vez más gente está dispuesta a asumir los costes de trabajar gratis para conseguir demostrar algo y conseguir hueco en una empresa!; lo malo es que a medida que nos encontramos con gente dispuesta a trabajar gratis, nos encontramos con que las empresas tienen a su disposición personas que (según nos cuenta el artículo), “tienen más ambición, más hambre que aquellos que perciben un salario. Y además son más creativos”, y sobre todo, (que es lo que se han olvidado en el artículo: ¡Más baratos!.
Esto nos lleva a una espiral, que es conocida; como las condiciones se deterioran, más gente está dispuesta a hacer más por menos, y esto nos lleva a que las condiciones se deterioren más en una espiral que sólo se detendrá cuando se llegue a una situación de colapso total (en la que estamos ya), por el pequeño detalle, de que no se puede destrozar las condiciones de la renta de una parte significativa de la sociedad y esperar que esto se aguante.
En definitiva, hemos olvidado que toda la normativa laboral que se ha ido desarrollando a partir de la gran depresión y de la segunda guerra mundial, no fue sino una respuesta a una situación de crisis, en la que además existía el riesgo de un bloque de comunismo. Como en tantas y tantas medidas que se han tomado en la segunda mitad del siglo XX, existía toda una suerte de medidas que iban destinadas a equilibrar mercados.
En particular, es imperativo equilibrar las relaciones de poder entre empresarios y trabajadores, para que el mercado funcione; (el libre mercado exige el equilibrio de poder). La estructura del mercado es lo que determinará los precios de los bienes y servicios intercambiados, (en este caso sueldos), lo que a su vez determinará la cantidad demandada de estos servicios, (asignación de factores), lo que a su vez implicará las relaciones sobre la productividad.
Por otra parte, la estructura de este mercado afectará también a los ingresos de los clientes lo que acabará determinando también lo que se produce.
Por tanto, los desequilibrios en el mercado laboral, que a corto plazo generan unos grandes beneficios son una clave importante para explicar toda la situación que se ha generado y desde luego será una utopía pensar que se puede solucionar la situación sin equilibrar esta situación.
Esto es lo que nos ha enseñado la historia, que nos muestra que las intervenciones para equilibrar este mercado no fue una dadiva, sino que fue algo necesario, y que en el momento en que se revierte siempre acaba en tragedia. Lo que está claro es que condenando a una generación a la precariedad, tendremos consecuencias tan extrañas como la falta de la natalidad; (recordemos que es una consecuencia) y tendremos que diseñar un modelo económico en el que se producirá intensivamente con mano de obra, (porque es barata), y por supuesto elementos de bajo valor añadido, (consecuencia de bajos sueldos de los clientes), y que se basará en la especulación pura y dura, (los beneficios o vienen de la innovación y la inversión o vienen de la especulación). ¿Alguien esperaba otro modelo económico?.