La gestión activa es un enfoque de inversión en el que los administradores de fondos tratan de superar el rendimiento del mercado mediante la selección de acciones, bonos u otros activos individuales en los que invertir. A diferencia de la gestión pasiva, que se centra en replicar el rendimiento de un índice o mercado en particular, la gestión activa implica una toma de decisiones más activa y táctica en la selección de los activos.
La gestión activa es un enfoque o
estrategia de inversión en el que un gestor de fondos o un equipo de gestores toma decisiones específicas sobre las
inversiones que formarán parte de su
cartera de activos, con el objetivo de superar el
rendimiento de un
índice bursátil de referencia o
benchmark. En otras palabras, la gestión activa implica el seguimiento y la evaluación constante de las inversiones para tomar decisiones informadas y oportunas con respecto a la compra, venta y mantenimiento de
activos financieros, como
acciones y
bonos.
Una de las principales características de la gestión activa es el uso de la investigación y el
análisis para tomar decisiones de inversión. Los gestores de fondos activos estudian a fondo las empresas, los
sectores y las tendencias del mercado, así como aspectos
macroeconómicos, para identificar oportunidades de inversión que puedan generar
rentabilidad superior a la de su índice de referencia. Esta investigación puede incluir el
análisis fundamental, que se centra en aspectos financieros y operativos de las empresas, y el
análisis técnico, que evalúa patrones y tendencias en los precios de las acciones.
Además, la gestión activa puede tener diferentes estilos de inversión, como el
enfoque de crecimiento, que se centra en empresas con expectativas de crecimiento por encima de la media; el
enfoque de valor, que busca acciones infravaloradas en función de sus fundamentales; o el enfoque de renta, que se enfoca en empresas que pagan
dividendos atractivos y sostenibles.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la gestión activa también tiene sus desafíos y riesgos. Uno de los principales obstáculos es el coste asociado a este enfoque, ya que los fondos de gestión activa suelen cobrar
comisiones más altas que los fondos de
gestión pasiva. Estas comisiones se deben, en parte, al trabajo de investigación y análisis que realizan los gestores, así como al mayor volumen de transacciones en comparación con la gestión pasiva. Además, no todos los gestores activos logran superar a sus índices de referencia de manera consistente, lo que puede generar decepción entre los inversores.
Una curiosidad sobre la gestión activa es que, en momentos de
incertidumbre en el mercado, puede ser más efectiva que la gestión pasiva. Esto se debe a que los gestores activos tienen la capacidad de reaccionar rápidamente a las condiciones cambiantes del mercado y ajustar sus inversiones en consecuencia, mientras que los fondos de gestión pasiva suelen mantener sus posiciones sin importar las circunstancias.
Características de la gestión activa
La gestión activa en bolsa es un enfoque de inversión que busca superar el rendimiento de un índice de referencia o benchmark, a través de la selección y el seguimiento constante de los activos financieros que forman parte de la cartera. En base a lo ya mencionado, destacamos las principales características de la gestión activa en bolsa:
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Análisis e investigación: Los gestores de fondos de inversión activos llevan a cabo un exhaustivo análisis de las empresas, sectores y tendencias del mercado, así como de factores macroeconómicos, con el fin de identificar oportunidades de inversión que puedan generar un rendimiento superior al del índice de referencia. Este análisis puede incluir el estudio de aspectos fundamentales, como los estados financieros y las perspectivas de negocio, y aspectos técnicos, como los patrones de precios y volúmenes de negociación.
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Decisiones de inversión: A diferencia de la gestión pasiva, que se limita a replicar un índice, la gestión activa implica la toma de decisiones de inversión específicas y oportunas sobre la compra, venta y mantenimiento de activos financieros. Los gestores activos pueden ajustar sus carteras según las condiciones del mercado y sus expectativas sobre el rendimiento futuro de los activos.
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Diversidad de estilos de inversión: La gestión activa permite adoptar diferentes estilos de inversión, como el enfoque de crecimiento, centrado en empresas con perspectivas de crecimiento por encima de la media; el enfoque de valor, que busca acciones infravaloradas en función de sus fundamentales; o el enfoque de renta, que se enfoca en empresas que pagan dividendos atractivos y sostenibles.
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Gestión del riesgo: Los gestores activos pueden emplear diversas estrategias de gestión del riesgo, como la diversificación de la cartera, la asignación de activos o el uso de instrumentos financieros derivados, con el objetivo de proteger el capital de los inversores y mejorar el rendimiento ajustado al riesgo.
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Costes y comisiones: La gestión activa suele implicar costes y comisiones más altos que la gestión pasiva, debido al trabajo de investigación y análisis, y al mayor volumen de transacciones. Estos costes pueden afectar el rendimiento neto de la inversión, especialmente si el gestor no logra superar al índice de referencia de forma consistente.
Ventajas y desventajas de la gestión activa
La gestión activa, como enfoque de inversión que busca superar el rendimiento de un índice de referencia a través de la selección y seguimiento de activos financieros, presenta tanto ventajas como desventajas. A continuación, se señalan y explican las principales ventajas y desventajas de la gestión activa, manteniendo el hilo conductor de lo ya mencionado.
Ventajas de la gestión activa:
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Potencial de rentabilidad superior: La gestión activa permite a los inversores buscar un rendimiento superior al del índice de referencia, aprovechando las oportunidades de inversión identificadas mediante el análisis y la investigación.
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Flexibilidad y adaptabilidad: Los gestores activos tienen la capacidad de ajustar sus carteras en función de las condiciones del mercado, las expectativas de rendimiento y los factores macroeconómicos. Esto les permite adaptarse a distintos entornos de inversión y aprovechar las oportunidades que puedan surgir.
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Gestión del riesgo: La gestión activa permite emplear diversas estrategias de control del riesgo, como la diversificación, la asignación de activos o el uso de derivados, lo que puede ayudar a proteger el capital de los inversores y mejorar el rendimiento ajustado al riesgo.
Desventajas de la gestión activa:
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Costes y comisiones: La gestión activa suele implicar costes y comisiones más altos que la gestión pasiva, debido al trabajo de investigación y análisis, así como al mayor volumen de transacciones. Estos costes pueden afectar negativamente el rendimiento neto de la inversión, especialmente si el gestor no logra superar al índice de referencia de manera consistente.
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Riesgo de desempeño del gestor: La gestión activa está sujeta al riesgo de que el gestor no sea capaz de identificar oportunidades de inversión adecuadas o de gestionar eficazmente la cartera, lo que puede resultar en un rendimiento inferior al del índice de referencia o incluso en pérdidas.
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Dificultad para superar el índice: Diversos estudios han mostrado que una proporción significativa de fondos de gestión activa no logra superar de manera consistente a sus índices de referencia, lo que puede hacer que la gestión activa no sea siempre la opción más rentable para los inversores.
¿Es mejor la gestión activa o la gestión pasiva?
Habiendo analizado previamente los conceptos de gestión activa y gestión pasiva, así como sus características, ventajas y desventajas, es común preguntarse cuál de las dos estrategias de inversión es mejor. La respuesta a esta cuestión no es única, ya que la elección entre gestión activa y gestión pasiva dependerá de diversos factores relacionados con los objetivos de inversión, el perfil de riesgo, el horizonte temporal y las preferencias individuales de cada inversor.
La gestión activa puede ser más adecuada para aquellos inversores que buscan obtener rentabilidades superiores a las del mercado, mediante la selección y seguimiento de activos financieros específicos. Este enfoque requiere confiar en la habilidad del gestor para identificar oportunidades y gestionar el riesgo de manera eficiente. Sin embargo, cabe recordar que la gestión activa suele implicar costes y comisiones más altos, y no siempre garantiza un rendimiento superior al índice de referencia.
Por otro lado, la gestión pasiva puede resultar más atractiva para aquellos inversores que prefieren un enfoque más conservador y de menor coste. Al replicar el rendimiento de un índice de referencia, la gestión pasiva suele tener costes más bajos y ofrece una mayor diversificación, lo que puede ser especialmente interesante para inversores con un perfil de riesgo más moderado o aquellos que no cuentan con el tiempo y los recursos para supervisar activamente su cartera de inversiones.
En conclusión, no existe una respuesta única a la pregunta de si la gestión activa o la gestión pasiva es mejor, ya que ambas estrategias de inversión presentan ventajas y desventajas. La elección entre una u otra dependerá de las circunstancias específicas y las preferencias de cada inversor.
Ejemplo de gestión activa
Habiendo abordado los aspectos fundamentales de la gestión activa y la gestión pasiva, es útil proporcionar un ejemplo que ilustre cómo funciona la gestión activa en la práctica y permita al lector comprender mejor este enfoque.
Imaginemos a un gestor de fondos llamado Luis, que dirige un fondo de inversión con una estrategia de gestión activa. Luis investiga y analiza continuamente diferentes acciones, bonos y otros instrumentos financieros con el objetivo de identificar oportunidades de inversión que, según su criterio, podrían generar rendimientos superiores al mercado.
Luis, en función de sus análisis y experiencia, decide invertir en una selección de empresas del sector tecnológico que, a su juicio, cuentan con un gran potencial de crecimiento en los próximos años. A lo largo del tiempo, Luis realiza un seguimiento constante de las empresas en las que ha invertido, ajustando la cartera cuando lo considera necesario, ya sea porque algunas empresas no cumplen con sus expectativas o porque encuentra nuevas oportunidades más atractivas.
Así, a través de la gestión activa, Luis intenta batir el rendimiento de un índice de referencia, como el IBEX 35 en España, mediante la selección y el seguimiento de activos específicos. La efectividad de la estrategia de Luis dependerá de su habilidad para analizar y seleccionar las inversiones adecuadas, así como de su capacidad para gestionar los riesgos y adaptarse a las condiciones cambiantes del mercado.