No se me suele dar bien profetizar, además uno empieza a endiosarse si acierta y se pone repelente. Pero bueno, como se me ocurrió esta idea a primeros de año y tengo un blog, pues adelante, que sea lo que deba ser.
Hasta finales de 2011 el discurso económico del eje francoalemán, los "tecnócratas" de Atenas y Roma de la escuela de Goldman Sachs y, en el fondo, toda la zona Euro ha girado en torno a los recortes. Es decir, disminución del gasto público para tratar de contener el déficit público, y de esta forma el montante creciente de deuda pública. Ya hemos visto para que ha servido. Salvando el ejemplo de Irlanda, sustentada en el trabajo generado por las corporaciones atraídas por un impuesto de sociedades del 12,5%, en el resto de los países de la zona euro en que se han aplicado medidas estrictas (o sea, bajada de salarios a funcionarios, recorte de pensiones o alargamiento de tiempo de cotización, recorte en inversiones públicas, no renovación de efectivos públicos, disminución de subsidios, etc.) el desempleo ha subido o se ha disparado, el déficit no se ha contenido como se esperaba y la prima de riesgo ha necesitado de un BCE muy activo. En el fondo no se ha hecho bien en muchos casos, y es que una política tan restrictiva acaba por ahogar una economía como ya predijo Keynes. La prueba de ello es que los países con más problemas de deuda de la zona euro han entrado en recesión de nuevo, entre ellos España.
Bien, una vez vistos los efectos de volver a aplicar las políticas de los años 1.930-1.932 a una crisis económica, o el neoliberalismo aplicado en Europa, ya surgen voces a primeros de año sobre dar el paso que se dio en 1.933 (que casualidad, justo cuatro años depués del inicio de la crisis, como ahora...). ¿Vuelve Keynes? La primera en hablar fue por supuesto la Comisión Europea por voz de Durao Barroso, pero como está ya acostumbrado a que no le hagan caso, los medios se hicieron eco a posteriori de lo dicho por Frau Merkel en su cumbre franco-italiana con Monti a primeros de mes, donde se hablaba claramente de empezar a crear "medidas de estímulo para relanzar la economía europea). Y ya el día 26 de Enero nuestro presidente acoge la idea con agrado y habla de utilizar los excedentes de los fondos europeos para crear empleo juvenil. En definitiva, se extiende como un reguero de pólvora por Europa en menos de un mes la siguiente idea: Ya estamos haciendo recortes y vamos en la senda de estabilizar el gasto público, pero la economía se nos muere si nos limitamos a esto. Va a ser necesario introducir medidas de estímulo económico para invertir, relanzar la producción y crear puestos de trabajo.
Se defina uno Neokeynesiano o de la Escuela Austríaca, esté de acuerdo con el giro tan brutal que ha dado el discurso del establishment en pocas semanas o no, en un par de cosas sí que estamos todos de acuerdo:
1) Introducir medidas de corte keynesiano para relanzar la economía necesita de un incremento notable del gasto público. Y si hay algo que no se pueden permitir ciertas economías europeas es, precisamente, más fasto (uy perdón, en que estaría yo pensando, quería decir "gasto") público. Luego si se requiere de cierto montante megamillonario para realizar ciertas inversiones fomentadas por la res pública, necesitamos recurrir a otras fuentes de financiación. ¿Y quién está dispuesto a financiar? Hay economistas que promulgan introducir una fiscalidad progresista o "a la sueca". Vamos, un 60% de IRPF a las rentas altas. De esa forma se obtendrían, dicen, del orden de 200.000 millones de euros sólo en España. Otros acuerdan invitar a otras economías altamente líquidas, como China, Brasil y otros emergentes, Pero seamos sinceros, si estos países no están demasiado dispuestos a invertir en deuda pública soberana europea, ¿serían capaces de financiar un new deal europeo? Creo que la cuestión de donde se saca el dinero no es baladí en este asunto.
2) Una vez solucionado el punto de donde sacar la manteca, que no es moco de pavo, es más difícil aún decidir en que se va a invertir. Porque carreteras, puertos y líneas de AVE tenemos de sobra los países endeudados. Tenemos hasta aeropuertos que sobran, fíjese usted. Entonces, si las obras que antaño eran sumidero de los fondos públicos ya están en su gran parte realizadas, ¿dónde ponemos el dinero? ¿Qué inversión gigantesca justifica el gasto en términos bien de ahorro, bien de incremento de la productividad o estímulo de la economía?
Se me ocurre un sector que debe ser potenciado en Europa y que produce un gran número de puestos de trabajo por unidad monetaria invertida. Además ayudaría a reducir la dependencia extrema de la Unión, reduciría notablemente el déficit comercial, ayudaría a equilibrar la deficitaria balanza por cuenta corriente. Acarrea además beneficios medioambientales notables y entronca directamente con la política establecida ya en la Unión. Se trataría de fomentar aún más el ahorro y la eficiencia energética y las energías renovables. Los países más beneficiados por estas inversiones deberían ser aquellos que son más dependientes en términos energéticos. Y ¡oh que casualidad! Los países euroepos con más problemas en la deuda soberana encabezan los cinco primeros puestos del ranking de dependencia del petróleo de la UE, en el siguiente orden: Grecia (con un 58% de su mix de energías primarias cubierto por el petróleo), Irlanda (55%), Portugal (55%), España (48%) e Italia (46%). Los porcentajes citados superan ampliamente la media de la UE (37%), con el agravante de que estos países deben importar la práctica totalidad del petróleo que consumen. Todo esto se refleja en una estrecha correlación entre grado de dependencia del petróleo y deuda soberana expresada como porcentaje del PIB.
Alemania ya ha lanzado una idea de como podría empezar a financiarse un programa paneuropeo de inversiones en estas instalaciones energéticas con el caso concreto de Grecia: Con cargo a la factura eléctrica de los países más ricos. En el fondo, las ingenierías de las centrales renovables serían de los países financiadores y los beneficios económicos también, pero la mayoría de los puestos de trabajo y la reducción del déficit se queda en el país invertido. Todos saldrían ganando, excepto el que paga la factura eléctrica alemana, al cual hay que informar convenientemente de los beneficios económicos que supone ayudar a Grecia de esta manera y repercutirle también los ingresos y los ahorros por no consumir combustible cuando empiecen a presentarse. Así el consumidor obtiene una idea equitativa de lo que supondría invertir en un sistema energético limpio.
Eso sí, si algún día se habla de la realización de un "new deal energético a la europea" sería una buena noticia para todos, salvo para el sector de las energías fósiles.