Una de las pocas “certezas” existentes en los mercados financieros es el efecto positivo que ejerce la diversificación sobre la rentabilidad y riesgo de una cartera. Tener una serie de activos que obtienen rentabilidades positivas de mercados o productos diferentes (sin relación unos con otros) aportará valor a nuestra cartera, ya que si una fuente de rentabilidad falla las demás continuaran generando rentabilidad, pero ¿hasta que punto es esto cierto?.
La diversificación es uno de los ejes sobre los que se mueve la inversión, un mantra que nos repetimos y en el que creemos ciegamente. Su efecto positivo es innegable, tanto desde un punto de vista matemático como intuitivo, dado que por mero sentido común podemos concluir que esto es cierto. Básicamente significa que “no poner todos los huevos en la misma cesta” nos dará más alegrías que sustos en el largo plazo.
En cambio, existe un lado negativo, ya que una diversificación elevada puede suponer grandes costes de oportunidad para nuestra cartera y hacer inútiles nuestros conocimientos y análisis de los mercados. Warren Buffet lo expresa de forma clara en esta cita:
La diversificación es protección contra la ignorancia. Si sabes lo que haces, no tiene sentido diversificar
Diversificando eliminamos progresivamente el riesgo intrínseco de cada uno de nuestros activos llevando nuestra cartera a soportar únicamente riesgo sistemático. Esto podría parecer algo positivo pero en realidad se pone en nuestra contra. Los defensores de la diversificación extrema se defienden diciendo que el riesgo intrínseco no aporta rentabilidad ya que solo se remunera el riesgo sistemático y cualquier riesgo tomado por encima del mismo no aporta rentabilidad, solo riesgo.
Esto no es totalmente cierto ya que desde un punto de vista tanto teórico como operativo no funciona así. Si vamos añadiendo muchos activos a nuestra cartera sustituiremos riesgo intrínseco por sistemático, de forma que acabaremos “indexándonos" provocando que los resultados de la misma se correlacionen de una forma total a los resultados de los índices de referencia. Esto nos llevara a incurrir en un error operativo, ya que estaremos soportando una serie de costes (en acciones, costes de c/v, mantenimiento, etc y en fondos de gestión activa, comisiones elevadas de gestión) para que finalmente nuestra cartera se esté comportando de una forma extremadamente similar al índice.
Todo ello nos llevara a tener un Tracking Error próximo a cero, por lo que nuestra cartera no se desviará de los movimientos de los mercados, así que nuestra gestión activa (selección de valores, timing de entrada etc.) no aportará valor, convirtiéndose en pasiva, pero sí que tendrá costes tanto a nivel operativo (comisiones) como de tiempo de composición y seguimiento de la cartera, cuando podríamos haber obtenido lo mismo indexándonos con un coste notablemente menor, lo que nos llevará a asumir un coste de oportunidad. (Aquí podríamos entrar en el debate sobre que es mejor, si gestión activa o pasiva, ¡pero eso es otro asunto!)
¿Hasta qué punto es útil la diversificación?
Como decía Aristóteles:
La virtud está en el término medio
Es evidente que lo que finalmente aporta valor a las carteras es el riesgo intrínseco de cada activo y es este riesgo el que nos puede llevar a conseguir rentabilidades superiores al índice de referencia (si es nuestro objetivo).
En cierta medida es absolutamente necesario diversificar para protegernos de nuestras propias decisiones y no jugarlo todo a una carta, pero debemos encontrar el punto intermedio donde esta protección aporta valor a largo plazo, en vez de destruirlo. Es necesario que realicemos un seguimiento de nuestras carteras y analicemos tanto el coeficiente de correlación con los principales índices de referencia, como el Tracking Error que tiene nuestra cartera respecto a su benchmark. Podemos llevarnos alguna sorpresa si hacemos esto, dado que muchas veces el afán por protegernos a largo plazo mediante la diversificación nos lleva a destruir el valor que somos capaces de generar mediante nuestros análisis de los mercados y composición de cartera.
Este equilibrio entre la cantidad de riesgo de cada tipo preferimos, riesgo intrínseco (gestión activa) o únicamente sistemático (gestión pasiva) depende de nuestra filosofía de inversión y gestión de capital. Los defensores de la gestión activa más pura deberán buscar maximizar el Tracking Error, compensándolo con un poco de riesgo sistemático para protegerse los errores en los que puede incurrir este tipo de gestión (también asumirá un posible coste de oportunidad). En cambio los que no confíen en que la gestión activa pueda crear valor pero sí en que los mercados a largo plazo son alcistas, tienen la decisión más sencilla dado que únicamente tendrán que indexarse soportando menos costes y siguiendo a los mercados.
Como conclusión, la diversificación no es más que una herramienta y su utilidad dependerá de nuestras necesidades y de cómo sepamos usarla en nuestro propio beneficio.