¿Pero qué sucedería si además de ahorrar pequeñas cantidades a temprana edad, lo hacemos en un entorno de baja fiscalidad? El resultado sería radicalmente distinto al que obtenemos tributando concienzuda y regularmente. Pero no sólo el volumen total de nuestra fortuna sería mucho mayor, sino que además se nos abrirían multitud de estrategias de inversión nuevas. Voy a explicarme:
Si imaginamos nuestras finanzas en un entorno de baja o nula imposición, los beneficios procedentes de la renta variable los podríamos contabilizar como netos, multiplicando así los efectos del interés compuesto a lo largo de los años. Hasta aquí todo resulta bastante obvio. Pero veamos qué sucede con los productos de inversión con rentabilidades moderadas entorno al 5 o 7%. Estos productos pasarían a ser rendimientos a considerar dado que superarían la pérdida adquisitiva de nuestro dinero. Lógicamente dichos instrumentos son más seguros que los que generan beneficios mayores, y por lo tanto nos permitirían efectuar PGR muy ajustados, con bases muy sólidas y consecución de objetivos prácticamente blindados en el tiempo. Esta es una estrategia sana y habitual de las grandes fortunas internacionales. No estamos diciendo que los grandes patrimonios no tributen, sino que lo hacen de manera y a través de estructuras legales que, aunque costosas, suavizan en mayor o menor medida la presión fiscal que sería aplicable.
Conforme a la legalidad, debemos recordar la obligación de declarar a la Hacienda Pública cualquier dinero o inversión realizada en países donde no existan convenios de doble imposición con España.
En los casos de titulares cuyas estructuras patrimoniales posibiliten la menor imposición y por tanto hagan factible la utilización estratégica de los productos más seguros pero con rentas menores, las planificaciones a largo son coser y cantar. Entonces entrarán en escena otros factores a tener en cuenta para tomar las decisiones que han de conducir dichas fortunas hacia una dirección u otra: Planificaciones familiares, de empresa, objetivos vitales y generacionales, y un larguísimo etc. de temas a tratar estrechamente con los propietarios que determinarán las directrices a seguir a lo largo de los años. De dicho asesoramiento patrimonial global se encargará un family office .
Pero volvamos a la "vida real". Una fortuna familiar de clase media-alta de digamos 600.000'- € incluyendo valor inmobiliario (vivienda), valor corporativo (si trabaja por cuenta propia) y valor monetario (ahorros, inversiones mobiliarias, etc.), ha pagado impuestos desde sus inicios y no le queda más remedio que hacerlo también en el futuro, porque su crecimiento patrimonial y fiscal han ido creciendo conjuntamente y ya no pueden disociarse. Todos hemos oído alguna vez aquello de que tengo un socio que se lleva el xx% de mis beneficios... De hecho casi todos trabajan hasta bien entrado el mes de Mayo para pagar sus impuestos. Pero llegados a este nivel económico ya es demasiado tarde, porque sería de difícil justificación pagar menos impuestos sobre un patrimonio que el Estado sabe que uno posee, además de ilegal.
Y yo me pregunto: ¿Qué pasaría si, cuando todavía estamos a tiempo, pudiéramos disociar legalmente nuestro incipiente crecimiento patrimonial del fiscal? Además de ser una disociación paulatina e inapreciable, evidentemente podríamos aprovechar los productos de inversión con rentabilidades moderadas a los que hacíamos referencia anteriormente. Y ello nos permitiría basar el crecimiento inicial de nuestros patrimonios en algo más que el riesgo puro y duro. A nuestra estrategia de crecimiento patrimonial basada en las ya conocidas inversiones inmobiliarias especulativas, bolsa y productos financieros de riesgo e inversiones inmobiliarias no especulativas en busca de ingresos pasivos; le podríamos añadir un crecimiento en renta fija de bajo riesgo que fundamentaría nuestra progresión a largo. Esto ampliaría las posibilidades estratégicas que todos conocemos, casi como las que tienen muchas grandes fortunas internacionales. Pero la realidad suele ser otra, sobre todo para pequeños capitales. La renta fija apenas supera la inflación después de deducir los impuestos, viéndonos obligados a arriesgar excesivamente si queremos crecer, porque debemos crecer por encima de la inflación y por encima de la fiscalización.
Por otro lado debemos ver la parte positiva y solidaria de dicho esfuerzo: Cuanto más tributemos tendremos más y mejores servicios públicos, sanidad, educación, infraestructuras, etc.
En definitiva, tan malo es para nuestro patrimonio a largo, empezar tarde a buscar nuestra independencia financiera, como el hacerlo en un entorno impositivo asfixiante. Y lo que para los ricos es estrategia de la estructura legal patrimonial, para los pobres es Economía-Ficción. Pero ¿qué pasará con los pobres que son jóvenes y potencialmente ricos?