Siguiendo con los post acerca del fraude fiscal, me gustaría recordar que cuando hablamos de este tema estamos mezclando tres conceptos; la nula regresividad fiscal es algo buscado y por lo tanto el hecho de que algunas rentas no paguen lo que correspondería, no puede achacarse a nada parecido al fraude. Pero aparte de que nuestros gobiernos nos hayan dotado de toda una serie de normas para que las rentas elevadas esquiven legalmente la tributación, nos quedan dos causas por las que se pagan menos impuestos. Los errores y el fraude propiamente dicho.
Volviendo al símil del jarrón que desaparece, me gustaría recordar que existían tres causas. El hecho de que nosotros lo rompiésemos directamente, y luego existe la posibilidad de que se pierda en alguna mudanza o similar y la posibilidad de que nos lo roben.
Si pretendemos que no desaparezca, es importante entender el motivo real por el que desaparece, ya que es la única forma de solucionar el problema de una forma efectiva. Si estamos preocupados porque en una mudanza se pierda algo valioso, lo que haremos será señalizar las cosas valiosas de la forma más llamativa posible, para tratar de evitar los errores; pero tal acción será claramente contraproducente si el problema que esperamos es que en la mudanza se nos cuele un amigo de lo ajeno. En este caso, aquello de señalizar es la peor opción que podemos tomar.
En el caso de la tributación, la realidad es similar; por un lado tenemos el caso de personas que ocultan sus rentas y por otro lado tenemos el típico caso de errores. Facturas (tanto de ingresos como de gastos), que no se incluyen porque han quedado traspapeladas; el ingreso de los intereses de una cuenta corriente que se nos ha quedado en el cajón, determinada deducción que no hemos incluido en la declaración…. En general se estima que los errores no existen, pero lamentablemente existen y debemos tenerlos en cuenta.
A estas alturas del post estoy seguro que alguno estará pensando: ¿Qué demonios está costando el autor?”. Los errores existen y pueden suponer pérdidas de recaudación para la agencia tributaria; pero todo el mundo entiende que los errores no son fraude y que por supuesto significan la parte menos significativa de lo que se deja de recaudar. Pero a pesar de esto, espero que se entienda que en realidad este post tiene demasiado sentido; y lo tiene porque realmente la inmensa mayoría de la actividad de control tributaria está diseñada para detectar errores en lugar de fraude.
Hacienda bebe fundamentalmente de información cruzada de los distintos contribuyentes en un esquema de autodeclaraciones, en un entorno muy protocolizado. Este sistema es perfecto para tratar de detectar errores, pero completamente inútil, (e incluso contraproducente), si el objetivo es detectar el fraude fiscal. Por ejemplo; las empresas declaran todas las operaciones con otras empresas (por encima de las operaciones anuales superiores a 3.000 euros). Si una de las empresas se olvida de introducir en las declaraciones alguna de las facturas, inmediatamente será detectado por Hacienda. Pero por supuesto este control no servirá absolutamente de nada para evitar fraudes que incluirán diseños para evitar que estas operaciones aparezcan en la información que se facilita o acuerdos entre los proveedores, y que en última instancia, ni tan siquiera incluirán las facturas.
Y es que es totalmente evidente que cuando cualquier persona trata de esconder los ingresos, lo que hará será diseñar procedimientos para que no dejen un rastro en sus declaraciones o en las de terceros. Todo este sistema de inspección, provoca que al final la forma más fácil de evadir tributos sea no darse de alta absolutamente en nada. Es así de simple, pero el que no se de de alta en ningún sitio no tendrá problemas con nadie, mientras que las empresas o personas que opten por darse de alta serán las que acabarán teniendo problemas cuando cometen errores en las declaraciones.
Esto implica también que a medida que estemos hablando de un colectivo en el que hacienda tenga información, el control será mucho mayor. Puede parecer un contrasentido que el control de hacienda se cebe precisamente en aquellos colectivos que no pueden (o que más difícil encuentran) defraudar, pero se entiende si se cambia el prisma hasta el punto de que Hacienda principalmente detecta errores.
Esta táctica al final provoca un efecto curioso en la sociedad. Por un lado tenemos la sensación de que Hacienda machaca al que declara y se equivoca, ya que unas veces estas actuaciones descubiertas se denominan “deuda detectada”, pero en la mayoría son lo que se llama “fraude”. Pero por otro lado tenemos la sensación de que el que realmente defrauda no está perseguido. Este es en realidad el fondo de la sensación de todo aquel que se enfrenta con Hacienda, (con las de perder). Es aquella sensación que se recoge en la frase: “todo el mundo roba y yo meto la pata y me cae la mundial”.
En resumen es tan sencillo como entender que para evitar las perdidas hemos marcado todo lo que había de valor. Esto implica que los ladrones lo tienen todo fácil, pero es que en realidad es mucho más sencillo tratar de evitar que se pierdan algunas cosas, aún asumiendo que por el camino se robe algo. Luego se trata de emitir continuamente mensajes en los que se nos cuenta que existe control, cuando en realidad ni en lo que respecta al sistema tributario, (y es algo extensivo a la casi totalidad de ámbitos en los que se controla). Al ser los errores en global suficientemente significativos para tratar de conseguir importes no declarados, tenemos material suficiente como para exponer deuda declarada, actuaciones y todo tipo de memoria.
Sin embargo en el fondo el problema es que es muy difícil, por no decir casi imposible, acabar o luchar contra el fraude fiscal, mediante un sistema basado en automatismos de datos ofrecidos por los propios contribuyentes en el marco de unos protocolos que en su inmensa mayoría son ampliamente conocidos, (y sobre todo por aquellos que defraudan que por lógica pura y dura son los que más se preocupan de estudiar los agujeros que por otra parte el gobierno no se ocupa de tapar).
Pues sólo me quedan entonces por descarte tratar de hacer propuestas para luchar contra el fraude fiscal, que campa a sus anchas porque simplemente es lo que no se hace.