En el primer post de esta serie, tratando de explicar los acuerdos de Londres con la hoy célebre quita de deuda a la entonces República Federal Alemana, he partido del tratado de Versalles (o de la humillación alemana) en 1919. En ese momento se genera la deuda y comienzan la extracción de recursos a los Alemanes; En ese momento aparecen todas las opiniones acerca de la irresponsabilidad alemana y todas los argumentos desde el otro lado que asumían que la deuda era impagable.
Finalizaba aquel post con la situación en Alemania tras la segunda guerra mundial. Este conflicto quedó con una Alemania mucho más pequeña, en la que había que acoger muchos más alemanes, con las ciudades e industrias destrozadas por los bombardeos y con los entornos no afectados directamente por los bombardeos aislados por la destrucción de puentes y carreteras. La situación de Europa no era sensiblemente mejor. A todo esto debemos añadir la creación de los dos bloques.
En la conferencia de Yalta y luego en la de Postdam se establecía la cifra de 20.000 millones de dólares en concepto de las reclamaciones que se exigirían por la segunda guerra a Alemania (además de lo pendiente de la primera guerra y del período de entreguerras).
Por lo que se refiere a la actuación de los aliados está definida por la directiva de ocupación punitiva JCS 1067. Esta directiva imponía la limitación de la producción, un gran desmantelamiento de fábricas (se buscaba limitar la producción al 50% del nivel de 1938) y reducir el nivel de vida alemán hasta los índices de 1932. Esto llevó a la situación que describía Georges Marshall cuando lanza su plan; hambruna, depresión y, en definitiva, un colapso en toda regla.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos y reticencias europeas (principalmente francesas), el esquema cambia poco a poco. Comienza a abrirse paso un nuevo concepto: “Una ordenada y próspera Europa requiere la contribución económica de una estable y productiva Alemania”. Es evidente que se afronta (no sin dificultades) la situación de forma radicalmente distinta respecto al fin de la primera guerra mundial.
Son varias las razones de este cambio.
En primer lugar, el esquema ideológico en el entorno económico ha cambiado. En segundo, se consolidaron una serie de principios basados en el New Deal como salida de la gran depresión. Recordemos que el famoso “nuevo contrato social” fue la fórmula elegida (en lugar de la propuesta de Keynes) para la salida de la recesión.
Por otra parte, aunque el plan de Keynes para la salida de la gran depresión había sido rechazado (y a pesar de las críticas públicas de Keynes sobre las citadas medidas) el peso de este economista se incrementaba hasta el punto de que, finalmente, incluso se ha llegado al convencimiento general de que la salida a la gran depresión fue gracias a las teorías de Keynes.
Y en último lugar, tenemos un rediseño del sistema monetario y financiero que culminaría en la conferencia de Bretton Woods. Otra vez nos encontramos con que, tanto los críticos como los defensores de Keynes, atribuyen a este el papel fundamental en dichos acuerdos con el nuevo orden monetario y la creación de una institución que sería básica: El FMI.
En realidad, en el diseño de Bretton Woods se discutían dos opciones que no tenían nada que ver; la americana definida por Harry White y la británica que defendía Keynes. En el Banco de España hay una publicación muy interesante acerca de la integración española en el FMI, que nos da muchas claves. España no estaba invitada a Bretton Woods, pero sí que siguió muy de cerca el proceso y el embajador español en Washington afirmaba en 1943:
“[Los dos proyectos] son muy diferentes y persiguen fines distintos. El plan americano, según se declara en él, tiende exclusivamente a regularizar los cambios, y esto, en muchos casos, lejos de facilitar el comercio puede perjudicarlo; el plan inglés, por el contrario, se preocupa menos de inalterabilidad de los cambios (y hasta indica que en algunos momentos aconsejaría a un país de balanza deficitaria la devaluación de su moneda) poniendo atención principal en el fomento y desarrollo del comercio. […] Si hubiese necesidad de resumir en una frase los proyectos inglés y americano, podríamos decir que el inglés busca la regularización del comercio internacional y el americano la regularización de los cambios”
El análisis final de España fue contundente:
“En realidad los planes se comprenden y explican por la experiencia y los intereses a que responden. El inglés, por lo menos, no ha olvidado la lección de las dos mayores crisis entre ambas guerras. Así el plan británico concentra toda su atención en el comercio internacional; el americano, en el sistema monetario, o como si dijéramos, respectivamente, en la sustancia y la sombra, o todavía peor, porque ese sistema monetario que preocupa a los norteamericanos no es el general, sino del doméstico, el oro, la “reliquia bárbara” en antigua expresión del autor del plan inglés, y el modo de perpetuar la hegemonía monetaria mundial que sueñan con que les dé su posesión, […] La autoridad [del] Plan Keynes deriva de su autor, si no es del profesor sueco Cassel; el rigor científico de presentación frente a cierta premura que se advierte en el plan americano, y los apoyos con que sin duda tiene que contar en los países y en los hombres que tienen más interés en el comercio internacional que en el oro y las alhajas, hacen difícil al americano rivalizar con el plan británico en la consideración de los llamados a juzgarlos o decidir entre ellos.”
Finalmente, cuando se llega a un acuerdo, el embajador de España escribe evaluándolo:
“viene a significar un compromiso entre los proyectos de White y Keynes y es en relación con estos, más modesto y restringido en sus propósitos y consiguiente desarrollo….. El “Fondo de Estabilización Monetaria Internacional” […] viene a constituir sencillamente una solución de urgencia, momentánea, pero a ella tendrán que acogerse posiblemente los gobiernos, tanto de los países “acreedores” como de los “deudores”, porque tanto unos como otros, al parecer, lo precisan”.
A pesar de las manifestaciones del embajador español (que reproduzco a efectos de las intenciones del FMI, lo que está claro es que Keynes manifestó: “Nosotros, todos nosotros, tuvimos que firmar, por supuesto, antes de una lectura del documento limpio y ordenado”. En definitiva, Bretton Woods fue en síntesis el Plan White y de los intereses americanos.
Estos intereses estaban marcados por la explicación a la debacle financiera que marcó el inicio de la década de los años 30 (esto ya lo explicaba en una serie de post acerca de un trabajo de Bernanke) y se resumía en “la prosperidad económica depende de la estabilidad financiera” y en el control de los tipos de cambio que fueron declarados como los responsables de las caídas del sector financiero. Por tanto, el FMI nace con el ADN de evitar las crisis financieras y con el punto de vista en el tipo de cambio. Cada vez que el FMI actúa pedirá siempre todas aquellas medidas que beneficien al sector financiero en base a esta indiscutida (que no indiscutible) sentencia: salvar al sector financiero es salvar para defender la prosperidad económica y, por supuesto, aconsejará todas aquellas medidas deflacionarias que se le ocurran para parar las devaluaciones.
Esto implica que el entorno ideológico del momento tuviese tres patas determinadas; la búsqueda de un “nuevo trato” que generase una clase media fuerte en Europa, un plan Marshall de marcado carácter keynesiano (préstamos a Europa para la reconstrucción y, por tanto, para comprar productos norteamericanos) y lo que serían los orígenes del denominado consenso de Washington en el que todo se supedita a la estabilidad del sistema financiero, (incluso los países).
La sociedad de naciones creada tras la primera gran guerra mundial se convierte en la ONU y surgen numerosas instituciones con una clara vocación integradora. Los efectos de la segunda guerra mundial fueron tan devastadores que era imposible no tratar de atajar las causas que la hicieron posible.
Sin embargo, el aspecto del entorno más importante, el que finalmente estuvo detrás de todas las decisiones, fue la existencia de la U.R.S.S. A medida que las condiciones de vida, económicas y sociales se iban derrumbando los distintos partidos comunistas van ganando poder. La amenaza se percibe en Estados Unidos que decide intervenir activamente para lograr una prosperidad que alejase la posibilidad de la expansión del comunismo. Irónicamente, se podría decir que el mayor logro del comunismo fue la construcción de lo que se ha venido a llamar “capitalismo amable”; También irónicamente un capitalismo amable, centrado en la clase media, logró los mejores registros de avance social y económico.
Es en este punto en el que debemos entender los acuerdos de Londres de 1953. Se buscaba una solución a la deuda alemana, de tal forma que se pudiese pagar y no se obstaculizase la recuperación del país, y se buscaba conciliar todo ello con la situación de los mercados financieros.
En 1951 Adenauer reconoció la totalidad de la deuda por parte de la República Federal Alemana en calidad de heredera del Reich; además, me gustaría llamar la atención sobre el hecho (inédito) de que reconoció también la responsabilidad de la deuda del sector privado; comienza pues la mutualización de las deudas del sector privado. A cambio pidió que el plan de pago de dicha deuda tuviese el objetivo de normalizar la economía de la RFA y las relaciones financieras con los demás países y que tuviese en cuenta la situación general de Alemania, en particular sus cargas y la reducción de su riqueza.
Sin embargo, el reconocimiento de la deuda no fue total; Expresamente se especificaba que no se reconocía ningún tipo de reclamación o daño originado en la segunda guerra mundial.
Tras muchos problemas para cuantificar la deuda se acabó determinando que ascendía a 13.500 millones de marcos correspondientes al período anterior a la guerra mundial (de los cuales 7.700 millones eran deuda pública y el resto privada) a los que se sumarían 2.600 millones en intereses impagados. Respecto a la deuda de la postguerra, se fijó en 16.200 millones de marcos.
En esta cuantificación se eliminó el cobro de intereses sobre los importes vencidos, lo que significó una bajada espectacular de los costes; Imaginando un tipo de interés del 5%, los 13.500 millones pendientes desde 1934 hasta el 53 supondrían 675 millones al año, o en total casi 13.000 millones de marcos (y esto asumiendo que no se aplica un tipo de interés compuesto).
Tras el acuerdo, el gobierno alemán quedaba con una deuda de 11.000 millones de euros (de los que 4.000 eran deudas anteriores a la guerra) y el sector privado debía (y el gobierno garantizaba) 3.500 millones.
Además de las quitas, el acuerdo establecía que la moneda de devolución era el Marco y en consecuencia serían los acreedores los que sufriesen el riesgo de tipo de cambio; establecía la jurisprudencia de los tribunales alemanes, se establecían numerosos criterios para modular los importes a devolver (en particular el servicio de la deuda no podría superar el 5% del total de exportaciones) y se establecían unos tipos de interés muy inferiores al mercado (entre el 0% y el 5%).
Por último, se postergaban todas las posibles reclamaciones por las indemnizaciones por daños de guerra (de ambas guerras) de otros países o personas, salvo el caso de Israel.
Adicionalmente, se levantaban los límites a la producción germana, de tal forma que los países renunciaban a que Alemania importase sus productos, y se decidió cambiar la política de limitar las exportaciones alemanas para apoyarlas.
El acuerdo fue rechazado en principio por el Bundesbank. Alemania consideraba intolerable que ya que implicaba reconocer que las políticas de ocupación Francesa (tras la guerra) habían sido constructivas, lo que no era en absoluto compartido por los alemanes. En segunda votación, tras una gran presión de USA, Alemania cambió el voto.
En los Acuerdos de Roma se aprecia a simple vista un gran esfuerzo por todas las partes, que se ha comprobado enormemente rentable con el tiempo para todos. El desarrollo de Europa, de Alemania y de los europeos no puede explicarse sin este acuerdo en el que reconocer las pérdidas sirvió para generar muchísimos beneficios.
Sin embargo, constaba una claúsula en la que todo el acuerdo podía quedar en suspenso si se producía un evento: “la reunificación alemana”. Esto me obliga al “continuará”.