Por supuesto en Internet coexistimos todos, los que nos equivocamos, los que acertamos, (no tenemos porque ser distintas personas); los conspiradores, los formadores de opinión y demás agentes cada uno con un objetivo, un punto de vista, una formación e informaciones distintas. Internet se convierte por tanto en un instrumento que cada cual usará para sus fines. Es importante entender que no deja de ser un instrumento adicional al anterior, y que al final es solo un medio para tratar de transmitir a la opinión pública un punto de vista o una información. Un medio mucho más potente y sencillo que dar charlas en locales sociales, usar panfletos en la calle o convencer a determinados grupos de referencia sociales, pero un medio a fin y a cuentas.
Existen muchas campañas en Internet, algunas fundadas y otras no tanto, que encuentran su difusión en Internet. Por supuesto, cualquiera puede encontrar ciertos de ejemplos, desde las teorías del Club Bilderberg, el Amero, hasta la plataforma de afectados de los bloqueos de fondos inmobiliarios. Aunque por supuesto el ejemplo que me toca más cerca es el mío. Al final yo estoy usando Internet, ante el hartazgo de una situación en la que observo un nivel de demagogia que jamás sería capaz de describir. Por supuesto, no siento la necesidad ninguna de aclarar que mis post salen de mis análisis, que por supuesto, parten de la información a la que puedo acceder y desde luego de mis puntos de vista, que recogen tanto mi carácter, como desde luego mis experiencias vitales. Es obvio de tal forma, que todos y cada uno de mis post orbitan en torno a un diagnóstico actual, y unos deseos en el futuro para la sociedad, (que no dejamos de ser nosotros).
De vez en cuando surgen las discusiones acerca de la información en Internet; ¿Cómo se controla la veracidad?, ¿se puede limitar o bloquear determinada información?. ¿Como compatibilizamos el derecho de expresión con los daños que ese derecho pueden producir en terceros?. La mayor parte de estas discusiones sobre Internet, no son exclusivas, sino que se refieren a discusiones que se han desarrollado, (sin soluciones definitivas), en el mundo real y que ahora se magnifican e intensifican en el mundo virtual.
Sin embargo, metidos en el maremagnum de las discusiones y opiniones, nos encontramos sin embargo con una gran paradoja. Se cuestionan hasta el infinito las conclusiones de determinadas personas, pero sin embargo cuando en artículo ponemos alguna frase estilo: “economistas de relevancia”, o el famoso: “los expertos”, inmunizan contra cualquier critica.
Está hoy lejos el día en el que se pueda cuantificar el daño que puede hacer un comentario o un rumor infundado en Internet; pero desde luego considero que no puede haber discusión sobre el daño que pueden hacer los informes emitidos y transmitidos por expertos. En consecuencia, hemos salvado el sistema financiero por que venía el Apocalipsis, el BCE ha subido los tipos al 4,25 porque venía la hiperinflación, asumimos un déficit de la tarifa eléctrica que no aparece en las cuentas registradas, concluimos que el petróleo cueste 150 dólares, o 200 o 70 con las mismas razones, y por supuesto no subimos el tipo de las SICAV porque pagan mucho o porque en caso contrario se va el dinero de España. Además hemos de reducir el coste del despido porque en teoría esto mejora el empleo.
Puedo seguir y seguir, con una lista de informes y conclusiones que apabulla y que han servido para tomar una serie de decisiones que han tenido como resultado la situación actual.
Sé que la historia del fiat uno blanco del servicio secreto inglés, sacando de la carretera y estrellando el mercedes en el que viajaba Diana de Gales, no sostiene demasiados análisis: ¿Se imaginan a los agentes del servicio secreto forzando un accidente con un fiat uno, contra un mercedes perseguidos por unos cuantos paparazzi?. Teniendo claro que este tipo de chismes no tienen demasiada base y que desde luego tendrían que regularse de alguna forma, lo que si tengo claro es que debemos empezar con los extremos.
En esta crisis, lo primero que se ha ido a tomar gárgaras, (y aún no se ha hablado de ello), es la credibilidad y la confianza. Supongo que cada vez menos personas se creen los informes de los expertos, por no hablar de la profesión de economista que se encuentra hoy al nivel de consideración de los futurólogos de madrugada de cualquier televisión local. Y eso es por que por alguna misteriosa razón, (o no tan misteriosa), resulta que no sólo se penalizan sino que se fomentan las barbaridades y las increíbles incoherencias que nos hemos encontrado en los últimos años en los círculos económicos.
Hace tiempo que cuesta distinguir los periódicos económicos de tablones de anuncios de publireportajes de determinados grupos de presión, de tal forma que hemos llegado a una situación en la que se pide rigor a la publicidad, se pide rigor a cualquier persona que escribe un blog, pero sin embargo, cualquier “experto”, puede salir a decir las mayores tonterías del mundo con total impunidad, actuando en sus funciones de lobby, para conseguir cualquier fin a costa del resto del mundo.
Parece ser que hoy alguien que defienda que el 11-S fue provocado por el gobierno USA, es un completo irresponsable, a pesar de que tenga o no razón y teniendo en cuenta que sólo trata de enseñar al mundo una realidad que el cree correcta, (a menos que trate de hacerse ricos vendiendo un libro sobre mentiras que esa persona crea); sin embargo, cuando los analistas financieros descartan deflación, valoran zinkia en 85 millones o apuestan por el petróleo a 200 negando la especulación que por cierto realizan los que la niegan están en numerosos casos destrozando impunemente la vida de muchas personas, para las que no miran.
La verdad es que todos debemos tener en cuenta los efectos de lo que decimos sobre los demás, y debemos tener en cuenta que somos en alguna parte responsables de los consejos o recomendaciones que damos. Y debemos tenerlo presente cuando juntamos letras en un papel. Por supuesto, todo el mundo se equivoca (lo importante es minimizar los errores), y por supuesto las circunstancias cambian, surge la incertidumbre y jamás la información es perfecta. Pero lo que no podemos es eludir la responsabilidad, y escondernos en supuestos acontecimientos imprevistos para tapar nuestros errores. Sería deseable que todo el mundo tratase de imponerse códigos, al estilo de una autorregulación, pero lamentablemente esto no es posible. Por esto, una de las medidas que nos ha de sacar de la crisis es incrementar la responsabilidad de las personas encargadas de tomar decisiones, de los asesores, de los formadores de opinión y en general de todo el mundo.
No es de recibo que sin recordar el último acierto del Sr. Trichet al frente del BCE, siga al frente de la institución, afirmando que mantiene su credibilidad, y tomando las decisiones que estima oportuno, sin haber cambiado una coma un discurso que hace aguas por todos lados. No es de recibo que el gobierno Español mantenga el mismo discurso, a pesar de cambiar las circunstancias e incluso las decisiones tomadas. No pretendo entrar a discutir sobre si es improvisación o capacidad de reacción, pero necesitamos como el agua, que nos expliquen que ha fallado.
Se han inyectado ingentes cantidades de dinero para reactivar el crédito y ahora nos encontramos con que la banca no reactiva el crédito y de hecho lo que hace es comprar deuda pública emitida en su mayor parte para inyectar el dinero, de tal forma que entramos en un círculo completamente demencial que detrae recursos de la economía real. A día de hoy, nadie que haya defendido esta medida para reactivar el crédito ha reconocido su error en público y ni tan siquiera se le ha pedido.
Esto simple y llanamente no se puede permitir. Por que sinceramente, estamos asumiendo como ciertas recomendaciones en aras a un supuesto fin social, cuando en realidad son de ciertos grupos a los que la sociedad les importa lo justo como para poder generar tres negocios.