Verán, la conversación invariablemente tiende a los casos clínicos destacados, y por supuesto, yo no intento ni tan siquiera intentar llevar el tema a mi campo, ya que todos somos conscientes de que la economía, por muy apasionante sea para algunos, es tremendamente aburrida comparada con los casos de un hospital. De hecho supongo que no está en mente de las productoras de televisión sacar la serie de Economistas paralela a Hospital Central, (aunque el House de los economistas, sí que podría tener cierto éxito).
En esas conversaciones, yo me encuentro con dos sensaciones: O no entiendo ni palabra de lo que están diciendo, o me arruinan la comida de grima. La conclusión es que aquello que no entiendo, no lo suelo preguntar, para no correr riesgos innecesarios.
Es normal que en cualquier ámbito surjan palabras que traten de homogeneizar realidades complejas en un término. No voy a atreverme a poner ejemplos médicos, porque tarde o temprano tendré que tirar hacia el mundo económico, en este sentido espero que se entienda que la palabra inflación, surge de la necesidad de buscar un nombre para la subida generalizada de precios en una economía.
En definitiva, las jergas en un principio surgen como una gran forma de comunicar. Al final se trata de simplificar conversaciones y partiendo de la base de que homogeneizar y racionalizar es un instrumento necesario para entendernos y avanzar.
Creo que no me atrevo demasiado, a la hora de relacionar la dificultad o complejidad del ámbito a estudiar, con la dificultad de la jerga en referencia. De esta forma, conociendo la complejidad del ser humano, es sencillo deducir que no hay forma humana de entender a dos médicos hablando entre si. Pueden pensarlo y se encontrarán con que lo mismo pasa para una conversación de dos pilotos, dos informáticos y dos economistas.
Claro que de repente, surge una determinada realidad en la que por las razones que sean, un número elevado de agentes, se acerca desde fuera y superficialmente a un mundillo de referencia. Volviendo a los médicos y a House, gracias a las borderias del personaje en cuestión, todos conocemos “el lupus”, y hasta podríamos decir sus características. Lo cual nos debería servir para impresionar a los amigos que no hayan visto la serie, en la cafetería, (y rezando para que House sea realista y que no existan médicos en la sala).
Y es que de repente todo el conocimiento de las palabritas, nos da una nueva perspectiva. ¡somos expertos!. El razonamiento es sencillo. Se usan palabras para describir determinadas casuísticas, en consecuencia, el número de palabrejas que sepamos implica que sepamos más casuísticas. Evidentemente siempre hay niveles, y no es lo mismo ser experto en la cafetería del pueblo que en la de un hospital.
Por supuesto, llega un momento en que detectamos que, la gente es como es, y que ante la cantidad de temas que existen en la vida, nos encontramos con que la mayoría de la sociedad no es experta en el tema, en el que nos hemos aprendido las palabrejas. Hay médicos, es cierto; pero la realidad es que la mayoría de la gente no son médicos y desde luego una gran parte de los que en realidad lo son, no son vocacionales.
Es entonces cuando descubrimos que usando palabras y contundencia, conseguimos impresionar a una gran parte de cualquier colectivo. A veces no conocemos suficientemente los temas, sin embargo con seguridad y aplomo, logramos convencer.
Por supuesto, si no dominamos profundamente el tema, corremos un grave riesgo, y para eso nos sirve la jerga. Inventamos palabras, términos, (por ejemplo desinflación, inflación de activos…), de tal forma que conseguimos varias ventajas en nuestras charlas:
La primera es que conseguimos impresionar a nuestros contertulios que jamás reconocerán que no han oído esa palabra, (eso si, la hemos de usar con naturalidad). Por supuesto, será difícil encontrar personas que pregunten por el significado de esto. (¡Se supone que se habla de cosas que sabe todo el mundo y el oyente no va a preguntar jamás!)
La segunda es que por supuesto inventamos defensas contra fisuras en nuestros razonamientos. “oiga, Vd. anunció inflación cuando bajasen los tipos de interés y tenemos deflación”; “¡no tenemos deflación!, ¡tenemos desinflación!”, (automáticamente ha sido borrado el reproche inicial, ya que la discusión se ha ido hacia la discusión de si esto es desinflación o deflación; discusión que ganará aquel que sepa que es esto de la desinflación).
Y por supuesto, cuanto más rica la jerga, más conocimientos se presuponen.
Y al final de todo, nos hemos encontrado con que el parámetro de calidad principal en cualquier texto, conferencia, o presentación, es la cantidad de palabras técnicas y la dificultad para entender el tema.
Por supuesto, todo esto es mi opinión, pero referida al pasado; lo que tengo claro es que una vez hemos hecho todo, escritos, análisis “new age”, reinvenciones de modelos, y metido muchas y muchas siglas y términos que al final nadie sabe muy bien que significan, nos encontramos de repente con que nadie sabía realmente que eran o contenían las hipotecas subprime. (de hecho, habría que preguntar ahora, a ver que tal). Y al final el proceso volverá a empezar. Volveremos al otro extremo y se valorará la sencillez, la ausencia de jergas, la “comprensibilidad”, (¡quiero inventar yo también una palabreja!).
Y volveremos a lo que de verdad cuesta. ¡Escribir y hablar para que se entienda!. Y cuesta mucho más intentar redactar sin tecnicismos que con ellos.