Una de las reformas que nos han planteado en el sistema financiero, y quizás la de mayor calado, es la creación de una regulación de las agencias de rating y la creación de un órgano que las supervise.
Evidentemente las agencias de rating, con sus decisiones son capaces de tumbar un país entero y desde luego no puede ser bueno que estas entidades actúen sin ningún tipo de control, sobre todo tras el pasado reciente, en el que nos encontramos con fallos clamorosos de las decisiones tomadas.
De hecho es una cosa curiosa como continuamente se revisan deudas a largo plazo de países o empresas. Nadie parece darse cuenta de que las continuas revisiones, no son más que errores reconocidos, frente a los casos de Lehman, Enron y muchos otros, donde realmente las empresas han caído con la máxima cualificación.
Es fácil entender que si calificamos una deuda a cinco años de una determinada forma y a lo largo de estos cinco años, hemos cambiado la calificación 6 o 7 veces, es que realmente nos hemos equivocado tantas veces como predicciones hemos hecho.
Pongamos un ejemplo. Nace un niño y nos dedicamos con nuestro método científico a determinar cuál va a ser la altura que alcanzará. El caso es que decimos que alcanzará una altura de 180 centímetros en base a unos criterios que solamente nosotros conocemos y que en definitiva en la mayoría de las ocasiones es difícil distinguirlos de los usados por los del tarot.
Conforme van pasando los años, vamos cambiando las perspectivas y vemos que el niño crece más lento, por lo que decimos que va a medir 160 centímetros, luego pega el estirón y decimos que el niño va a medir 200 centímetros y así sucesivamente. Es obvio que al final acertaremos, porque conforme nos vamos acercando al momento en el que ocurra, la realidad es que las predicciones serán más exactas. Pues muy bien. ¿el acierto final supone que se ha acertado?. Sólo lo podremos saber olvidando todos los fallos anteriores.
El problema es tomar decisiones en base a esta información, ¿metemos al niño a baloncesto?. ¿lo formamos para ser pivot o base?.
Centrando la discusión sobre los fallos de las agencias de rating, y sobre los aspectos relativos a su funcionamiento, a veces nos olvidamos del sentido problema básico de las agencias de rating que es su capacidad de influencia. Desde luego no es en absoluto normal que tres compañías privadas tengan un poder absoluto sobre los estados. Por supuesto, sobre todo en el caso de que fallen es surrealista. Pero es que también lo es en el caso de que acierten. Porque jamás sabremos si los aciertos son por profecías autocumplidas o bien por un análisis serio de la situación.
Cuando una agencia de rating rebaja el grado de un país o una empresa, logra que inmediatamente el coste de la deuda del país se incremente de forma importante, y esto significa que automáticamente nos encontramos con mayores dificultades. Debemos tener en cuenta que una subida de un 1% del tipo de interés al que se financia un país que deba el 50% del PIB es un incremento del coste del 0,5% del PIB.
Lo mismo va si de repente mejora el rating, de tal forma que los costes de financiarse y la capacidad de endeudamiento mejora, consiguiendo automáticamente una mejoría económica en el país.
De esta forma, tenemos unas empresas capaces de influir en las decisiones de los países y que tienen un poder inmenso. Y este es el mayor problema, incluso superior a su grado de fallos o de aciertos. Ahora los países están intentando regularlas de alguna forma o crear algún organismo que las vigile. Pero esto debemos tener en cuenta que si podemos regularlas, si va a servir para algo y si es la mejor opción que podemos hacer. Y la respuesta es muy sencilla de ver.
¿Podemos regularlas?. Pues la realidad es que es muy difícil que la unión europea regule a empresas privadas de Estados Unidos. ¿Cómo lo va a hacer?. ¿Cómo van a hacer que cumplan?. Ese es el primer problema y evidentemente con muchos pactos y acuerdos a nivel global podremos sacar una ley que les obligue a cumplir determinados requisitos, pero simplemente serán papel mojado. ¿Por qué?. Pues es sencillísimo entender que una regulación, en una situación que el regulador tiene un poder absoluto sobre el regulado es completamente inútil.
Los países están en manos de las agencias y están haciendo rondas intentando convencer a las agencias de rating y resto de los inversores. ¿Creemos que realmente los países van a imponer una regulación seria a las empresas que definen su destino?. Si los estados dependen de empresas privadas, es imposible que el estado pueda imponer cualquier tipo de norma a estas. Por lo menos no efectivamente, más allá de meras actuaciones de marketing.
Pero es que además nos queda una pequeña tontería, que es la del control y la regulación. Lo pongo con un ejemplo claro. Imaginemos que mañana me encargan supervisar la construcción de un transbordador espacial. ¿Podré?. Pues dado que no tengo ni idea de cómo se construyen naves espaciales, la verdad es que no tengo ni la mínima opción de imponer ningún tipo de regla. Si no sabemos cómo funcionan las agencias de rating, ¿Cómo pretendemos regularlas?. Supongo que la solución podría ser contratar personas que hayan trabajado en las agencias de rating, pero claro, estamos agravando el problema de las influencias, la dependencia y lo curioso es que acabamos añadiendo un problema adicional; las agencias de rating controlan a los estados, y los estados difícilmente podrán meter en cintura a estas agencias, pero si el personal de estas agencias es el que va a pasar al estado y luego volver a las agencias, ¿Cómo se regulan?.
En este sentido, se necesitan personas independientes para regular cual de los apartados del sistema financiero, personas que tengan un enfoque y un ámbito que sea algo diferente al del sistema financiero. En realidad necesitamos a personas que tomen decisiones pensando en lo que viene bien a la sociedad y reglas que permitan que el sistema financiero este al servicio de la sociedad y no al revés. Y estas personas no están en el sistema financiero.
Por lo tanto, para regular las agencias de rating, necesitamos una reflexión muy profunda, crear una estructura y determinar distintas métodos de valoración, que los que quiera se realicen ahora. Y eso lo tienen que hacer los estados, que entre sus funciones está controlar que los mercados sigan unas determinadas reglas.
Por supuesto, llegado a este punto, evidentemente la mejor opción es la creación de una agencia de rating pública. Y que los rating de esta agencia sean los validos a efectos de aceptar como colaterales por los bancos centrales para descontar la deuda. No tiene sentido crear algo para regular las agencias de rating, porque simplemente es imposible y una tontería, mientras tengan el poder.
La única salida es acabar con el poder de estas agencias y simplemente pasan por crear un sistema completamente nuevo y mediante los bancos centrales, simplemente dejar de aceptar las valoraciones de estas empresas. A fin de cuentas debe ser el sector público el que vigile, controle y regule al sector privado y no al revés. Por lógica y por sentido común. Y ya puestos a tener que crear un organismo nuevo, que deba tener los conocimientos suficientes para valorar los distintos países y deudas, (requisito imprescindible para vigilar las agencias de rating), las agencias de rating dejarían de tener sentido. Es mucho más sencillo sustituirlas que crear mecanismos y conflictos adicionales.
Por supuesto, el argumento de que los estados no pueden hacerlo, por incapacidad o por las razones que sean nos llevan a la conclusión de que no pueden vigilar ni regularlas. Si yo no sé evaluar la deuda de un país, no podré jamás evaluar a las agencias. Y por supuesto, el no hacer nada, es la peor opción una vez comprobado, (porque lo hemos comprobado, ¿no?), que el sistema actual no funciona.
Las agencias de rating actuales, pueden tratar de prestar un servicio de información y asesoramiento, de acuerdo a unas reglas, pero sólo para inversiones privadas y desde luego que sean los inversores privados los que paguen. Pero los inversores y no los emisores de deuda, porque este es otro problema.
¿Qué un fondo institucional valora la información y los análisis de los agentes de rating?. Pues ha de ser este el que pague. Este es otro grave problema de la situación actual, donde damos vueltas y vueltas para ver cómo es posible que el que cobra sea independiente del que paga; Tal y como es imposible que un estado regule a quien decide su futuro, es completamente imposible que las agencias de rating sean independientes de quien paga.
La solución está clara. Agentes privados prestando un servicio a los agentes privados que les interese. Si alguien quiere información sobre la calidad de la deuda que sea para invertir en ella, pues que pague como inversor. Y las agencias de calificación que comiencen a vender sus servicios a inversores ofreciendo un valor añadido para su precio.
Y los bancos centrales y organismos públicos, tomando decisiones en base a información que los estados y órganos independientes del mercado y por encima de estos, faciliten.
Esto es lo natural y es lo que hay que conseguir. ¿fácil?. Pues las cosas no se hacen porque sean fáciles o difíciles, se hacen por su utilidad y si van a funcionar. Y hoy no valen salidas fáciles.