Una de los apartados que más ha pasado desapercibido es el de la reforma de las pensiones de viudedad para determinados casos. Como todo está un poco en el aire, la realidad es que poco sabemos de lo que se plantea en esta reforma.
Sin embargo ha pasado completamente desapercibida, sin que nadie haya dicho ni una sola palabra de esta propuesta. Quizás tenga que ver el hecho de que las pensiones de viudedad las cobren personas viudas y que no están activas por lo que realmente no existe ninguna asociación o grupo que los representa, ni tan siquiera para generar una mínima propuesta.
Sin embargo, es un poco curioso que se trate de enfocar el problema justo a este punto en particular. Y nos podemos preguntar si existe alguna razón o algún beneficiado en ese punto en concreto.
Puedo ser paranoico, pero el caso es que en todas las reformas y propuestas que ha hecho el gobierno, siempre acabamos encontrando un beneficio directo al sistema financiero del que nadie habla y un coste para el conjunto de la sociedad, que nadie cuenta.
En definitiva, lo que se propone es reducir los períodos de prestaciones en el caso de mujeres, (en esto seguimos siendo machistas), que pueden estar en disposición de trabajar y que por tanto no deberían cobrar para el resto de su vida una pensión de viudedad. Nos cuentan que en principio es por el déficit, pero como ya he dicho en mil ocasiones, la realidad es que las cuentas de la seguridad social están separadas de las cuentas del estado, por lo que los ahorros que podemos obtener en esta partida reduciendo el importe a pagar, simplemente no reducirá el déficit ni tan siquiera un euro.
Evidentemente cuando ahorramos prestaciones, mejora la situación de la seguridad social, que es el argumento con el que nos machacan frecuentemente, olvidando que la solución a un problema en un sistema para proteger a las personas no puede pasar por desproteger a las personas, porque salvando el sistema, lo que conseguimos es que salvamos algo que de repente pasa a ser inútil. Esto lo vemos muy bien en el sistema de planes de pensiones privados donde nos llevamos en función de los mercados y de lo que hayamos aportado. Este sistema nunca puede quebrar, porque traslada la quiebra a los ciudadanos. Es muy útil para sacar comisiones, pero desde luego no como red de seguridad a ciudadanos.
Por supuesto, los ahorros en las prestaciones, tienen un efecto obvio, (que no es sobre el déficit), sobre las cuentas del sistema de seguridad social, de tal forma que se necesitan menos ingresos para llegar al equilibrio de forma que podemos encontrarnos con una bajada de cotizaciones, lo cual implica una bajada de los gastos de las empresas, y en las cotizadas, gracias a las técnicas de descuento de flujos de caja o de PER, un incremento de su valor multiplicado por importes elevados.
Sin embargo en este caso el efecto creo que es muy limitado aunque no haya encontrado los datos. Para ello, debemos pensar que la pensión de viudedad la perciben personas que no tuviesen empleo cuando el cónyuge falleció sin haber cotizado el período mínimo de cotización, (en este caso se denomina auxilio por defunción). El otro caso son los conyuges de personas que hayan llegado al período de cotización mínimo, y que cobrarán en función de la base. El más elemento sentido común nos dice que las que se van a eliminar son las primeras, que son las de aquellos cónyuges que no hayan cotizado un período determinado, lo que está correlacionado con una edad menor.
Las pensiones de viudedad que se podría plantear retirar serían por tanto las de aquellos cónyuges, jóvenes y que no trabajen, lo que en la situación que se encuentra la sociedad es una rara avis.
Poniendo números, la realidad es que el 1 de julio de 2010 existen en España 2.290.743 personas cobrando pensiones de viudedad, de las cuales 2.253.660 corresponden a alguno de los regímenes. Es decir, nos encontramos con que salvo 37.083 personas, todas se corresponden con algún supuesto de cónyuge fallecido en estado de alta en algún régimen.
La pensión media de viudedad asciende a 572,10 euros, siendo el más alto el del general con un importe de 634,64 euros de media, y 328,02 las que no se corresponden con altas en ningún sistema.
¿Creemos que estos importes pueden permitir la subsistencia de la pérdida del cónyuge?. La verdad es que el recorte de estas pensiones, se antoja como poco difícil, porque es fácil comprobar que de “donde no hay, no se puede sacar”.
Por tanto el ahorro para el sistema no puede ser importante, de forma que el mayor efecto difícilmente puede ser el permitir que se bajen las cotizaciones de la seguridad social a las empresas de tan siquiera un punto.
Pero entonces ¿Por qué meterse en líos, para quitarle esa miseria a unas personas que quedan en una situación realmente dura?. Pues realmente la de siempre. Si en la reforma de la seguridad social en general y en la bajada de las pensiones, (a través del incremento de la edad de jubilación, o bien del cambio de computo), en particular, la idea era apoyar los planes de pensiones privados para apoyar al sector financiero. La bajada de pensiones provoca que a todos nos entre ganas de meter dinero en los sistemas de pensiones privados. ¿no?.
Pues los problemas para las pensiones de viudedad, provocan también ganas de acudir a contratar otro producto financiero. ¡Seguros de vida!. Unimos a esto ventajas fiscales y tenemos otra forma de incrementar el negocio de las entidades financieras, de forma que además dejamos en manos del sector privado el futuro de las personas que pierdan al cónyuge que aporte sus ingresos.
Es así de sencillo. Cuanto mayor sea el recorte a las pensiones de viudedad, mayor será el interés por acudir a contratar un cuantioso seguro de vida.
Por tanto, lo que se consigue al final de todo este esquema es conseguir que las empresas ahorren un poco, (en las cotizaciones), mientras que las personas tendremos que pagar ese ahorro y algo más que constituirá un negocio y fondos para los bancos, (necesarios para que entre dinero en los mercados financieros), y que también estas situaciones queden al arbitrio de un sistema financiero en el que además tendremos otra razón para rescatar.
Y por supuesto, tenemos otro efecto a considerar y que es que a partir de ahora en las películas españolas y en las investigaciones de los crímenes en España tendremos que adoptar el modelo Anglosajón y preguntar en primer lugar aquello de “¿Quién es el beneficiario del seguro?”, para encontrar el principal sospechoso y móvil, que en España son básicamente pasionales. (Aunque los pasionales no desaparecen).
A fin y a cuentas, hoy cuando hay una hipoteca entre dos y un seguro de por medio, ya he oído muchas veces aquello de “vales más muerto que vivo” y eso no suele ser una buena noticia.