Anteayer hablaba de la huelga de Francia, donde se está librando una lucha que en España puede sonar a una utopía. El contraste con la situación española es más que evidente, ya que aquí el gobierno ha hecho y deshecho lo que le ha dado la gana y simplemente no hemos hecho absolutamente nada.
Es cierto que ha habido una huelga general el 29 de septiembre con una vocación clara de protestar y un “exigimos que se retire la reforma laboral” que ha sonado más a algo que había que decir que a una verdadera petición.
Yo fui a esa huelga, (como dije en el post de ese día), pero ya diciendo que me sentía en una posición completamente estúpida y que simplemente estaba escogiendo la menos mala de las opciones. Unos pueden pensar que ha sido un éxito, otros pueden pensar que ha sido un fracaso, pero en mi opinión, lo que nos hemos encontrado es una huelga estadística. Simplemente se han parado las grandes fábricas, (y la mayoría ya lo tenían previsto), de forma que se ha conseguido bajar el consumo eléctrico y sacar unos índices de participación en la huelga decentes. Tal y como muchas veces he defendido que los datos económicos había que leerlos bien y entender los efectos, en este caso ocurre lo mismo. Evidentemente en una jornada de huelga los datos escasean y no son en absoluto fiables, por lo que mi opinión no es demasiado autorizada; en todo caso creo que ha sido un fracaso absoluto, porque allí donde no se presionó, no se cerró y el seguimiento fue muy minoritario, (por ejemplo en la función pública donde rozó el pasotismo). Es cierto que se ha lanzado una campaña increíble contra los sindicatos, pero también es cierto que esa campaña era previsible y no exclusiva de España. Por supuesto, los sindicatos ni han reaccionado, ni tan siquiera lo han puesto fácil.
El caso es que ahora podemos meternos en el círculo de explicaciones, en el sentido de “la gente no se moja”, “la gente está con el futbol y la farándula”; o bien las explicaciones de que los líderes sindicales no han estado a la altura.
Yo creo en la gente, y estoy seguro que los ciudadanos españoles no tenemos nada que envidiar a los franceses. Estoy completamente convencido de ello, tanto como que hasta ahora llevamos acumulados fracasos sin paliativos.
Por supuesto, a pesar de que crea en la gente, no voy a negar que estamos inmersos en una espiral donde los sindicatos se quejan, (o lanzan el mensaje), de que la gente no responde, mientras la gente de la calle, se queja amargamente de que los sindicatos asisten sin inmutarse a un ataque brutal. Ambas afirmaciones son completamente ciertas. Tanto como para obviar lo paradójico de una situación en la que todos perdemos y nadie reacciona.
En estos momentos, estamos teniendo la clásica discusión de todos los círculos; “¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?”. Por supuesto, ni hablar de la discusión de ¿Cómo salimos de este bucle?, o dicho de otra forma: ¿Qué cambiamos?.
Yo creo que la respuesta a estas preguntas está en la respuesta en la del huevo y es por un matiz que desde luego creo que es muy relevante.
Está muy claro que el poder de un grupo de personas radica en su organización, de esta forma podemos entender como un grupo reducido de personas en el mundo consiguen manejar las sociedades de todo el planeta. No me estoy refiriendo a conspiraciones al más puro estilo de los “Amos del mundo”; estoy intentando afirmar que un puñado de personas en determinados círculos logran imponer su criterio con una facilidad pasmosa y en base a un poder que no se corresponde absolutamente con su peso y representatividad en la sociedad. No creo en las teorías de la manipulación o conspiraciones en el sentido de que todo lo que está ocurriendo está planeado, pero desde luego sí que creo que muy pocas personas, que además están completamente pérdidas nos están llevando a un desastre porque no son capaces de entender ni tan siquiera donde estamos.
Y la clave es la organización; mientras determinados grupos están organizados, otros no lo estamos, de forma que un pequeño grupo organizado puede conseguir un gran poder, si el resto de los grupos no lo están. Esto es algo básico y que podemos comprobar en miles de aspectos y pequeñas decisiones todos los días.
Tal y como tenemos un problema con los políticos, (percibidos como tal por una amplia capa de la sociedad), y no hacemos nada, nos encontramos con los sindicatos. El sindicalismo es la forma de organizarse de los trabajadores y ejercer de contrapeso al resto de intereses de los distintos agentes económicos. Es así de sencillo.
Se puede decir que la gente no está dispuesta a ir a la huelga, que no está dispuesta a luchar, o se puede decir que la gente no va a la huelga porque no sirve para nada, no se pedía nada y no iba a cambiar nada. Ambas cosas son las dos caras de la misma moneda y ambas son expresiones de un problema. Da un poco igual que el huevo sea anterior a la gallina o que la gallina salga del huevo. Si tenemos un huevo y una gallina tenemos un gallinero. Pues en esto ocurre lo mismo; da igual si es la apatía la que genera nuestra nula capacidad de lucha o bien esta nula capacidad de lucha es la que genera la apatía.
La realidad es que lo que tenemos es un caos absoluto, con todos los ciudadanos intentando salir de esta situación con las mínimas heridas posibles y cada uno haciendo la guerra por su lado. Y tan claro como lo que tenemos, es lo que no tenemos y es una organización; porque simplemente nos falta un elemento clave que no son más que LIDERES.
Toda organización necesita un o varios líderes que tengan capacidad de ilusionar, de motivar, de luchar, de ofrecer y de recordarnos que si nos organizamos podemos conseguir lo que queramos. En toda organización hay seguidores y hay líderes. ¡es así de sencillo!. Y tendremos que asumir esto, si queremos solucionar algo en el futuro. Es clave; no podemos esperar luchar y conseguir mejoras luchando cada uno de nosotros en nuestro fuero interno, porque no conseguiremos más que darnos golpes contra un muro.
¿Tenemos hoy líderes sindicales que convenzan, que no estén quemados, que no den sensación de entrega?. Cada cual ha de contestarse esta pregunta, y cada cual llegará a su conclusión; pero la mía ya la he expuesto hace tiempo, (tras el fracaso de la huelga de funcionarios). Las cúpulas de los sindicatos hace tiempo debieron dimitir. En Francia todo el mundo sabe que la huelga y la lucha va a ser complicada, larga y que va a generar problemas. Simplemente se hace para ganar o para no perder lo conseguido. En España por el contrario, nos han planteado encima de la mesa un sucedáneo para protestar, sin pretender en serio conseguir algo. La diferencia es brutal, los líderes franceses planean sacrificios a cambio de algo difícil, en España, lo que se nos planteó es que es imposible.
Supongo que también ayuda que en Francia, gobierna un partido de derechas y en España gobierna un partido de … (bueno, un partido que lleva la palabra obrero en las siglas), lo cual nos lleva a que siempre anima más.
Pero sin embargo la gran diferencia es la organización, basta compararlo con el caso de Díaz Ferrán, personaje que se ha convertido en un problema y se ha puesto solución; nosotros no tenemos como, y sólo nos queda pedir que dimitan.
El problema es que mientras la patronal, (con 21 vicepresidentes y todo), ha podido reaccionar y cuando el dirigente paso de ser parte de la solución a parte de su problema, nosotros no podemos.
Y mientras no tengamos líderes apropiados, estamos completamente atados, hasta que todo se desborde, cuando nos abracemos en cualquier líder que pase por ahí, o lo más peligroso aún, que la situación se desborde sin ningún tipo de líder.