En determinados productos, nos encontramos con unas decisiones encaminadas a la consecución de precios altos para los proveedores. En determinados casos, se trata de penalizar determinadas actividades debido a problemas de salud, contaminación o cualquier aspecto negativo que incida en que socialmente sea beneficioso que el consumo de determinado bien esté penalizado.
Este es uno de los casos en los que tenemos claro que la demanda depende de forma inversamente proporcional al precio. Es decir que cuanto mayor sea el precio, menor ha de ser la demanda y en consecuencia justificamos la presencia de elevados impuestos en este elemento para tratar de contener la demanda.
En esta tesitura nos encontramos con dos ejemplos muy claros, el tabaco y la energía, pagadas por los usuarios. Es curioso que toda la estrategia que tenemos en este ámbito vaya encaminada a subir los precios para reducir el consumo de estos bienes, cuando en realidad el problema es que en ambos casos, nos encontramos con que son los ejemplos de manual más usados para explicar que estamos ante bienes inelásticos.
La definición de un bien inelástico es que son bienes en los que las variaciones de precio, apenas tienen incidencia en la cantidad demandada del bien. O sea que por pura definición, las variaciones de precio en estos bienes no sirven para modificar el consumo de los bienes.
El hecho de que además sean bienes inelásticos significa que ante subidas de precios, ya sea por impuestos, ya sea por las decisiones de las empresas, al no modificarse la cantidad demandada, suponen la máxima expresión posible en recaudación o en incrementos de beneficios respectivamente.
Dicho de otra forma, cuando subimos los impuestos a la gasolina o al tabaco, las empresas los trasladan sin dificultad y además el consumo se reduce de forma anecdótica. ¿Es asumible que se intervenga sobre el precio de productos inelásticos con la coartada de reducir el consumo?. Pues se trata de la peor de las medidas, o cuando menos la menos eficaz.
Al final tenemos todos una serie de bienes de los que por una u otras razones no podemos escapar. Necesitamos una vivienda, (ya sea en propiedad o en alquiler), necesitamos comida, necesitamos electricidad, y necesitamos gasoil cuyo mayor consumo es por motivos laborales, (a menos que todo el mundo esté en los atascos de las 8.00 en días laborales, porque le apetece levantarse a dar una vuelta a esa hora hasta un polígono industrial). Y por tanto, sea como sea tenemos que buscarnos la vida para tener un techo encima, un plato delante y gasoil para llegar al trabajo.
Por otro lado tenemos el tabaco que no vamos a descubrir a estas alturas que presenta ciertos problemillas de adicción, de tal forma que un fumador tiene unos fuertes incentivos para pagar el precio que sea por este elemento, (sea racional o no, sea una gilipollez o sea algo lógico).
En este sentido tenemos que la vivienda, comida, tabaco, combustibles y energía son los últimos elementos de los que una persona es capaz de retirarse cuando tiene que ajustar sus presupuestos. ¿Sacamos la lista de los bienes que más han subido en esta década?. No deja de ser curioso el aspecto.
Por otro lado tenemos de vez en cuando algunos bienes, que también son contaminantes, o que generan problemas de salud pública, pero que no son tan necesarios de tal forma que lejos de ser penalizados con impuestos, son subvencionados. En este sentido, nos encontramos con la increíble paradoja de que estamos subiendo periódicamente la imposición a los derivados del petróleo, mientras subvencionamos al sector del carbón que presenta los mismos o mayores problemas medioambientales. ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro sistema?. Pues que mientras el gasoil es un elemento necesario para los clientes y del que sólo nos queda cabrearnos en las gasolineras, el carbón es relativamente prescindible para las compañías eléctricas, sobre todo actualmente donde se ha instalado una capacidad productiva que supera a la demanda.
Por muchos informes que nos digan la realidad es que en ninguno de los casos, tratamos de realizar ninguna acción a favor del medioambiente, sino que el gobierno eleva los impuestos sobre los hidrocarburos, (y los inversores especulan sobre el petróleo y sus derivados), por que pueden ya que tendremos que buscarnos la vida para pagar lo que sea, mientras que en el carbón la realidad es que la recaudación sería nula, ya que si se impone una tasa al uso del carbón, simplemente no se usaría de forma que tanto la recaudación como el consumo sería nulo.
Siguiendo un poco el razonamiento, comprobamos que pese a todo lo que nos digan la realidad es que en los bienes donde no podemos escapar, (o donde nos cuesta más), resulta que los precios se suben incrementando los impuestos, mientras en los sectores donde la demanda del bien se retrae más fácilmente, el incremento de los precios se logra subvencionando el consumo de este bien. De esta forma, en las gasolinas, todas las medidas son para lograr que paguemos los negocios, los petrodólares y de paso arreglemos el déficit público, mientras que por el lado del carbón, acabamos pagando un importe para que exista una demanda de carbón de forma que al final lo que estamos pagando es que no caiga el precio y en consecuencia que se pueda especular con un activo que realmente no pagaría nadie en el mercado libre.
Realmente, lo que ocurre con los impuestos indirectos no tiene demasiado que ver con las razones que nos cuentan y realmente sale de dos preguntas: ¿Cuánto hay que apoyar?, ¿Cuánto se puede rascar?. Si el sector tiene poder y puede conseguir subvenciones, se aplican y de esta forma financiamos las compras de coches, (no deja de ser curioso que primero se bajan los sueldos a todo el mundo dificultando la venta de coches y luego los subvencionamos).
Después encontramos con que los periódicos llevan un IVA del 4%, mientras que las compresas, (artículo que digamos que es bastante necesario para una parte importante de la sociedad, y que a menos que alguien me diga lo contrario no generan ningún tipo de problema en otros), pagan el IVA general.
En todos y cada uno de los artículos en los que exista un lobby o un cierto interés, siempre nos encontramos con una variedad de tácticas, excusas y demás, para conseguir un único objetivo; mantener los precios lo más altos posibles.
Esta es una de las características de lo que se ha venido a llamar Economía de Oferta, y es una de las razones por las que los demandantes en el mercado, tenemos que comenzar a organizarnos para equilibrarlos, porque los precios demasiado altos por medio de todo tipo de tácticas para intervenir en los mercados, dañan nuestro poder adquisitivo y se cargan todo el sistema de competencia perfecta.
Y por esto, entre otras cosas, lancé la propuesta de la lotería de las gasolinas, de tal forma que ya tiene algunos asociados, y que con el tiempo espero que siga avanzando, para poder conseguir organizarnos y en consecuencia equilibrar los mercados, (paso necesario para salir de esta situación).