El 19 de noviembre de 2010, es Paramo, (del BCE), el que nos cuenta que la guerra de depósitos en la que se ha enfrascado la banca es autodestructiva; e insta a realizar uniones entre las entidades financieras para parar este proceso.
Desde luego, la guerra de depósitos es algo muy similar a la guerra por el lado de los préstamos; y debemos tener claros que ambas conceptos tienen mucho que ver con la competencia.
En el caso de los depósitos es muy sencillo verlo si analizamos el caso de los “subasteros”, definidos como aquellas personas que analizan las ofertas de cada uno de los bancos y cajas a la hora de depositar su dinero en los distintos depósitos que existen. Supongo que todo el mundo se habrá dado cuenta de que el trabajo de mirar las distintas ofertas se está reduciendo de forma considerable a medida que se unen entidades; por descontado, lo que se reduce en trabajo de búsqueda, se pierde en la competencia de las entidades por la captación de estos depósitos.
Lo mismo va para el caso de los que intenten solicitar un crédito, que a cambio de tener menos oficinas que buscar, se limita bastante aquello de decir: “en otra entidad me ofrecen estas condiciones”.
En otras palabras, estamos asistiendo a una reducción de la competencia, subvencionada, facilitada y hasta exigida por estos curiosos adalides del libre mercado, (y digo curiosos, porque todas y cada una de las declaraciones son para convertir en menos libre un mercado que está sostenido por fondos públicos y con un apoyo normativo y financiero extremo de la oferta).
Lo que está claro es que aquellas personas que tengan responsabilidades en el campo de la regulación de los mercados, tendrían que aclararse de una santa vez y decir que sistema es el que quieren; Si quieren un sistema basado en el libre mercado, o que en este se fijen los precios, pues tendrán que entender que los despectivamente llamados “subasteros”, son los que están actuando correctamente, ya que son las competencias y los mercados los que asignan los recursos eficientemente. En todo caso, está claro que la competencia, supone perdidas para los participantes menos eficientes del mercado que habrá de salir, para dejar su sitio a aquellos más eficientes. Y esto significa que tiene que haber quiebras.
Es completamente imposible plantear el ajuste mediante el mercado, sin estar dispuestos a asumir la existencia de quiebras entre los distintos participantes.
En realidad es muy simple, ante una situación de exceso de oferta, lo que se propugna, si adoptamos un proceso basado en el mercado, lo que se impone es que a través de la competencia, los ofertantes menos eficientes serán capaces de ofrecer peores precios y en consecuencia saldrán del mercado. Nadie ha hablado nunca de que ante un exceso de oferta, lo que se imponga sea la unión de los ofertantes, con el fin de incrementar el poder de esta y a través de una estructura oligopolística, conseguir poder de mercado, de forma que se consigan los recursos necesarios para mantener las estructuras ineficientes en pie.
Lo que está confundiendo Paramo, (Dios y él sabrá si intencionadamente o por ineptitud), es salvar a los bancos, con el hecho de salvar al sistema financiero, y a su vez salvar al sistema financiero, con salvar la economía. En realidad, lo que está haciendo con el argumentario de “salvemos a cada banco, porque así salvamos al sector financiero, lo cual supone salvar la economía”, es cargarse todos y cada uno de los mecanismos de libre mercado, de competencia, hasta tal punto, que el sistema propuesto no es otra cosa que un sistema de economía planificada.
El problema es que aunque admitamos la conveniencia de planificar la economía, (y no dejaría de ser irónico), en este caso nos encontramos con que la planificación es completamente incorrecta por un sencillo detalle. Cuando Paramo plantea reducir la competencia en el mercado financiero, (y es exactamente esto lo que hace), sólo mira para el sector financiero, pero lo que olvida es completamente el resto de agentes económicos que no son bancos. Es así de sencillo. Paramo, o un Banco Central está tomando decisiones de carácter económico pensado en un sector y olvidando todos y cada uno de los efectos que se provocan sobre todos los demás.
¿Qué es lo que olvida?. Pues olvida que reduciendo las presiones sobre unos agentes, está restringiendo la renta disponible de los que disponen de ahorros, y a su vez está restringiendo la renta disponible de los que tienen que pagar la financiación. Es así de sencillo. Reduciendo la presión sobre este sector, lo que se consigue no es otra cosa que una transferencia de renta disponible de la economía al sector financiero, lo cual implica necesariamente que la situación de la economía real cae mientras que el sector financiero sube. Esto es la definición de una burbuja.