Estoy seguro que todo el mundo ha oído esta frase, que se ha convertido en una especie de slogan publicitario. Si nos damos cuenta, la frase no dice absolutamente nada; Por supuesto, nos habla de la necesidad de un cambio, y por otra parte nos dice un deseo que simplemente es universal.
Esta frase es inatacable; porque ¿Alguien critica las reformas necesarias para el crecimiento y la creación de empleo?. Por supuesto que no. Por supuesto, ante este blindaje nos encontramos con un juego truculento; ¿Cuáles son estas medidas?. Pues como todos aquellos saben son aquellas destinadas a mejorar la productividad y la competitividad española. Por supuesto, nadie puede estar en contra de mejorar la productividad y la competitividad, como tampoco nadie estará de acuerdo en corregir el déficit, ni desde luego en mejorar la internacionalización, ni en que el estado de bienestar sea sostenible, ni con cualquiera de los dogmas y frases que se nos soltarán, que por lo menos en teoría, no significan nada.
Y digo en teoría, porque de alguna forma, todos sabemos de qué hablamos cuando nos referimos a estas reformas. Cuando en un discurso nos encontramos con un personaje que sale a proponer estos slogans, podemos entender que pretende recuperar el valor de los sueldos, o bajarlos. ¿Qué creemos que se pide?. Pues es sencillísimo saberlo.
Todos conocemos cual es el sentido de estas reformas, pero por supuesto, nos encontraremos con una defensa numantina de su definición por parte de los que las proponen. Hoy estamos a vueltas con la reforma de la seguridad social, en la que se nos cuenta que se va a buscar un sistema que refleje de forma más justa el esfuerzo laboral de los pensionistas, además de buscar la sostenibilidad de los sistemas de pensiones públicos, manteniendo la solvencia y la generosidad del sistema clave de la cohesión social. Lo que no nos cuenta absolutamente nadie es que realmente lo que se quiere es reducir las pensiones, o lo que es lo mismo, el importe que se va a cobrar de pensiones. Tampoco cuentan que un sistema de pensiones es un sistema que se ocupa de pagar pensiones para garantizar unos ingresos dignos a aquellas personas que ya no pueden estar en el mercado laboral. Y que bajar estas ahora es cargarse el sistema, (que por cierto es de lo poco que no ha entrado en riesgo).
¿Por qué no se dice exactamente en qué consisten estas reformas o que es lo que persiguen?. Pues porque van a ser medidas impopulares aunque necesarias para la prosperidad. Que hay que pensar más en el futuro y en las siguientes generaciones que en las elecciones y otras frases tan bonitas. Lo que no se cuenta es que las medidas impopulares lo son porque los ciudadanos no las quieren. Y si esto es una democracia, no hay más que hablar. El pueblo es soberano, incluso para equivocarse, y todo aquel que defienda que hay que hacer lo que los ciudadanos no quieren, tienen que esforzarse mucho en defender que se consideran demócratas porque en realidad lo que están es certificando que no pueden estar más alejados de tal cualidad. Por supuesto, es posible pensar que una persona no quiera asumir decisiones de la mayoría porque piense que la mayoría se equivoca. Pues en este caso, no tendrá más remedio que dimitir; porque jamás debería olvidar que es representante de los ciudadanos y no un dictador, (que es el que decide en contra de lo que pide el pueblo).
¿Por qué no se nos cuenta que todas y cada una de las medidas que se proponen tienen unos beneficiados que son los mercados financieros y unos perjudicados que son los ciudadanos?. ¿Por qué no se nos cuenta que todas y cada una de las medidas son un avance en todos y cada uno de los pasos que se han seguido desde finales de los noventa?. Si hablamos de desprotecciones al consumidor, (vestidas como seguridad jurídica para los negocios, que nunca responderán de nada), si hablamos de liberalizaciones en el mercado de trabajo, deterioro de las pensiones, o de las rentas del trabajo, incrementos de impuestos indirectos y aquellos en los que se grava las clases baja y media, mientras se reducen imposiciones a los negocios y rentas altas, o si hablamos de privatizaciones donde se generan unos negocios impresionantes para unas personas o fondos determinados, no estamos hablando de algo nuevo, sino que estamos hablando de lo que se ha hecho en los últimos años.
La sociedad ha asumido estas contenciones, estos deterioros y estas medidas durante años hasta el punto que los ciudadanos nos encontramos ahora divididos entre los beneficiados de todo este esquema de funcionamiento, (una minoría), y los perjudicados, que a su vez se distinguen entre los que tienen que proceder a ajustes cada vez mayores y los que ya no pueden ajustar más.
Por supuesto, cuando todo el mundo habla de estas “reformas estructurales”, sin nombrarlas o refiriéndose a ellas como necesarias para crear empleo, crecimiento o mejorar tal o cual palabra bonita, nadie las nombra, lo cual debería hacernos sospechar y mucho; por que unas reformas tan bondadosas y tan meridianamente claras, es extraño que se oculten tanto, o que se traten de disfrazar tras discursos que tratan de no decir nada. ¿Quién va a esconder unas soluciones tan obvias y tan bondadosas en todo un manto de eufemismos?.
El esquema teórico de estas medidas es que se va a mejorar la confianza de los inversores, lo que a su vez reactivará la inversión y por tanto el crecimiento y el empleo, pero la realidad es que cada día que pasa, y a cada nueva medida, los inversores jamás recuperan la confianza, (porque resulta que la situación empeora con las medidas), y sin embargo no se cuestiona el endeble razonamiento teórico que choca incluso en lo más básico; si la confianza de los inversores depende de la situación real de los agentes económicos, lo que habría es que mejorar la situación de estos, (familias y empresas) en lugar de esperar a que se reactive la confianza por qué estos son capaces de asumir mayores sacrificios, (lo cual implica necesariamente que van a estar peor).
Tampoco explica nadie como es posible que nos encontremos con que se proponen estas medidas, (las que todos conocemos), bajo el slogan de “reformas necesarias para el crecimiento” y que a su vez todo el mundo esté de acuerdo en que las medidas (innombrables), suponen un riesgo para el crecimiento.
En todo caso, aunque el esquema teórico de “las medidas que necesitamos”, sea bastante endeble, tampoco escuchamos ningún caso de éxito ni reciente, ni antiguo, en ninguna parte del mundo. Un caso paradigmático es el de Irlanda, que ha llevado a cabo todas las reformas consiguiendo un empeoramiento de las condiciones de la economía que no puede ser escondido. Es curioso que ante la falta de evidencias prácticas del éxito de estas políticas (más allá de los momentos puntuales en los que una burbuja esconde una realidad escuálida), y ante las numerosas evidencias prácticas de sus fracasos, hasta el punto de que el FMI haya pasado de ser una organización salvadora a ser una organización condenadora, absolutamente nadie parece cuestionarse el sentido de las reformas.
En fin, es absolutamente cierto que necesitamos cambiar, y necesitamos reformar demasiadas cosas para lograr un crecimiento económico, en el empleo y en la productividad. Sin embargo, lo más curioso es que lo primero es revisar todos estos dogmas que han imperado en los últimos años, (que algo habrán tenido que ver en esta situación); y por supuesto, cambiar a las personas que toman las decisiones relevantes, que curiosamente siguen siendo las mismas que nos han traído a esta situación.
En definitiva estoy de acuerdo en que hay mucho que reformar, pero por supuesto, no estoy de acuerdo con el sentido de las reformas, aunque (y en parte debido a que) nadie sea capaz de decir claramente y sin irse por las ramas cuales son estas medidas.