Cuando se realizan determinados estudios macroeconómicos alguna vez tengo la sensación de que los analistas se olvidan de que estamos hablando. Un ejemplo típico son todos los análisis que nos hablan de la creación de empleo, o incluso sobre la destrucción de empleo que se viene encima. Tanto por el lado optimista, como por el lado pesimista, nos encontramos ante la misma situación.
De vez en cuando nos encontramos con los análisis de que el empleo se recuperará en el 2016- 2017 o similares. Mientras otro tipo de análisis nos lleva a deducir que el empleo no se recuperará nunca o que la clase media no es necesaria. En ambos casos, tenemos los estudios que asumen una evolución lineal de la situación macroeconómica, asumiendo algo que en economía es casi una religión: la expresión “ceteris paribus”.
Lo malo es que en los modelos econométricos por definición no tenemos en cuenta los cambios en el entorno, de tal forma que cuando nos dan un resultado tendremos que filtrarlo y tratar de aplicar la lógica y el sentido común para tratar de determinar si es posible o no este resultado.
Cuando hablé de las previsiones acerca del futuro de la seguridad social, ya explique este proceso referido a la evolución del sistema de pensiones. Está claro que en un sistema en el que no hubiese trabajadores, (cotizantes), y si pensionistas, sería completamente inviable, por lo que teóricamente las previsiones de que la seguridad social no tiene futuro, son posibles. Pero con lo que no se cuenta, es que ese escenario no es en absoluto posible, porque una economía en la que no existan trabajadores no podría existir jamás.
Lo mismo ocurre con todas las previsiones que nos explican que la recuperación va a seguir pero que nos va a llevar una burrada de años recuperar el empleo. En este caso, aunque el modelo econométrico nos saque este resultado, la realidad es que estaríamos ante un escenario imposible.
Tenemos cinco millones de personas que no tienen empleo; tenemos una cantidad indeterminada de familias que ya no cuentan con ingresos y que han ido subsistiendo con mayor o menor dificultad en esta situación. Se habla ya de un volumen de personas superior a 2 millones de personas que tienen dificultades para la alimentación, y por otra parte tenemos muchos problemas adicionales con la vivienda.
Realmente no existe demasiada información actualizada sobre la situación en la que se encuentran millones de personas, pero todos los indicios nos llevan a pensar que el drama es mayúsculo, y lo que es más importante; inminente.
En las movilizaciones que hemos tenido, estamos asistiendo a la expresión de la indignación de amplias capas de la sociedad que ven un peligro en el deterioro de las condiciones, pero que no están en situaciones dramáticas, porque simple y llanamente, la inmensa mayoría de los casos dramáticos están ocultos.
Pero a pesar de que hasta el momento, los problemas sociales hayan sido menores, tenemos que entender que esta situación puede cambiar muy rápidamente. Debemos recordar que frente a ideales como democracia, o como una mayor participación o incluso una mejora de las condiciones laborales, tenemos otro gran colectivo de personas que simplemente buscan la supervivencia propia o de sus familias.
A veces, cuando desarrollamos cualquier modelo predictivo en la economía, tendremos que acordarnos de que estamos hablando de personas, que en numerosas ocasiones no disponen de recursos para atender a sus hijos. Es así de duro, y así de claro. Todos somos conscientes de la existencia de un problema hipotecario y de la posibilidad de que muchas personas puedan perder su vivienda. No podemos negar tal situación, pero debemos recordar que no es la peor de las situaciones y que realmente existen casos más dramáticos aún, de los que no se hablan por que estas personas han perdido toda capacidad para influir en la sociedad, Debemos tener en cuenta que para estos casos realmente dramáticos, no hay plataformas, ni entran en juego con los bancos, y no tienen la mínima capacidad política o de aparecer en los medios, y que por tanto no parecen existir. Sin embargo existen y llegará un momento en el que el colectivo de los indignados deje su sitio al colectivo de los desesperados, y la situación acabará degenerando.
Hoy son varias las opiniones, (Niño Becerra inclusive), que nos habla de que debemos prepararnos para una situación en la que tendremos que coexistir con unos sueldos y unos niveles de paro extremos. Y es cierto que en los modelos es posible llevar hasta el infinito cualquier progresión, pero lo que no nos cuentan los modelos es la situación de las personas.
El hecho de tener una tasa de paro del 20% por varios años seguidos, no es un problema de algún manual económico, en el que basar discusiones. Aunque ningún modelo diga esto, lo que estamos es ante una bomba de relojería, porque las personas, y por tanto la sociedad, tienen un límite. El límite es difuso, (si queremos), pero no podemos olvidarlo y considerar que no existe porque no seamos capaces de verlo.
Por tanto en algún momento esta situación se revertirá, y se cambiarán las decisiones, la necesidad de volver a reinstaurar aquello que se ha venido a llamar el estado del bienestar volverá y se buscará la solución. ¡Cuando no queden más opciones se hará lo correcto!. El problema es poner fecha, pero no ha de tardar demasiado.