Es fácil sonreír al conocer los intentos en vano de los alquimistas medievales de conseguir la piedra filosofal. Esa piedra mágica que, basándose en los preceptos aristotélicos, conseguiría transmutar otro metal en oro, además del conocimiento omnisciente y la vida eterna. No está mal para ser sólo un mineral.
Como es obvio la piedra en cuestión es físicamente imposible. Lo que no quita que estuvieran durante siglos detrás de ella y que además hubiera manuales secretos para su consecución paso a paso.
¿Qué es lo que movía a esta búsqueda imposible? ¿por qué no era abandonada a pesar de cosechar fracaso tras fracaso durante siglos? ¿no hubiera sido mejor dedicar el esfuerzo en conseguir el ansiado oro por método más tradicionales?
Parece obvio que si. Sin embargo la razón de la búsqueda de la piedra filosofal no está en los libros de alquimia sino en nuestra propia mente.
Cuando la búsqueda de la riqueza material se convierte en un objetivo prioritario y se nos muestra un camino directo, por estrafalario que sea, la mente se nos nubla y seguimos ese camino aunque nuestra propia razón nos indique lo equivocados que estamos.
Actualmente podemos encontrar otros ejemplos de búsqueda de la piedra filosofal en nuestro entorno. Y uno de ellos es una cierta manera de enfocar la operación en bolsa.
Si antes hemos dicho que esa búsqueda de la riqueza absoluta e inmediata nublaba el entendimiento de los alquimistas es fácil concluir que también es una forma relativamente sencilla de sacarle el dinero a nuestros modernos alquimistas del trading.
En el ámbito de la bolsa siempre ha habido entidades que tienen como objetivo precisamente alentar esa búsqueda del método rápido e infalible de batir al mercado. Sólo hay que encontrar la combinación adecuada de indicadores y buscar ciertas pautas sencillas en el mercado para empezar a llenar la cartera. Es fácil, inmediato e increíblemente rentable.
Bueno, rentable si es pero no para el operador, sino para el que le suministra los medios para que realice la búsqueda.
En este caso no se promete la vida eterna o el conocimiento absoluto, pero es que en estos tiempos más materialistas que los medievales con hacerse millonario es suficiente.
Una vez esta búsqueda del sistema de operación sencillo pero imbatible se ha metido en la cabeza del futuro operador es difícil de corregir. Como en el caso de los alquimistas medievales, el fracaso sólo significa que hay que buscar un poco más. Y no valen estrategias que den un modesto resultado mensual que mantenido en el tiempo daría un resultado sólido a fin de año. Eso es una mediocridad, el objetivo es doblar el capital cada año como poco.
Realmente estaría bien disponer de un sistema así, pero no cuento con ello.
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El mercado es una realidad compleja porque el conjunto de los que participamos en él somos muy diversos, no se puede abordar con una metodología sencilla.
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Una metodología elaborada no puede ser aplicada de forma inmediata, hace falta práctica para aplicarla de forma correcta.
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El mercado no funciona igual año tras año. Aunque encontrases tu estrategia absoluta y la supieras aplicar al tiempo dejaría de adaptarse a la realidad.
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La estadística está en contra de la piedra filosofal del trading. Los resultados extraordinarias se dan en pocas ocasiones. Conseguir dar en el centro de la diana en cada tirada no es ser realista.
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Por si esto no fuera suficiente, la información privilegiada, la influencia de los bancos centrales, la labor coordinada de los grandes capitales... La reglas se difuminan con frecuencia.
Podría seguir, pero no tiene sentido. Es el propio mercado quien al final coloca las cosas en su sitio.
Si pudieras viajar al pasado y vieras a unos de estos alquimistas de antaño posiblemente les recomendarías que abandonaran una
búsqueda como esa y que aplicasen su talento a otros fines más prácticos o que directamente buscaran una mina de donde extraer el oro según el método que está probado por miles de personas: pico y pala.
Creo que esa misma idea se puede aplicar a los modernos alquimistas del trading.
Hasta la próxima.