A los pocos días de una masacre como la vivida en Melilla, donde cerca de cuarenta seres humanos han muerto, producto de una externalización del control de fronteras y de una brutalidad, en principio, incompatible con nuestros valores, lo cierto y verdad es que ya casi nadie habla de ello… Será por eso de que es mejor pasar página, porque nada cambiará ni falta que nos hace si está “bien resuelto”.
El problema es que los temas “bien resueltos” se nos van acumulando y, al pasar de página, somos incapaces de ver lo “acumulado” de esos asuntos y cómo los mismos van afectando a la calidad democrática de un Estado que se precia de ser una democracia plena, una democracia consolidada, una democracia ejemplar y que, al final, actúa justamente en sentido contrario a lo que pregona.
En cualquier caso, el problema ni comienza ni acaba con lo sucedido en Melilla, solo que el denominador común siempre es el mismo, la creencia absurda o el relato fantasioso de que todo está bien resuelto.
Y esto es así porque este mismo criterio es el que se ha aplicado a situaciones como las vividas a partir del referéndum del 1 de octubre en Catalunya y la represión posterior, dándose por zanjado un grave problema político con unos indultos y una mesa camilla en la que nada se negociará porque ni tan siquiera tenía ese objetivo… pero se dirá que esto también está “bien resuelto”.
Otro tanto ocurre con los órganos constitucionales españoles, secuestrados por los de siempre y ante los que solo se buscan soluciones de parche, en lugar de entrar al fondo del asunto, porque de lo que se trata es de poder pasar, rápidamente, de página y darlo por “bien resuelto”.
Ni que decir tiene en casos como el del espionaje político denunciado a partir de la publicación de New Yorker, el informe de Citizen Lab y el CatalanGate que, con un apaño de investigación, se da ya por “bien resuelto”, cuando se trata de un problema que no ha hecho más que comenzar y ya se quiere meter debajo de la moqueta.
Y si nos adentramos en los audios que día tras día vamos conociendo de las actividades del excomisario Villarejo con políticos, jueces y fiscales para, usando indebidamente los recursos públicos y retorciendo el derecho a límites incompatibles con cualquier Estado democrático, arrinconar a los enemigos de diverso signo… veremos cómo se termina diciendo que como eso está en manos de la Justicia es un tema que está, también, “bien resuelto”.
Ejemplos hay muchos, tal vez demasiados, y lo que no están surgiendo son voces analíticas y críticas que nos permitan pensar que estamos ante una sensación generalizada de abandono del cauce democrático que termine arrastrándonos a una involución de la que luego se tardarán décadas en salir… si es que alguna vez se sale.
En el fondo, la putrefacción sistémica parece tan profunda que está traspasando cualquier barrera hasta alcanzar al conjunto de una sociedad que parece anestesiada e incapaz de reaccionar a todo lo que sucede y que asumen como “bien resuelto” un cúmulo de situaciones que ni están bien resueltas ni son, en absoluto, normales ni compatibles con un Estado que presume de ser democrático.
Viendo el estado actual de las cosas, de los recientes acontecimientos y, sobre todo, el acumulado de los últimos años, no puedo sino mostrarme pesimista sobre la forma en que se revertirá, si es que aún es posible, una deriva autoritaria, fascista, que alejará, cada vez más, a España del concierto de Estados democráticos y hará más difícil, si no imposible, una convivencia entre personas que pensamos tan distinto y que solo en un marco auténticamente democrático podríamos sentirnos cómodos y tener garantizada una sana convivencia.
Las cosas, nos digan lo que nos digan, no van por buen camino y, sobre todo, distan mucho de estar bien resueltas, más bien están podridas y eso no es bueno para nadie.