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En qué puedes invertir de cara al corto plazo

En qué puedes invertir de cara al corto plazo

Para que tu dinero crezca, nada mejor que darle el tiempo suficiente. Cuanto más lejano sea tu horizonte temporal, más riesgo podrás asumir y más rentabilidad podrás extraer de tus ahorros. Sin embargo, hay ocasiones en las que nuestras metas financieras se orientan indefectiblemente al corto plazo. Por ejemplo, a la hora de crear un colchón anti imprevistos del que queramos disponer en cualquier momento. O cuando queremos  invertir de cara a un evento (como el pago de un viaje o las arras de un piso) que sabemos que se va a producir en un periodo inferior a un año.

En ese caso, toca adoptar una estrategia conservadora y centrada en activos de bajo riesgo y elevada liquidez. Te contamos cómo.

Cuenta corriente

El producto estrella por antonomasia del inversor conservador es la cuenta corriente. De hecho, el 97% de los españoles tiene al menos una, según la última Encuesta Financiera de las Familias.

El problema de una cuenta corriente convencional es que tu dinero va perdiendo poco a poco poder adquisitivo por culpa del aumento en el coste de la vida.

Es cierto que si tu meta financiera es a corto plazo, la inflación tampoco tendrá mucho tiempo para horadar tus ahorros. Pero aun así, es aconsejable intentar obtener un mínimo de rentabilidad siempre que el riesgo sea cero, o prácticamente nulo.

En este sentido, las cuentas corrientes remuneradas son una opción atractiva, ya que te ofrecen las mismas garantías y liquidez que una cuenta corriente al uso, sólo que además te proporcionan un interés periódico. La remuneración suele circunscribirse a periodos concretos (habitualmente, el primer año), pero dependiendo del banco y de la política comercial, es posible que puedas prolongarlo.

De este modo puedes tener tu dinero disponible al mismo tiempo que sigue trabajando para ti.

Por otro lado, también es clave fijarse en las comisiones o posibles gastos que la cuenta corriente (sea remunerada o no) pueda tener aparejados. Aquí habría que fijarse tanto en la posible comisión de apertura, mantenimiento o cancelación, como en las que la entidad puede cobrar por la emisión de tarjetas o la realización de transferencias bancarias.

Depósitos

Una segunda opción muy conservadora con la que obtener un pequeño plus por tus ahorros con un riesgo mínimo es el depósito bancario. En este caso, hablamos de un producto que tiene un plazo definido. En cambio, las cuentas corrientes (remuneradas o no) carecen de vencimiento.

La otra gran diferencia con las cuentas es que los depósitos penalizan la retirada del dinero antes de la fecha establecida. Si quieres recuperar tu dinero antes de tiempo puedes hacerlo. Sin embargo, la entidad te aplicará una comisión por cancelación anticipada. Como explica el Banco de España, «la cuantía no puede exceder del importe total de los intereses brutos devengados desde el inicio de la imposición hasta la fecha de la cancelación». Dicho de otro modo: la entidad debe devolverte todo el dinero que invertiste, pero se quedará con los intereses (o como mínimo, con una parte) que hayas generado hasta el momento.

Para compensar la iliquidez, la remuneración que ofrecen los depósitos suele ser más generosa que la que proporcionan las cuentas corrientes remuneradas.

¿Qué compensa más entonces? Los depósitos son ideales si crees que no necesitarás disponer del dinero dentro de ese plazo. Recuerda que además las entidades ofertan depósitos a plazos muy diversos y algunos de ellos realmente cortos. Pero si lo que necesitas es tener plena disponibilidad de todo el dinero ahorrado desde el primer día, quizá te convenga más la cuenta remunerada.

En cualquier caso, en estos como en otros productos no es imprescindible elegir. Puedes dedicar parte de tus ahorros a un depósito, o varios, y otra parte a una cuenta remunerada con la que hacer frente a los imprevistos que puedan surgir en el corto plazo.

En cuanto al riesgo, tanto las cuentas como los depósitos implican riesgo de contrapartida. Por tanto, si quiebra el banco en el que lo tienes contratado te puedes ver en problemas para recuperarlo. No obstante, para cubrir este tipo de eventualidades los bancos españoles, así como los de la Unión Europea, cuentan con un Fondo de Garantía de Depósitos que cubre los primeros 100.000 euros invertidos por entidad y titular.

Fondos monetarios (y carteras)

Una segunda alternativa es invertir tu dinero en la categoría más conservadora de fondos que existe: los monetarios. Se trata de productos con un nivel de riesgo mínimo, que invierten en activos del mercado monetario a muy corto plazo. Su función es precisamente actuar como resguardo del dinero con un nivel de riesgo prácticamente nulo. De ahí que se les conozca habitualmente como fondos monedero.

Los fondos monetarios no ofrecen una rentabilidad garantizada como sí hacen las cuentas o los depósitos. No obstante, es posible hacer estimaciones grosso modo en función de la evolución prevista para los tipos de interés.

Sin embargo, los fondos monetarios tienen dos ventajas frente a cuentas y depósitos. La primera es que no implican riesgo de contraparte. Tu dinero no forma parte del balance del banco donde contrataste el fondo. Ni siquiera de la entidad que lo gestiona. Como ocurre con el resto de los fondos de inversión, tu dinero está custodiado en una entidad depositaria, por lo que no te afecta en absoluto el riesgo de quiebra. Por esta misma razón, tu dinero no tiene el respaldo del Fondo de Garantía de Depósitos, ya que básicamente no lo necesita.

La segunda ventaja es de carácter fiscal. Puedes traspasar tu dinero desde un fondo de inversión a otro sin tener que tributar. Esto puede ser útil si quieres traer tu dinero desde otro fondo, o bien traspasarlo a uno nuevo si decides cambiar tu estrategia de inversión. Por ejemplo, imagina que estás invirtiendo en un monetario y con el paso del tiempo cambias de idea y decides que prefieres apostar por un fondo de renta fija. En ese caso, puedes realizar un traspaso de un producto a otro, sin necesidad de tener que tributar por la rentabilidad que hayas generado hasta ese momento en el monetario.

A la hora de seleccionar un monetario hay un aspecto clave: las comisiones. Piensa que son fondos muy conservadores, luego la rentabilidad es muy modesta. Una comisión de gestión elevada no está justificada (al ser productos muy sencillos de  gestionar) y además puede llegar a canibalizar la poca rentabilidad que haya obtenido el fondo, sobre todo en un entorno de bajos tipos de interés.

Por tanto, es clave seleccionar monetarios con comisiones reducidas y que, en la medida de lo posible, sean capaces de exprimir todo el jugo al entorno de tipos actual, aunque en este sentido su margen es muy exiguo, al ser un producto con un nivel de riesgo mínimo.

Una opción son las carteras gestionadas que están integradas por fondos monetarios (o de renta fija a muy corto plazo). De ese modo, en lugar de tener que escoger un fondo monetario, o varios de ellos, dispones de una selección realizada por expertos.

Letras del Tesoro

Finalmente una última opción que también puede ser indicada para inversores a corto plazo son las Letras del Tesoro. Se trata de emisiones de deuda realizadas por el Estado español y  que, al igual que sucede con los depósitos, tienen un plazo de vencimiento.

Por tanto, la primera medida es asegurarte de que el plazo de la Letra coincide con el de tu inversión. En este aspecto, dispones de Letras a 3, 6, 9 y 12 meses.

Si te vieras en necesidad de recuperar tu dinero antes también podrías hacerlo, ya que las Letras cotizan en el mercado secundario. La volatilidad suele ser reducida, especialmente cuanto más corto sea el plazo.

Ten en cuenta que las Letras llevan aparejados costes de compraventa. Por tanto, tendrás que pagar una comisión por comprarlas y, si las quieres vender antes de que venzan, abonarás también una comisión de venta. Ambos tipos de comisión dependen de la entidad donde las adquieras, que puede ser también el propio Banco de España o en la web del Tesoro público.

En cuanto al nivel de riesgo, resulta mínimo, y va ligado a la solvencia del país que las emite. En el caso de las Letras del Tesoro, hablaríamos del Estado español. Por tanto, tu dinero sólo estaría en riesgo si quebrasen las arcas públicas. O dicho de una manera más técnica: si la economía española entrase en imago o default

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