El día 3 de abril de 2014 habrá quedado marcado en los mercados financieros como una nueva aparición del “Efecto Draghi” al conocer públicamente la posibilidad de un QE europeo (Quantitative easing o flexibilización cuantitativa) con la finalidad de estabilizar la peligrosa baja inflación e impulsar el crecimiento en la zona euro.
Mario Draghi lo ha vuelto a hacer. El presidente del Banco Central Europeo (BCE) ha protagonizado la reunión de política monetaria y ha frenado al Euro con el anuncia de medidas no convencionales. Sólo con su presencia y palabra, Mario Draghi consiguió alterar el mercado y depreciar el sobrevalorado valor de la moneda común, que días posteriores alcanzó el mínimo mensual de 1,3671.
Además, Mario Draghi ha contado con el respaldo unánime del BCE y de Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, para confrontar de forma efectiva los riesgos derivados de un prolongado periodo de baja inflación como el que vive Europa.
El “posible” QE europeo
El QE europeo que plantea llevar a cabo Mario Draghi es similar a la política de estímulos acometida por la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) hace unos años, pero adaptada a la complejidad de la zona euro, donde su implantación se muestra más que complicada en el seno de la Unión Económica y Monetaria (UEM). El problema radica en que el BCE no puede financiar directamente a los países miembros, como sí puede hacer la FED o el Bank of England (BoE) en Reino Unido, ni adaptarse a las circunstancias de cada región (especialmente los países periféricos y las últimos incorporados al Euro). A esto añadimos otro gravamen: el circuito financiero en Europa se encuentra muy vinculado al sistema bancario, situación que dificulta la eficacia del QE, cuando en Estados Unidos o Reino Unido el circuito depende en mayor medida de los mercados.
Las probabilidades de QE europeo, al menos en el corto plazo, son muy reducidas según la mayoría de analistas, aunque el BCE precisó que cuentan con los recursos necesarios y no dudarán en tomar medidas contra la deflación si existen datos o indicios que indiquen un efecto sobre las expectativas de precios.
Además, los datos meten presión al BCE, ya que en el área euro la inflación media cae hasta el 0,50 % (entrando en zona de peligro) y en Alemania y otros 15 países poseedores del Euro la inflación registran tazas por debajo del 1,00 %.
Las dificultades del QE europeo
En primer lugar, plantearíamos qué clase de activos debería comprar el BCE, de qué países y en cuánta cantidad. El presidente Mario Draghi ha planteado enfocar el QE europeo hacia la compra de deuda privada en el mercado, aunque también existe la opción de enfocar la compra sobre activos de deuda pública. El Bank of America (BofA) estimó esta semana que el BCE necesitaría alrededor de un billón de euros con el objetivo de que las medidas sean eficaces en la economía real.
Por otro lado, la aplicación del QE sólo se muestra como una realidad en el largo plazo. El propio Mario Draghi ha expresado su desconcierto sobre si en la zona euro existe un mercado de deuda privada con el tamaño necesario como para que el QE europeo cumpla su objetivo en la economía. La posible reforma de la normativa actual con el fin de establecer un mercado representativo de deuda privada en Europa, manifiesta la puesta en marcha de un programa largo placista.
¿Por qué hablamos de Efecto Draghi en el mercado?
Las palabras de Mario Draghi tuvieron su efecto en el mercado básicamente porque los inversores escucharon lo que querían oír. El BCE enseñó su “sensibilidad” por la deriva que muestran los precios europeos y que está dispuesto a llevar a cabo las medias que sean necesarias, así sea desmarcándose de la política impulsada desde la FED.
En verano de 2012 vivimos uno de los momentos más conocidos del Efecto Draghi:
El BCE hará todo lo que sea necesario por salvar el euro, y esto será suficiente.
La resaca de aquellas palabras se siente aún hoy en día, y desde aquel momento hemos visto una mayor tranquilidad en los mercados, caídas en las primas de riesgo soberanas, bolsas al alza, y tranquilidad institucional y política en Europa. El lanzamiento de las Operaciones Monetarias de Compraventa (OMT, por sus siglas en inglés), un programa de compra de duda pública, selló el futuro del euro y la unión financiera en la Eurozona. Pero nunca fue necesaria su puesta en marcha, y a día de hoy no se ha gastado ni un euro del programa OMT. En aquel momento las palabras de Mario Draghi, el Efecto Draghi, fueron suficiente. ¿Ocurrirá lo mismo con el QE europeo?