Casi todos los animales cazan a sus presas atacando en línea recta, bien persiguiéndolas abiertamente hasta darles alcance o bien esperando escondidos para abalanzarse, por sorpresa, sobre ellas. Las arañas no.
La característica más singular de las arañas es su capacidad no ya para producir seda, cosa que también hacen otros muchos insectos, sino para tejerla, algo realmente único en todo el reino animal. De este modo elaboran telarañas totalmente integradas al medio sobre el que las tejen, hiladas según delicados diseños y provistas de una sustancia pegajosa que les sirve para atrapar y retener a sus víctimas, para las que constituyen una trampa mortal.
Hilar para construir una teleraña les representa un gran desgaste de energía, debido a la gran cantidad de proteínas requeridas, en forma de seda. Pero una vez tejida la tela, misión cumplida. Las arañas no necesitan cazar. Tan sólo esperar, mientras se balancean pacientemente en su sedosa y mullida hamaca, a que algún incauto caiga en los apenas visibles hilos de su red. Y todo ello de una forma muy eficiente, sin necesidad de malgastar energía cazando.
No obstante, con el transcurso del tiempo, la seda pierde adhesividad y se torna progresivamente más ineficiente para capturar presas, por lo que han de hacer labores periódicas de mantenimiento y mejora de la estructura, lo que constituye para ellas una especie de entrenamiento y entretenimiento que las mantiene alerta y "en forma".
¿Qué enseñanzas podemos extraer de la estrategia de la araña?...
La mayoría de los inversores hacen sus incursiones en el mercado emocionalmente y sin ninguna planificación previa. Cada vez que colocan una orden, pierden el control sobre la misma: Se retuercen de dolor cuando la operación no sale como esperaban o sonríen de placer cuando aciertan. Cabalgan en una montaña rusa emocional y pierden el elemento clave de la victoria: El dominio de sus emociones. Su falta de capacidad para dominarse les lleva a una gestión deficiente del dinero de tal forma que, queriendo ser los cazadores, acaban, inevitablemente, como víctimas y perdedores.
En cambio quienes siguen la estrategia de la araña, en lugar de desperdiciar su tiempo y energías en lamentaciones o actitudes expectantes, conservan la sangre fría y dedican todo su esfuerzo a tejer, sosegadamente, su propio sistema de inversión a la medida de su carácter y aptitudes y fírmemente integrado en el medio en el que operan (bolsa de valores, divisas, materias primas, oro, diamantes, joyas, arte etc.). Unos intentarán batir al mercado empleando el análisis técnico y otros lo harán mediante el análisis fundamental. Unos tejerán su estrategia operativa yendo en sintonía con las tendencias que marca el mercado, como Francisco Llinares y otros explotarán las ineficacias del mercado mediante la inversión en valor, como Seth Klarman. Y en ambos grupos habrá casos de éxito.
Fírmemente asentados sobre la confianza que les proporciona un sistema de inversión que han desarrollado y probado hasta la saciedad ellos mismos, a los spider-inversores sólo les queda esperar, relajados y felices, a que vayan cayendo en sus redes las preciadas presas.
No obstante y puesto que el mercado está en constante movimiento, evoluciona, se amplía o se contrae, los spider-inversores han de mantener un proceso de mejora continua sobre su sistema para adaptarlo a los cambios conforme éstos suceden. Y esto no es para ellos una tarea ingrata sino, por el contrario, un sano desafío que les mantiene alerta y "en forma".