Se supone que somos gente muy madura y sofisticada que tiene el privilegio de vivir en una sociedad desarrollada del primer mundo.
Parece extraño que nos resulte tan difícil encontrar una manera de vivir en la cual no haya miedo, ansiedad, estrés, conflicto, confusión, desdicha y violencia.
Miedo a la crisis, al desempleo, al precio de la vivienda, a no poder pagar la hipoteca, al euribor, a no llegar a fin de mes, a los impagados, a la pobreza, a los concursos de acreedores, al cierre de empresas, a la bancarrota de los bancos, a la quiebra del sistema público de pensiones, al futuro...
También miedo al fracaso, a no ser los mejores, a no ser imprescindibles, al que dirán, a pasar vergüenza, a que se rían de nuestros errores, a perder, al desprestigio, a que nos ninguneen, a la soledad, a expresar nuestros sentimientos, a la infelicidad, a ser dependientes, a la enfermedad, a la muerte...
Y a los poderosos, a los enemigos, a los hipócritas, a los advenedizos, a los egoístas, a los mandamás, al mobbing, a perder la libertad...
En la misma demanda de libertad hay miedo, porque la libertad puede implicar inseguridad total y absoluta y uno teme estar completamente inseguro y, sintiéndonos atemorizados, dependemos más y más de las cosas a las cuales estamos apegados. Es el propio miedo el que engendra ansiedad, estrés, conflicto, confusión, desdicha y violencia.
Miedo, miedo, miedo...
Aparentemente es muy difícil para la mayoría de la gente descubrir una forma de vida que sea dinámica, pacífica, llena de energía y claridad.
¿Es posible librarse del temor, física y psicológicamente?, ¿podemos estar libres de miedo?, ¡¡¡PODEMOS!!! únicamente necesitamos un acto de voluntad. Adquirir consciencia de la opresión que el propio miedo nos provoca y, liberados de su círculo letal, ver en cada crisis una oportunidad; en cada problema, un reto; en cada fracaso, un desafío...