En nuestro país aún no funcionaba el Ibex ni el mercado continuo.
El Dow Jones luchaba en la cota de los 3.000 puntos en medio del ambiente de la invasión de Kuwait por Irak.
Y a mis manos llegaba una novela de Tom Wolfe escrita en 1987 cuyo título original fue “The Bonfire of Vanities” traducido aquí como “La Hoguera de las Vanidades”. Ese fue el año del crash en el que un “lunes negro” de octubre el Dow caía 508 puntos, un 22,6%.
“…….Los Amos del Universo eran unos espeluznantes y rapaces muñecos de plástico.....
…..Entonces correría el riesgo de llegar tarde al trabajo, cosa que, en Pierce & Pierce, era siempre recibido con ceños fruncidos. Nadie había dicho nada explícitamente, jamás, pero todo el mundo suponía que había que llegar temprano y empezar a ganar dinero cuanto antes…todo el mundo suponía que los empleados de Pierce & Pierce eran Amos del Universo.
(...)
Todos los días, los taxis esperaban en fila en el cruce de la calle Sesenta y nueve y la Primera Avenida para llevar a los Amos del Universo hasta Wall Street. De acuerdo con las normas, todos los taxistas tenían el deber de llevarte adondequiera que te dirigieras, pero los taxistas de la cola de ese cruce no aceptaban pasaje a no ser que fuese para ir a Wall Street o sus alrededores. Desde la parada avanzaban un par de manzanas hacia el este y luego descendían junto al East River por una gran avenida, la FDR, Frank Delano Roosvelt Drive.
……..Pero para la nueva generación, para la generación joven, la generación de los Amos, la de Sherman, aquellos principios habían dejado de existir. ¡Aislamiento!.... La idea, con su aura de cinismo y engreimiento, le pareció muy au courant a Sherman. Si podías bajar tranquilamente a Wall Street en taxi, ¿Para qué meterte en las trincheras de las guerras urbanas? ….
Solo en fechas recientes había llegado Sherman a comprender que en 1948, cuando sus padres compraron y restauraron aquella casa, apenas si eran una pareja ligeramente aventurera que se había decidido habérselas con lo que solo era un edificio vetusto, situado en una manzana venida a menos, que habían tenido que medir los costes de la restauración, céntimo a céntimo, y que acabaran sintiéndose orgullosos por haber sido capaces de crear un hogar digno por un precio relativamente modesto. ¡Joder! ¡Si su padre llegaba algún día a averiguar cuanto había pagado Sherman por su apartamento, y como lo había financiado! ¡Seguro que sufriría un ataque al corazón! Dos millones seiscientos mil dólares, de los cuales 1.800.000 eran un préstamo que le costaba, entre devolución e intereses, 21.000 dólares al mes, a parte del millón de dólares que tendría que pagar de golpe dentro de solo dos años…….se mostraría ofendido…ofendido solo de pensar que sus interminablemente y repetidas lecciones en torno al deber, las deudas, la ostentación, y el sentido de la proporción, le habían entrado a su hijo por una oreja, para salir limpiamente por la otra…
…..Los chicos de Wall Street, simples jovencillos….habían empezado a comprarse apartamentos de tres millones en Park Avenue. (¿Por qué esperar?) Y se compraban en Southampton residencias veraniegas de treinta habitaciones y ciento veinte hectáreas de terreno, edificios construidos en los años veinte y que se depreciaron en los años cincuenta, cuando la gente empezó a pensar que carecían de todo interés, edificios con alas de servicio en estado ruinoso, y a los que sus nuevos propietarios añadían nuevas alas de servicio y otras ampliaciones. (¿Por qué no? Tenían mucho servicio.) Se estaban haciendo llevar, en enormes camiones, tiovivos que instalaban en los grandes jardines verdes para la fiesta de cumpleaños de sus hijos y también otras atracciones de feria con todo el personal que las atendía (una pequeña y próspera industria).
Desde la perspectiva actual, aún es más escandalosa y excesiva la manera de vivir en Wall Street que nos muestra el autor, porque aquellos excesos iniciados a mediados de los ochenta no solo se han mantenido en el tiempo, si no que se han acentuado de tal forma que nos han abocado a la situación que padecemos en estos momentos. Todos estos excesos han acabado con el capitalismo tal como lo conocemos hoy. La riqueza alejada de la productividad y próxima al mundo expeculativo nos ha acabado explotando en la cara.
Una buena idea releer esta novela.