De nuestra colaboradora Adela Alba:
Acabo de descubrir a Katherine Ellison que habla de los últimos avances en la investigación de cómo cambia el cerebro con el revulsivo de la maternidad. El mito es que cuando te conviertes en madre la mente se te embota e incluso, personalmente, lo he vivido un poco así, nos centramos en un objetivo, el bebé, y lo demás sólo está como ruido de fondo.
Pero según los últimos descubrimientos, cuando te conviertes en madre, la inteligencia se agudiza porque es cuestión de vida o muerte, de tí depende el éxito de la gran inversión genética que has realizado, aprendes a priorizar, a trabajar contrareloj y sin descanso, centrarte en un objetivo y comprometerte con él hasta las últimas consecuencias, aumenta la inteligencia emocional, aprendemos a leer matices que antes pasaban desapercibidos, te vuelves experta en establecer plazos, organizar equipos, liderar, negociar conflictos y diferencias de intereses, hacer cumplir normas, nos convertimos en jefes, en máximo responsable y debemos enfrentarnos a terribles momentos de crisis que estallan en cualquier momento y de la índole más imprevista.
La naturaleza nos dota de unas cualidades nuevas que no poseíamos antes y unas habilidades que se mejoran con la práctica de ejercer de madre que son muy útiles cuando se comprometen hacia otro objetivo específico.
La inteligencia emocional, tan importante hoy día para ponerse en el lugar de los demás y desentrañar sus intenciones daría a las madres una clara ventaja de partida para desentrañar las decisiones que los demás aún no han tomado y de las que hablé en el artículo anterior "El dolor de espalda de Soros".
Los últimos estudios en neuroeconomía son realmente novedosos porque combinan la neurociencia, la economía y la psicología. La neuroeconomía es la inteligencia emocional aplicada a la de toma de decisiones de índole económica.
Quizás vaya siendo hora que saquemos todo el partido posible a estos "superpoderes" recien descubiertos.