Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”
Hace poco leí una noticia donde se glosaba que el aumento del desempleo en España había provocado que un 40% de los parados se plantease opositar a un empleo público. La lectura me dejó un regusto de melancolía y me hizo recordar esas palabras de Albert Einstein.
Causa cierta desazón ver cómo en un mundo lleno de posibilidades como nunca antes, ágil, dinámico, cambiante, en el que cualquier nuevo aporte tecnológico conlleva multitud de oportunidades, todo lo que se le ocurre a un considerable número de personas sea apostar por un camino trillado, dejando de lado una buena parte de su creatividad, imaginación y talento.
Como anota Einstein, no cabe esperar distintos resultados a base de repetir los mismos actos. Desde el mayor respeto y la máxima comprensión por los graves problemas que acarrea la pérdida del empleo, no creo que la solución a los problemas de esas personas sea estudiar unas oposiciones ni que el modelo productivo y el tejido empresarial e industrial de un país pueda constituirlo el funcionariado, por mucho que en algunas regiones suponga el 30% del empleo.
Como dice Einstein, no hay que temer los cambios ni las crisis. Hay que plantearse retos, y carece de sentido aferrarse a un mundo que ya no existe. Se han acabado los empleos que duren 30 años, y seguramente en los próximos años se cambiará con bastante frecuencia no sólo de empresa sino también de ocupación, siendo más necesarios que nunca el pensamiento creativo y la flexibilidad. Creo que es un problema de todos, y cualquiera que haya estudiado o trabajado en otro país habrá lamentado la alarmante falta de cultura emprendedora que hay en España.
Tal vez sea más preocupante la crisis de ideas que la crisis económica. Tal vez tuviera razón el poeta Theodore Roethke cuando dijo: “Lo que hace falta es que haya más gente que se especialice en lo imposible.”