Recuerdo como si fuese ayer cuando en los años 2005-2006 debatía con un gran amigo sobre si el valor de los pisos y los inmuebles podía o no descender. Mi generación había visto que el valor de las viviendas se incrementaba todos los años, era claramente una apuesta a caballo ganador. El pinchazo de una burbuja inmobiliaria no estaba en las quinielas de la gran mayoría de los ciudadanos españoles.
Tampoco lo estaba años más tarde que entidades financieras a lo largo de todo el globo pudiesen quebrar, ni que tras rescatar a estas e intentar enmedar los efectos de la crisis financiera, algunos estados se quedasen al borde de la bancarrota. De repente, llegaron los salvadores Bancos Centrales a fagocitar el virus de la deuda que tantos cadáveres ha dejado en las cunetas. ¡Con lo sencilla que era la solución, cómo es que no se nos había ocurrido antes!. Imprimimos dinero y con él compramos esa deuda que pocos quieren. Metemos esa deuda en nuestro balance y listo. En el siguiente gráfico se puede ver la evolución del balance de los principales Bancos Centrales mundiales.
Como somos los Bancos Centrales no tenemos que provisionar riesgo de impago (todos se fían de nuestra institución), incluso aunque tengamos préstamos a los bancos griegos por casi 90.000 millones de euros y la amenaza del presidente heleno de que no aceptará las condiciones exigidas por la troika para recibir un nuevo préstamo vital para que siga en funcionamento su engranaje económico.
¡Un truco perfecto!, sin duda. Basado en la magia que provoca la credibilidad de todos los agentes económicos en los principales Bancos Centrales de las economías desarrolladas y en el valor del dinero, esos papeles y apuntes en cuenta que no cuentan con ningún respaldo real detrás. El problema es que cada truco tiene su trampa, y a veces cuando el ilusionista se excede, corre el riesgo de ser descubierto y que pase en un plis plas de ser un mago respetado a un tramposo que ha abusado de la credibilidad de los espectadores. Ese riesgo lo corren también los Bancos Centrales y se va incrementando ante cada nueva medida de represión financiera que llevan a cabo. Que nos castiguen por tener dinero con tipos de interés negativos, como ocurre actualmente, puede ser la gota que colme el vaso. La cuerda se sigue tensando, y las previsiones apuntan que la carrera por ver quién puede profundizar más en tipos negativos va a continuar al menos en los próximos años.
Primero fue la pérdida de confianza en el valor de los inmuebles, después en la robustez de las entidades financieras, luego se dudó de la capacidad de los Estados para devolver la enorme cantidad de deuda que han contraído, como sigan por este camino, la pérdida de confianza en el prestigio de los Bancos Centrales y en el valor real del dinero será el armagedón financiero que cuadrará el círculo.
No lo olviden, la confianza tarda años en construirse y minutos en derrumbarse.