El Índice de Precios al Consumo (IPC) es el indicador de referencia utilizado por los principales bancos centrales para medir la inflación (BCE, BoE, BoJ, etc.), pero no sucede así en el caso de la Reserva Federal (FED), que utiliza como principal indicador el Índice de Precios de Gasto del Consumidor (PCE). Este es un aspecto muy importante, ya que existe una tendencia general a analizar y comentar la evolución del IPC de EEUU y a no tener en cuenta el PCE.
Si bien ambos índices miden la evolución del conjunto de precios de los bienes y servicios que consumen las familias residentes en Estados Unidos, la realidad nos dice que existen diferencias significativas en la tasa de inflación reportada por ambos índices. Si analizamos las series históricas obtenemos que el IPC tiende a reportar algo más de inflación:
- La diferencia histórica es de 0,4 puntos porcentuales: desde 1959, cuando empezó a publicarse el PCE, la variación interanual media del IPC ha sido del 3,8% frente al 3,4% del PCE.
- Si tenemos en cuenta el componente subyacente la variación interanual del IPC ha sido del 3,8% frente al 3,3% del PCE.
- El diferencial se ha ido ampliando con el paso del tiempo, siendo especialmente relevante en el índice subyacente: en 2016 el diferencial está siendo de 0,6 puntos porcentuales (2,2% IPC subyacente vs 1,6% PCE subyacente).
¿Por qué surgen estas diferencias en los índices de precios? A continuación detallamos los factores más relevantes que explican el diferencial que existe entre ambas referencias:
- Cada familia tiene un patrón de consumo diferente. Unos gastan más en vivienda, otros en alimentación, otros en cultura, etc. Con objeto de conocer el gasto medio de las familias en cada grupo de bienes y servicios, para calcular el IPC se realizan unas encuestas a las familias con el fin de determinar las diferentes ponderaciones que se asignan a los diversos grupos de gasto que forman parte del índice de precios (alimentos, vestido y calzado, vivienda, transportes y comunicaciones, medicina y salud, etc.). Por el contrario, para el cálculo del PCE, las ponderaciones surgen de los datos reales de ventas que proporcionan las empresas.
- En el caso del IPC las encuestas a las familias se realizan cada dos años por lo que las ponderaciones de cada grupo de gasto permanecen estables durante ese periodo. Por el contrario, en el PCE las ponderaciones cambian todos los meses al actualizarse en función de los datos reales de consumo. Así, por ejemplo, si el precio de algún producto sube mucho, y la gente decide comprar menos ese producto, este cambio no lo recogerá el IPC hasta que se actualice la encuesta, mientras que el PCE lo recoge desde el momento que se produce un cambio en el hábito de consumo de un determinado producto.
- Otro aspecto más técnico que conduce a diferencias es el que se conoce como “cobertura o alcance”. El IPC sólo cubre los gastos en bienes y servicios adquiridos directamente por las familias, excluyéndose los gastos que no son pagados directamente por el consumidor. Por ejemplo, los gastos sanitarios o en medicamentos que son cubiertos por el seguro médico no son recogidos en el IPC, pero sí en el PCE.
El hecho de que las ponderaciones se basen en datos reales y que éstas se adapten en “tiempo real” a los hábitos de consumo, han determinado que la FED tome el índice PCE como un indicador de inflación más fiable. Esto no quiere decir que la autoridad monetaria no analice la evolución del IPC, es un indicador seguido como tantos otros indicadores de precios (precios de producción industrial, encuestas de precios pagados y recibidos en los índices de confianza empresarial y del consumidor, etc.), pero el PCE es el indicador de referencia y al que tienen establecido el objetivo del 2% en el medio plazo (en la actualidad el IPC subyacente está en el 2,3% frente al 1,6% del PCE subyacente).
Nota: el índice de precios subyacente surge de eliminar del índice general la influencia de los precios relativos a la energía y alimentos no elaborados (petróleo y productos agrícolas, fundamentalmente). Dado que ambos elementos pueden considerarse factores exógenos, es decir, sobre los que no puede influir en modo alguno la política económica de un país, la inflación subyacente es un buen termómetro del componente estructural o doméstico de los precios, convirtiéndose por ello en un indicador al que las autoridades monetarias prestan una especial atención.