¿Estaría usted dispuesto a pagar 30.000 euros por poder disponer de 100.000 euros durante un año?, o, visto de otro modo, ¿estaría usted dispuesto a suscribir un préstamo con una entidad financiera que llevara asociados unos intereses anuales del 30%?
Probablemente, se haya dibujado una sonrisa en su rostro y haya pensado que el que suscribe estas líneas está loco y probablemente sea así.
Pero, vamos a verlo desde otro ángulo, ¿estaría usted dispuesto a pagar 25 euros por disponer de 500 durante una semana?
Es muy probable que a la segunda pregunta su respuesta no sea tan contundente, de hecho, es hasta posible que alguna vez haya suscrito una operación similar.
Pero vamos a verla con detenimiento (por favor, permítanme hacer “números tontos” y redondear):
Estamos hablando de una comisión de un 5% sobre el capital que nos han dejado.
El plazo es una semana.
Considerando que un año tiene 54 semanas..
¿se ha dado cuenta de que estaría pagando más de un 250% de interés?
Muchas veces, las dimensiones de las cifras llevan a nuestro cerebro a pensar que un gasto es insignificante puesto que en términos absolutos no supone una gran cantidad para nuestras arcas. Otras veces es la necesidad de liquidez o financiación a corto plazo la que nos hace tomar decisiones que, de ser meditadas con calma o preparadas de antemano, serían de un signo totalmente distinto.
Los bancos, las entidades financieras, los comercios en general saben que nuestro cerebro es “vago” y tiende a despreciar aquellas cantidades que no supongan un gran desequilibrio en nuestra forma de pensar e intentan sacar tajada de dicha actividad cerebral. Para muestra, un botón: recientemente una entidad financiera me remitió a casa, por supuesto sin yo solicitarlo, una tarjeta de crédito. Dicha tarjeta de crédito venía con unas condiciones realmente provechosas, todo aquello que yo comprara con ella sería automáticamente fraccionado en tres cómodos plazos mensuales sin ningún tipo de interés. Ni que decir que mi primera reacción fue la de relegar al fondo de mi cartera la anterior tarjeta de crédito para poner ésa en primer lugar. Dado que me dedico a estos menesteres de optimización de tesorería, al poco empecé a desconfiar y, mire por dónde, me dio por leer la letra pequeña. Todo correcto, en ningún momento de la publicidad adjunta a la tarjeta había ningún tipo de engaño, era tal y como contaban, pagabas en tres meses sin intereses, pero (siempre hay un pero) cada compra llevaba un coste de 5 euros en concepto de “comisión” (atento al dato, no “interés), es decir, si yo compraba un artículo que costaba 900 euros, pagaría una comisión de 5 euros y tres cómodos plazos de 300 euros. No está mal. Pero si compraba un artículo que costaba 90 euros pagaría una comisión también de 5 euros más tres cómodos plazos de 30 euros. ¿No les suena al primer párrafo de este escrito?. Me dió por anualizar… bueno, no está nada mal, aproximadamente un 22% anual. Ni que decir que inmediatamente repuse la tarjeta injustamente relegada a su posición inicial, guardando la nueva para ocasiones especiales, porque realmente es un buen instrumento, pero utilizado en su justa medida y a partir de grandes importes.
Esto no es más que un ejemplo, pero diariamente nuestras empresas se enfrentan a similares situaciones que, por desprecio a las cantidades pequeñas (algunas veces) o por mala gestión de la tesorería (la mayoría) o por simple dejadez conllevan costes similares: ¿se ha parado a pensar el coste real de un descubierto en cuenta corriente?, ¿o cuánto le cuestan esas cuentas corrientes que abrió hace tiempo y que actualmente tienen un saldo reducido?, ¿o qué supone el gasto de estudio en una póliza de crédito?.
Una correcta gestión de tesorería puede hacer ahorrar a su empresa mucho dinero, probablemente mucho más de lo que piensa, pero no sólo en términos relativos sino también en términos absolutos. Un presupuesto de tesorería, con una previsión de pagos y cobros, una buena negociación bancaria y un análisis correcto de sus cuentas financieras pueden llegar a anular estos pequeños gastos y minimizar su impacto en nuestra tesorería.
Este es mi primer post en este maravilloso portal al que he sido invitado a colaborar. En días posteriores iré comentando en él alguna de las situaciones por las que atraviesa la tesorería de la empresa, tan denostada en nuestros días y tan necesaria para poder sobrevivir. Desde aquí quiero agradecer a todo el equipo de Rankia la deferencia conmigo al dejarme este espacio para llegar hasta ustedes. Por supuesto, les invito a que en cualquier momento me propongan temas, situaciones que quieran ver desde otro punto de vista, me hagan llegar todos los comentarios y críticas a las ideas aquí expuestas y, sobre todo, le invito a que piensen un poco en la posición que ocupa la tesorería dentro de su organización e importancia de la misma.
Ah, y, sobre todo, les invito a que de vez en cuando cojan una calculadora y anualicen. Probablemente te lleven alguna que otra sorpresa. Si con ello consigo haberles hecho reflexionar sobre “esos pequeños gastos” y, de paso, le he ahorrado algunos céntimos. Ésto habrá servido para algo.
Un placer.