Antes de hablar tranquilamente del Gobierno, voy a empezar con una reflexión que estoy echando de menos en los medios y en la blogosfera. Me parece legítimo, racional, natural y humano esto de protestar contra los culpables oficiales de la cosa: los políticos, los banqueros, los especuladores sin rostro, los europeos del norte… Pero venga, vamos a ser serios, no me parece muy constructivo hacer como si nosotros, los ciudadanos de a pie, no tuviéramos nada que ver en el asunto que nos estamos jugando. Al parecer, nadie ha pedido nunca un préstamo megahipotecario –el director de la sucursal lo regalaba-. Nadie ha pretendido sacarle a su dinero rentabilidades imposibles con cero riesgo y disponibilidad de cuenta corriente. Nadie ha participado jamás en la cultura del ladrillo con el famoso alquilar es tirar el dinero. Y las facturas sin IVA se las ha inventado Montoro, que es un desconfiado. Todo el mundo está legitimado para tirar la primera y la última piedra en la próxima manifa.
La verdad es que los españoles mantenemos una ideología sociopolítica realmente curiosa. Cara al público, nos ponemos la camiseta negra, verde o Roja –según la causa- para defender a capa y espada la justicia social y los derechos colectivos conquistados. Pero en casa somos individualistas con un par de narices. La propiedad privada y los beneficios particulares no se tocan. Todo el mundo quiere ser empleado, nadie empleador. Todo el mundo quiere ser financiado, nadie quiere arriesgar un céntimo en un proyecto de otro. Todos quieren que sus activos suban de precio mientras bajan los activos de los demás. Y a ser posible, con cargo a una cuenta de proveedores o de entidades de crédito a largo plazo, como diría un contable, cuando no con una buena subvención a fondo perdido.
En resumen: que no tenemos una pizca de inteligencia colectiva. Y lo sabemos, por eso exigimos a los políticos que nos gobiernan que se enrollen y suplan nuestro individualismo endémico con una política económica que haga llover a gusto de todos. Pues bien, siento deciros que de esta tenemos que salir todos juntos, y no precisamente de la mano del Gobierno, ni de los bancos ni del FMI. La solución pasa por la suma de pequeñas decisiones microeconómicas: empresarios y profesionales que asumen la subida de impuestos indirectos, desempleados que se organizan y deciden emprender, trabajadores que deciden unirse en cooperativa para comprar la empresa que su dueño ya no quiere, inversores privados que canalizan su ahorro en proyectos de economía real, jóvenes que deciden salir de casa de sus padres para hacer algo con su vida. Decisiones personales, individuales, pero decisiones que van contracorriente y buscan provocar un cambio positivo para todos. Y desde luego, la solución no está en barrer para casa.
Bien. Hablemos del Gobierno. Echo cuentas después de leer el BOE. Casi 400 euros más al año por la subida del IVA. No tendré paga extra en Navidad (como tampoco tengo plan de pensiones tendré que olvidarme de ella o, en el mejor de los casos, me la cobraré en el finiquito, como todos los empleados públicos que estamos de paso). Todavía no me aclaro con la desgravación por compra de vivienda y espero no tener que lamentar el tajo que le han pegado a la prestación por desempleo –no aspiro precisamente a quedarme para hacer cola aunque la alternativa de saltar al bando empresario se ha puesto más difícil por la subida del IVA y de la retención a profesionales-. En fin, que una cosa es hacer autocrítica y otra muy distinta hincar la rodilla. Hay que desahogarse y protestar, es muy sano.
Pero no es por ahí por dónde quería llevar mis quejas contra el Gobierno. Acabo de escuchar al Ministro decir que lo que no se puede pagar hay que quitarlo. No sé si se refiere a las nóminas o a los intereses de la deuda pública. Parece que los que sí lo tienen claro son los que invierten su dinero en deuda española porque el bono y la prima no dejan de subir. Y seguirán subiendo mientras el Gobierno mantenga todos los huevos en la cesta del Banco Central Europeo. Con una economía real maniatada generando cada vez más deuda y el mensaje de falsa solvencia que estamos transmitiendo a los mercados –gracias al comodín de la política monetaria común y a nuestra condición de país sistémico- yo lo tendría bien claro. Y el Gobierno de Mariano Rajoy está decidido a convertir la deuda pública en el modelo económico del que va a vivir el Estado durante los próximos 5 años.
Había alternativas a los recortes del pasado viernes. Por ejemplo, eliminar las retenciones a cuenta del IRPF en las nóminas de los trabajadores para mejorar la capacidad recaudatoria del IVA. Sustituir las ayudas fiscales a la vivienda por reducciones progresivas del impuesto. Reformar de verdad el sistema de prestaciones por desempleo, cambiando el mecanismo de seguro por el de capitalización individual o tocando las cuotas que paga el trabajador en nómina. Dejarse de hispabonos y poner a las Comunidades Autónomas a trabajar por el crecimiento (eso se hace quitándoles la paga y cediéndoles el mando sobre los impuestos directos que generan sus propios ciudadanos y sus propias empresas). En fin, no sigo dando ideas. Pero que no me digan que no hay alternativas.
Lo dicho, una vez que se han cargado el poco margen que le quedaba a la política económica, sólo nos queda la microeconomía y la voluntad de salir todos juntos. No debemos esperar nada de aquellos culpables oficiales contra los que estamos protestando. Un poco de inteligencia colectiva, por favor.
S2.