Normalmente no dejo que la actualidad me diga sobre qué tengo que escribir pero hoy me voy a permitir una licencia porque la penúltima del Gobierno encaja muy bien con los temas que estoy tratando en el blog. De paso, aprovecho para entrar en el famoso debate sobre el reparto del trabajo. Prometo no hacer mucha sangre. Al lío.
Lo primero, la idea de las cotizaciones a 50 euros no me parece mala por sí misma pero me temo que no va a solucionar gran cosa. Es lo que tiene el copia y pega de soluciones procedentes de países vecinos donde los emprendedores, la cultura fiscal y los modelos de negocio funcionan de forma radicalmente diferente a la nuestra. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado por qué los salarios españoles son tan bajos en relación con los europeos? Pues bien, la respuesta es que nuestras empresas trabajan con modelos de negocio muy justitos, en los que la generación de ingresos depende, directa o indirectamente, del maná de las administraciones públicas. Me explico: cuesta encontrar clientes en España que puedan y quieran pagar por lo que valen las cosas y los empresarios acaban pegándose por vender o contratar con las instituciones de turno, cuando no consiguen que estas subvencionen a sus usuarios. De modo que el circuito ibérico de la renta no tiene otra que funcionar con esquemas productivos basados en mano de obra cautiva, costes laborales bajos y calidad apañada. Alguna honrosa excepción habrá por ahí.
En una estructura productiva como esta, no es extraño que los proyectos de los nuevos emprendedores estén cortados por el mismo patrón. Y, claro, a ver quién es capaz de saltar así el listón de la Seguridad Social. A pesar de que creo que necesitamos una reforma integral de todo el sistema de protección social, yo no apostaría por un proyecto que tenga problemas para levantar esos 255,86 euros que sale la cuota de autónomos por la base mínima. Por eso, no creo que bajar el listón a 50 euros –los 6 primeros meses- ayude mucho a lanzar negocios sólidos, ni siquiera creo que sirva para disimular la economía sumergida. En todo caso, me puede parecer una medida oportuna para los que acaban de conseguir su primer cliente o para disparar las cifras de falsos autónomos… Ah, perdón, qué inocente, igual era eso lo que estaban pidiendo los de la patronal y no esto otro…
Este tipo de medidas están pensadas para repartir la tarta de la economía en trozos más pequeños. Y yo soy de los que apuestan por hacer la tarta más grande, es decir por tratar la riqueza no como un estanque sino como un conjunto vivo de recursos que, bien avenidos, generan soluciones a las necesidades de las personas y de los grupos. Necesidades que son permanentes, dinámicas, cambiantes. No se puede resolver esto con políticas de reparto, sino con modelos nuevos de organizar los recursos, como el que explicaba en mi entrada anterior.
De todos modos, a los que apostáis por repartir el trabajo –en realidad os referís a las horas remuneradas de trabajo, también conocidas como empleo- os animo a que no esperéis a que el Gobierno se mueva. Os regalo una idea posiblemente estúpida pero legal: asociemos dos trabajadores y un desempleado bajo alguna fórmula mercantil –sociedad limitada o anónima- para que la operación salga fiscalmente interesante y contrátese al desempleado, bajo el régimen general de la seguridad social, con un sueldo equivalente a la mitad de las remuneraciones de los socios que tienen trabajo. Ya está. Hemos repartido el trabajo y sus correspondientes rentas. Y la Ministra de Empleo no ha tenido que intervenir para nada. Eso sí, luego no pidáis a los centros comerciales que paguen los domingos a sus empleados.
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