En las últimas semanas se ha vuelto a reavivar la tormenta de ideas para resolver el problema de nuestro desempleo galopante. Europa exige una nueva vuelta de tuerca a la reforma laboral y todos intentan aportar su granito de arena al debate: los economistas con su contrato único, el INEM madrileño con sus nuevos criterios de recolocación y hace tres días el Banco de España mentando la bicha del salario mínimo. También hay un anteproyecto de Ley de Emprendedores, cargado de muy buenas intenciones, y un posible pacto entre caballeros, supongo que para abordar el desempleo de los jóvenes con prioridad respecto a otros colectivos.
Todas las propuestas que se han dejado encima de la mesa tienen que ver con el problemático concepto de flexibilidad. Es problemático por dos razones: siempre recae sobre los mismos (desempleados y trabajadores outsiders) y no es condición suficiente para crear empleo neto. Lo único cierto es que la receta de la flexibilidad funciona y, para demostrarlo de manera tangible e incontestable, no hace falta compararse con otras economías, basta con mirar el funcionamiento de las cooperativas de trabajo asociado: organizaciones lucrativas (osea, empresas) capaces de compaginar la eficiencia exigida por el mercado con los principios que impone la ética y el sentido común. Los datos dicen que las cooperativas mantienen puestos de trabajo y tienen una tasa de supervivencia mayor que otras fórmulas, gracias a una serie de ingredientes:
- Los socios trabajadores no tienen más contrato que el proyecto empresarial y el estatuto de la cooperativa.
- No hay salario mínimo… ni máximo (bueno, en realidad la Ley 20/90 de fiscalidad cooperativa sí marca un límite a las remuneraciones para mantener la protección fiscal).
- Las remuneraciones dependen, lógicamente, de la actividad y de los beneficios.
- Los socios trabajadores se acogen a un convenio colectivo si quieren.
- No hay comité de empresa ni secciones sindicales porque la cooperativa ya es, en sí misma, un sistema de participación para los trabajadores.
Vamos, que ni la Escuela Austriaca sería capaz de idear un sistema similar para levantar un mercado laboral más libertario y eficiente. Y, sin embargo, las cooperativas no se libran de la crisis económica y también sufren caídas de ventas, también despiden a trabajadores, también tienen problemas de acceso a la financiación (más que nadie), también conocen la conflictividad inherente a la condición humana… Así que la flexibilidad está muy bien pero, por sí sola, no nos va a sacar de la crisis. Nos hará más fuertes, que no es poco, y puede ser una buena receta para suavizar la destrucción de empleo en el futuro.
Me temo que el actual Gobierno de España no apuesta demasiado por las cooperativas y sigue reinventando la rueda con propuestas un tanto rebuscadas. Más bonificaciones selectivas, nuevas modalidades de contratación y nuevas fórmulas jurídicas para la creación de empresas, por si fueran pocas las que ya tenemos. Que no se diga que no hay alternativas donde elegir. Pues bien, para variar, me permito aportar cuatro ideas al brainstorming contra el desempleo, todas ellas basadas en las posibilidades que ofrece el cooperativismo y en reivindicaciones clásicas de este mundillo.
1.- Facilitar la adquisición de empresas por parte de sus trabajadores. Que los trabajadores se planteen quedarse con su empresa como alternativa al cierre es más habitual de lo que mucha gente cree (en eso andan, por cierto, los curritos de General Motors). Lo que ocurre es que en España este proceso es leeeeeeento e inseguro, así que lo habitual es que la empresa cierre antes de que las partes lleguen a un acuerdo. Bienvenidos sean todos los avances a la hora de agilizar la constitución de empresas nuevas pero estaría mejor darle una vuelta a la ley concursal y a las transformaciones societarias para evitar que una adquisición viable por parte de los trabajadores se convierta en una odisea. Saldría ganando todo el mundo.
2.- Creación de cooperativas de impulso empresarial. Se trata de una modalidad cooperativa de origen belga –con alguna que otra variante en otros países- que acaba de ser trasladada a la normativa andaluza. Consiste en una organización paraguas que acoge a desempleados emprendedores en sus inicios, es decir, en esos momentos en los que no tienes clientela ni remuneración estable. La cooperativa de impulso, además de ofrecer asesoramiento a los propios emprendedores, solucionaría el encaje legal del autónomo intermitente cada vez que tenga un trabajo que facturar, una situación que ahora se resuelve en la economía sumergida o en el limbo administrativo. Originalmente, esta modalidad cooperativa se ideó para solucionar el problema de los artistas; hace pocas semanas se ha constituido la primera cooperativa de impulso para periodistas en paro. Como os podéis imaginar, los inspectores de Hacienda y Trabajo no aplauden entusiasmados este tipo de iniciativas, más por desconfianza que por falta de transparencia.
3.- Facilitar a las cooperativas el acceso a la contratación pública. Como sabéis, las administraciones públicas no pueden contratar personal directamente y, cada vez que quieren hacer algo, tienen que formalizar un contrato de servicios. Normalmente la empresa contratada es la típica que siempre está en el lugar adecuado en el momento adecuado, bajo la apariencia de Espabilados S.L. Esta, a su vez, se encarga de ejecutar la obra o el servicio contratando desempleados por el tiempo necesario. Pues bien, ¿por qué no contratar directamente con esos desempleados organizados bajo una fórmula tipo Proactivos S.Coop o similar?
4.- Refrescar la fiscalidad de las cooperativas. La norma estatal que regula la fiscalidad de las cooperativas está cubierta de caspa y telarañas, viene nada menos que de 1990. La mayoría de los incentivos fiscales ya no aportan nada a cualquier empresa de reducida dimensión. Y se dan contradicciones absurdas, porque a ciertas cooperativas (las que realizan operaciones con terceros no socios y tienen beneficios extracooperativos) les sale a cuenta perder la protección fiscal para tributar a un tipo efectivo menor. Y tampoco hay muchas opciones para emplear el dinero guardado en el Fondo de Educación y Promoción, aparte de pasarse el año haciendo cursos, claro.
Pues ahí queda eso. No sé si la solución al desempleo pasa por convertir a todo el mundo en cooperativista. Lo que está claro es que la fórmula mágica contra el desempleo contiene un ingrediente de adaptación a la realidad del entorno y otro de participación activa en la vida de la empresa. Es decir, que el trabajador esté a las duras y a las maduras. Ya sé que hay otros modelos: el de los derechos inviables y el de los conformistas que aceptan cambiar salario por estabilidad. Desde luego a mí no me convence ninguno de los dos.
Que siga el debate, S2.