En el programa de RNE1, “Asuntos propios”, resulta que el otro día el presentador, Toni Garrido, hizo un repaso a las declaraciones que nos inundan, llegando a una conclusión difícilmente inapelable: “nos toman por idiotas”. Ante tal conclusión, se ofreció la participación a los ciudadanos, para preguntar si nos tomaban por idiotas o no. Muchas respuestas fueron en el sentido de que efectivamente nos toman por idiotas y además están en lo cierto.
En mi opinión creo que no nos toman por idiotas, sino que realmente tengo la impresión de que la inmensa mayoría de representantes (privados y públicos) con visibilidad social, dicen lo que dicen por la desesperación y con un “a ver si cuela”, teniendo en mente que en definitiva poco podemos hacer para evitar que recomienden o tomen unas medidas que son un completo desastre.
Pero no me interesa tanto lo que estas personas, (sabemos todos de quien se habla, aunque no haya forma de identificarlas cuando usamos la frase nos toman por idiotas), piensan, sino si realmente somos idiotas o no lo somos.
Ya he comentado en numerosas ocasiones que el problema no son los conocimientos financieros o económicos del conjunto de la sociedad, sino que lo realmente grave son los engaños de las entidades y los expertos que directamente lanzan unos mensajes no acordes ni con la realidad, ni con el sentido común ni con la verdad. Lo que viene a ser un engaño directamente, buscando un beneficio propio a costa de sacrificar al conjunto de la sociedad o de los ciudadanos.
De alguna forma el engañado tiende a ser considerado en cierto sentido culpable, por que debería saber. Está claro que en una página donde encontramos foros y blogs con un predominio absoluto de los temas financieros y económicos, podemos entender que es difícil que la gente se deje engañar. Pero esto no es más que la extrapolación de un error de percepción a la hora de comprobar que la sociedad es toda igual y homogénea.
Está claro que todos en estas páginas estamos convencidos de que “el banco no es tu amigo”, pero yo estoy convencido que todo el mundo es consciente de que “el banco no es tu amigo”. Lo que no se esperaba es que tanto los bancos como los expertos y políticos llegasen a un nivel tan absurdo de engaño. Porque en realidad todo el día estamos hablando de temas, alguno tan o más importante que el dinero, y todos somos conscientes de que estamos hablando con “no amigos”. Lo que se espera no es amistad, sino profesionalidad y unos valores; acompañado de un cumplimiento de unas leyes que supuestamente protegen a los consumidores. En realidad nos pasamos el día confiando en quien debiera saber más que nosotros y fiándonos de sus palabras. Esto no es que seamos idiotas, es lo más normal del mundo y es la única forma de que funcione un sistema capitalista en el que se organizan los recursos para que (por lo menos en teoría y en una utopía a la que acercarnos), la sociedad funcione de forma eficiente.
La última vez que traté de exponer esto, me encontré un comentario conforme a unos guantes de protección laboral que deberían proteger los dedos de una sierra, y el comentarista nos contaba que hizo una prueba y no aguantaban ni la sierra parada. En definitiva, se definía el artículo como un “caza incautos”. Lamento no estar demasiado de acuerdo, porque lo que tenemos es una empresa vendiendo un producto que no sirve para aquello que dice cumplir, lo cual es culpa de la empresa y no del que compra.
Es cierto que en algunas ocasiones podemos hacer, con mayor o menor esfuerzo, algo para entender que nos están engañando, (el ejemplo perfecto es ese del guante), pero en ocasiones no podemos hacerlo; sin embargo en todas y cada una de las ocasiones, lo que no se puede hacer es penalizar la confianza, que por otra parte tanto se pide. En otras ocasiones no podremos ni tan siquiera saber que nos están engañando hasta que sea demasiado tarde e incluso en no pocas ocasiones, (más habituales ahora que la confianza se ha ido a tomar viento), simplemente no podemos hacer absolutamente nada.
En este sentido me gustaría contar un par de experiencias propias con el tema del coche, (ese “niño tonto” que tantos tenemos en el garaje), y más concretamente con el mundo de los talleres. Voy a partir de la base de que estoy hablando de mecánica, y que podría saber de mecánica; pero el caso es que sé lo justo de mecánica. Esto no implica que sea menos inteligente que los mecánicos; sino que implica que sé menos de mecánica que una persona que trabaja en un taller. Por descontado soy perfectamente consciente de que el taller no es mi amigo. (Sé que son perogrulladas, pero al final parece que no lo son tanto si cambiamos el taller por el banco).
La primera anécdota fue que cuando el coche tenía sobre unos 25.000 kms, un buen día empezó a hacer un ruido en la rueda trasera izquierda cuando frenaba. Inmediatamente me fui al concesionario, (Grupo Breogan, por si a alguien le interesa, en Coruña), a arreglarlo dado que estaba a punto de acabar la garantía. El diagnóstico fue claro; tenía destrozadas las pastillas de freno traseras.
Por mi forma de conducir, gasto muy pocas pastillas y además no me parecía lógico que se gastasen antes las traseras que las izquierdas, por lo que no me cuadraba la avería. Me soltaron un rollo de que en este coche se gastaban más las pastillas traseras por el reparto electrónico de la frenada, lo que provocaba este efecto en este modelo en particular, y me dijeron que había que cambiar las pastillas. Por descontado me aseguraron que el coche estaba perfectamente. El caso es que salí, no demasiado convencido, con 116 euros menos en el bolsillo, (las pastillas no las cubría la garantía), pero con el coche arreglado.
Después de 5.000 kms, se repitió el patrón y esta vez fui a otro taller, (el de la zona donde vivo), donde un chaval con menos glamour pero mucha mayor preparación me dijo que tenía roto un muelle del sistema de frenos, de tal forma que la pastilla de la rueda izquierda trasera rozaba con el disco todo el rato y estaba totalmente gastada. La pastilla derecha intacta. En definitiva, me ha costado exactamente la mitad, (¡y conste que en este taller se niegan a las historias de sin factura y garantía!), y ha incluido la reparación del freno y las pastillas. Ahora el coche tiene 160.000 kms y parece que en la próxima revisión le toca el cambio de pastillas delanteras, y las de atrás me acaban de decir que aún están bastante bien).
Por supuesto, no pude demostrar que en el concesionario habían obviado el problema inicial para cobrarme las pastillas y no tirar de garantía, (sabe dios porque ya que las garantías en teoría le pagan al taller), porque habían pasado unos meses y unos cuantos quilómetros; por supuesto a pesar de que desde el primer momento sospechase y no me cuadrase nada, lo cierto es que no tenía argumentos para discutir en el momento de salir del coche, y no tengo la posibilidad de levantar el coche para mirarlo por mí mismo, (aunque fuese capaz de detectar las averías).
En fin, el caso es que un tiempo después me dieron un golpe que arreglaba el seguro, que a su vez me daba coche de sustitución si lo llevaba a un concesionario de la red. Por supuesto, cambié de concesionario, (no tenía por qué ser el “mio”), y lo llevé a EDELMOVIL, (también de Coruña). Aún no soy capaz de explicarme como hicieron para “mover” el bollo que me habían hecho. El toque había sido un golpe tonto que me dio un coche cuando estaba aparcado, (de un bendito que hasta dejó nota), y lo que hicieron fue arreglarlo y crear otro exactamente igual a unos 10 cms. Aparte de esto, a lo que iba es que me entregaban el coche un viernes.
Ya de paso, y dado que tenían una oferta de cambio de aceite y revisión por 100 euros, pues aproveché la parada en boxes para encargar esto. El viernes a las 13.00, (a unas horas de la entrega del coche), me llaman por teléfono y me dicen que estoy sin discos de freno y que es un peligro total. (el coche tenía por entonces unos 100.000 kms). A pesar de que por teléfono les pregunté si estaban seguros y les comenté que me extrañaba que me durasen menos los discos que las pastillas, (seguía ¡y sigue! Con las pastillas de fábrica), y me soltaron unas excusas tontas, pero con un discurso de que era un peligro que moviese el coche ni tan siquiera para ir a otro taller. Me pedían 400 euros. A toda prisa llamé al taller de este chico, (Talleres Varela en El Burgo, A Coruña), y me dio un precio de 250 euros. También me dijo que tenía que pedirlos antes de las 17.30 para conseguir la pieza en el día, y que prefería ver el coche antes.
Cuando llegué al concesionario donde estaba el coche, les dije que no le cambiaba los discos de freno, porque tenía otro presupuesto, y les pedí información sobre la avería. Después del pollo del segundo “golpe” y tras arreglar otra visita para que arreglasen el estropicio el lunes, me llevé el coche hasta este taller, donde revisaron los discos y resulta que estaban a “bastante menos de la mitad de uso”. Yo temía que era un cuento para colocarme los discos, pero aún así no creo que haya recorrido dos quilómetros con un miedo mayor, (y eso que el coche frenaba perfectamente). Hoy siguen los mismos discos y aunque las pastillas las tengo que cambiar los discos aún tienen bastante vida, (según lo que me han comentado hoy que han levantado un segundo el coche para ver lo que van a tener que hacer en la siguiente revisión y de paso obtener un precio).
El lunes cuando fui a que me “re-arreglasen” el golpe, les comenté lo de los discos y la explicación fue cuando menos sorprendente; estimaban que la vida útil de un disco está en los 20.000 kms, por lo que al estar, más o menos, a tres cuartas partes de la vida, suponían que me interesaba cambiar los discos ya que no aguantarían más de 5.000 kms, ¡y ya que tenía el coche en el taller!. En fin, un discurso que más allá del surrealismo mecánico, distaba bastante del “no puedes circular, bajo ningún concepto, en estas condiciones” del viernes.
He picado en una y he salvado en la otra; ¿soy idiota?. Pues no tengo este complejo; ¿Cómo podía haber evitado la primera jugada?. No me vale llevarlo a otro taller, (véase pedir otro asesoramiento), porque no puedo estar pagando dos talleres de cada vez. ¿Pude haber hecho lo mismo que en la segunda?. En teoría sí, pero lo curioso del caso es que la segunda vez desobedecí lo que me aconsejaba un mecánico al respecto de un sistema de frenos; ¿Es esto inteligente?.
Lo que no se puede entender es que se acabe definiendo como idiotez hacer caso a lo que nos recomiendan los expertos, (aunque no los creamos), y comportarse de forma inteligente a hacer lo contrario. Evidentemente los resultados han sido los que han sido, y cuando he hecho lo que la inteligencia marca me la han colado y he corrido un riesgo sin saberlo, mientras que cuando he hecho lo contrario a lo que tenía que hacer, creía que corría un riesgo que no era real. Pero es que me han engañado directamente en las dos ocasiones, y por tanto todas mis decisiones estaban alteradas por esto.
Pero el problema no es que haya sido idiota. ¡y tampoco lo es con los bancos!....