Hace una larga temporada que me imagino cualquier día diciendo algo así como: “Hola, soy Economista”, en una sala abarrotada de público, que compadecida, me aplaude, comprende y apoya en mi particular drama.
Sin embargo, lo que más me preocupa, es que tengo sustanciales diferencias con aquella persona alcohólica; la primera es que yo aún no he llegado a la fase de autoengaño, con las frases del estilo: “lo tengo controlado”. Más bien al contrario, la triste realidad es que en el fondo me siento orgulloso de tal condición. Sé que lo primero para resolver un problema es asumirlo y yo estoy bien lejos de tal situación.
Claro que también reconozco que trabajo en el mundo de la economía, lo cual no ayuda. Por que claro…¿Cómo deja esto al alcohólico orgulloso que se dedica a vender cocktails?
¿A que viene esto?. Pues muy sencillo me encuentro con un bombardeo continuo de recetas y decisiones para salir de la crisis, que son un auténtico popurrí de decisiones incorrectas.
En 2007, estaba de vacaciones cuando estalló la crisis subprime. Sinceramente hacía tiempo que esperaba algo parecido y me asombraba como nadie parecía darse por enterado. Sin embargo, ese día cuando me reuní con mis amigos, estaba pletórico, contento y eufórico. No me entiendan mal, por supuesto que el crash de aquel día no es algo que me alegrase o me causase sentimientos sádicos de ningún tipo. Pero es que automáticamente entendí que USA había llegado al limite, y en consecuencia Europa que iba con cierto retraso, (haciendo lo mismo), y España (que aún iba con algo de retraso adicional pero exagerando exactamente las mismas políticas), se iban a dar cuenta de la situación e iban a rectificar sus políticas y actuaciones. Debo reconocer que por fin se iba a poner freno a la especulación, a las contenciones salariales y a las políticas monetarias completamente demenciales que nos llevaban a
En fin, lo mejor es asumir las cosas con entereza y aunque se pueda pensar que necesite tratamiento de algún tipo, tratar de explicar alguna que otra cosita, por si acaso se diera la casualidad de que no estoy equivocado.
Por eso reconozco claramente el hecho de que hemos asistido a un bombardeo continuado, sistemático y abrumador de sentencias, predicciones y fracasos estrepitosos de personas que se definen como economistas o expertos, según el momento.
Pero es que, con todo el orgullo del mundo, me gustaría dejar claro que en mi ingenuidad considero experto a “aquel que acierta”, y economista a aquel que tiene una visión del conjunto de
El listado de recomendaciones absurdas, predicciones incumplidas y sorpresas que jamás se podrían anticipar abulta hoy más que las paginas amarillas, y evidentemente todo el mundo es consciente de ello. De hecho en el programa “tengo una pregunta para Vd”, al presidente del país le han preguntado si había mentido en la campaña electoral acerca de una crisis, de la que todo el mundo hablaba, pero que fué descartada con la consigna de “antipatriotas”, entre otras cosas.
El Presidente se defendió afirmando que ningún organismo serio y mundial pudo preveer lo que vendría después; ni el FMI, ni el BCE, ni la OCDE, ni los servicios de estudios de los bancos…. Absolutamente nadie. Desgraciadamente esta afirmación es verdad. Pero claro, ¿En que posición nos deja esto?. Es que por un lado, la primera impresión que tuve es que me da igual, por que resulta que era el Sr. Zapatero el que era mi representante, y era el que tenía que anticipar, detectar y conocer la situación y evitarla. O sea, que era el presidente de mi país o mis representantes, la persona elegida para que nuestra sociedad mejorase. El hecho de que nadie se hubiese enterado de nada significa que nuestro presidente cumplió tan mal su cometido como el resto. Pero en ningún caso significa nada más.
Claro que lo más grave es la sensación de unanimidad. Yo confío en que la sociedad puede aguantar a una persona clave que no demuestre competencia. Pero claro… lo que no se puede soportar es que todas las personas de todos los organismos, (que no dejan de ser instrumentos de la sociedad para mejorar), fallen estrepitosamente y con total consenso, no puede más que hundirme en la miseria.
Supongo que podría decir que no tiene sentido mirar al pasado, que la economía es impredecible o que surgen siempre imprevistos, o que las previsiones hay que revisarlas; en fin, el argumento es bueno, pero evidentemente surge la pregunta: ¿para que queremos tantos estudios, organismos y demás si al final esto parece lo de
Pero bueno. Con todo lo más grave no es eso. Lo más grave es que todas las previsiones (de los “expertos” y “economistas”), sirven para la toma de las decisiones de tal forma que al final la situación económica sale de la combinación de la situación actual y de las decisiones introducidas. Por supuesto entiendo que el error en la percepción (demostrada), implica error en las decisiones y ello acabará degenerando en una situación final exactamente contraria a la deseada.
En fin, parece que hay algún que otro fallito por algún lado, y la verdad es que el fallo parece ser que en algún momento hemos confundido economía con empresas o finanzas. Y por tanto la promoción económica, ha pasado a ser la promoción de las empresas; la recuperación económica ha pasado a ser la recuperación de las empresas y la riqueza ha sido el valor de las empresas. Esta es la realidad, y esto es lo que hoy está ocurriendo. Confundimos empresario con “hombre de negocios”, llamamos CEO a los que antes llamábamos jefes, y resulta que un jefe de antes asumía una responsabilidad, unos valores y unas decisiones, mientras el implicado y talentoso CEO tiende más a la búsqueda del balance perfecto y el informe impecable.
En algún momento, los tópicos sustituyeron a los análisis, y de esta forma, la empresa privada es muy buena, los funcionarios malvados, los trabajadores una máquina mala, y por supuesto la administración es mala, la libertad de voto en los políticos es condenable, la productividad no es una cosa que depende de las empresas, sino que si es baja es culpa del gobierno o los trabajadores, y el gobierno tiene que comportarse como una empresa.
En medio de los tópicos, de los informes, de los mentidos y los desmentidos nos hemos encontrado con que empresas y administración es lo mismo, lo cual habrá degenerado, aún no sé muy bien como, en que las empresas están pidiendo todo el día normativas, y trabajo y ayudas a la administración, los bancos igual y mientras la administración en lugar de velar por los intereses de los ciudadanos, (que al final somos los que votamos), vela por la creación de negocios, (ahora llamada creación de valor). Por supuesto no extraña que en este contexto los gobiernos se hayan convertido en banqueros.
Ahora es cuando tenemos que darnos cuenta que una empresa y una administración tienen una diferencia clave en sus objetivos y en su funcionamiento. La empresa se mueve en un entorno definido con unas variables exógenas, y simple y llanamente no tiene capacidad para alterar significativamente un entorno ajeno a ella. Las actuaciones de los gobiernos en cambio afectan significativamente el entorno, por lo tanto las reglas de actuación, las formas, e incluso los razonamientos han de ser completamente distintos, pues lo son tanto la situación, como los objetivos, como los medios y por supuesto las capacidades.
Pensemos en un partido de fútbol, tenemos un árbitro y dos equipos. Pues tradicionalmente el árbitro cumple una función distinta a los jugadores, de tal forma que evidentemente no puede apoyar a uno de los equipos, (se cargaría el partido), y no se puede comportar como los jugadores que buscan dar espectáculo; (de hecho todo el mundo comprende que el árbitro tiene que pasar completamente desapercibido y aburrir).
El árbitro ha de conseguir que se den las condiciones para que los jugadores puedan hacer un buen partido. Y hoy estamos sin árbitros, porque estos estuvieron primero enamorados y luego chantajeados por Cristiano Ronaldo.
Sé que no es una defensa de mi profesión. Sé que tiene mucho más glamour y desde luego mucho más bonus el mundo empresarial o el financiero. Pero por favor, quédense con sus bonus, su glamour y sus trajes caros, pero déjennos a los que pensamos en un sistema el nombre de “Economista”.