El otro día en la recopilación de ciertos aspectos que reflejan un rescate, (o “intervención a favor de”, ayudas o como se quiera llamar) al Banco Santander, que escribí a partir de un comentario previo de un usuario de rankia, había anunciado un post sobre la contribución al PIB del sector financiero.
Con el fin de lograr una mejor comprensión, voy a tratar de utilizar otro sector que no sea el financiero para explicar esta cuestión. Esto responde a dos grandes ventajas: la primera, es que me salto el escollo del cambio metodológico de 2005, introduciendo los servicios de intermediación financiera en el PIB; (al que luego volveré); y, la segunda; es que las cosas se ven mejor cuando hablamos de un sector distinto al sector financiero; (¡Hay que ver lo que se lían los analistas y asesores financieros, cuando les toca lo de comer!).
El otro día proponía el ejemplo de los tornillos y los coches. Imaginando un país en el que únicamente se produzcan tornillos para usar en los coches, y coches, el PIB vendrá determinado por el volumen de coches que se hagan; y nunca por el número de coches que se produzcan más el número de tornillos. Por tanto, la producción de tornillos (y el productor de tornillos) no contará estadísticamente para el PIB.
Por supuesto, esto no significa que el productor de tornillos no haga nada; ni significa que no sea necesario, ni que contribuya o deje de contribuir al PIB, sino que el productor de tornillos no genera PIB. Sin embargo, (y precisamente por esta razón no se computa) el valor que genera este sector va incluido en el PIB del coche.
De vez en cuando (como en ese ejemplo) nos encontramos con la necesidad de saber cuánto aporta cada persona o entidad al PIB. Esto es sencillo. Como buen economista, tendremos que suponer que estamos en una situación eficiente y suponer que estamos en un mercado libre en condiciones de competencia perfecta. En ese escenario, al estar en una situación de máxima eficiencia en el mercado, resulta que tendremos que suponer que se reparten los recursos y, por tanto, se pagan los recursos de forma eficiente. En consecuencia, y dado que hemos supuesto que estamos en un mercado perfecto, los beneficios de cada uno, son los que al final nos dan la contribución al PIB de cada uno de nosotros.
Suponiendo que se cumplen todas las condiciones de un mercado de competencia perfecta, (¿ha quedado claro lo que estoy suponiendo?), una empresa que tenga un beneficio de 1.000, contribuye en 1.000 al PIB y una persona con un sueldo de 1.000 contribuye en 1.000 al PIB.
En esta utópica situación, cada una de las personas sería imprescindible, ya que para llegar a una situación de eficiencia estaríamos (por lo menos supuestamente) en una determinada combinación de todos los factores del país, produciendo de la mejor forma posible. La conclusión es sencilla, no sólo Botín, sino que absolutamente todo el mundo contribuiría a ese PIB, (aunque está claro que en distinto grado).
La conclusión está clara; cuanto mayor sea el beneficio de una entidad o la retribución de una persona, mayor es el valor de dicha persona (en términos de sistema) y, por tanto, mayor será su contribución personal al sistema.
Ahora bien, ¿qué ocurre si no estamos ante condiciones de competencia perfecta? Pues nos quedan dos opciones: la más común y aceptada es asumir que, en realidad, sí estamos en condiciones de competencia perfecta y tirar p’alante como si nada, (como he dejado perfectamente claro que el libre mercado es lo mejor y supongo que estoy en él, no hay mayor problema en sacar conclusiones; excepto que estoy obviando el pequeño problema de que la realidad no es como debería ser para que mis argumentos sean acertados); la otra opción es reconocer que no estamos en una situación óptima y entonces nos queda hacer nuestro análisis en función de la situación real, asumiendo que cada vez que nos alejemos de la eficiencia, empeoramos.
Por ejemplo, imaginemos que existe una fábrica de tornillos y muchas fábricas de coches, que además necesitan los tornillos. Pues tendremos lo que se conoce como monopolio, (situación en la que no se puede decir precisamente que estemos ante condiciones de competencia perfecta). ¿Qué significará esto? Por si alguien tenía duda, en las condiciones de monopolio, el vendedor tiene poder de mercado y, por tanto, beneficios extraordinarios respecto a una situación de competencia perfecta. Y lo que es más importante, el monopolio generará una un mercado no eficiente, de tal forma que la economía empeorará, (porque no estaría en la mejor). En casos extremos, creo sencillo entender que este monopolio, podría incluso estrangular al resto de sectores destrozando la economía. En este caso está claro lo que antes comentaba; es casi imposible verlo para el caso del sector financiero, pero si cualquier persona logra controlar un bien básico y, por las razones que sean, restringirlo, todo el mundo entenderá los efectos.
El que antes tiraba p’alante suponiendo que estamos en condiciones de competencia perfecta, verá una situación que se resumirá en que el fabricante de tornillos generará un gran valor para la sociedad, (se lleva más beneficios respecto a un PIB que será menor); y por cierto, lo mismo dirá el fabricante de tornillos, (que es una bellísima persona y tiene un gran corazoncito que tendremos que cuidar). Alguno lo criticará, pero con tal de criticar a todos los que duden del “libre mercado”, aunque no sea libre ni mercado, y echarles encima el hecho de que en Cuba se está peor o aquella de “cuando necesites tornillos tendrás que hablar con éste” (frase que curiosamente no tendría encaje en la suposición de competencia perfecta en la que si necesitas tornillos, tienes muchas empresas donde elegir).
Pero la realidad pura y dura es que el que introduzca, reclame, o se beneficie de actuaciones que llevan a acercarse a la situación de monopolio o eliminen condiciones de competencia perfecta, está convirtiéndose en un problema, a pesar de (y precisamente por esta razón) los ingentes beneficios que pueda obtener.
Esto es algo que ocurre en todos y cada uno de los sectores; por ejemplo; en las sucesivas reformas laborales, constan informes de entidades financieras manifestando su satisfacción con el hecho de que las empresas tengan todo el poder para decidir las condiciones de los puestos de trabajo (entre ellas el sueldo). Evidentemente tal situación choca fundamentalmente con un principio básico de la competencia perfecta (los participantes de un mercado son todos precio-aceptantes, tanto la oferta como la demanda). De alguna forma, los defensores del libre mercado se olvidan del libre mercado y propugnan como ideal una solución en la que el poder se encuentra en una de las partes, de tal forma que esto lleva a una desastrosa asignación de recursos, (de ahí precisamente la baja productividad que tendremos). Del mismo modo podemos entender que las diferencias de sueldos entre trabajadores y consejeros en cualquier empresa del IBEX pueden ser diferencias entre lo que aporta cada uno al PIB o pueden ser derivados de, por poner un ejemplo, la capacidad de negociación en despachos de regulaciones que beneficien a la empresa otorgándole poder de negociación, lo cual afecta y mucho a la eficiencia y al PIB.
Y esto es un claro y contundente problema, que todos veríamos sin ninguna dificultad si de repente nos encontramos con que a alguien se le ocurre proponer un monopolio en los tornillos que estrangule a todo el que los necesita; pero que curiosamente nadie ve cuando son las entidades financieras las que día sí, día también están pidiendo, proponiendo y recibiendo todo tipo de medidas que básicamente lo que hacen es incrementar su poder (con el único fin de hacer lo que sea necesario para que “se recapitalicen”).
¿Se limita la competencia entre entidades financieras?, ¿se limita la información?, ¿se potencia que tengan más poder?, ¿se busca la obtención de beneficios a costa del resto de agentes de la economía?, ¿se busca equilibrar los mercados con sus clientes (financiados) o proveedores (depositantes, ahorradores…)? ¿Cómo entendemos una situación en la que ciertas entidades están completamente aseguradas?
Pues estas preguntas, que se contestan (en parte) con el post del otro día, me lleva a que determinadas personas se deberían ahorrar, (aunque sólo sea por un poco de vergüenza), ampararse en el libre mercado, y la acusación de ser defensor de Cuba al que no opine que esto es la situación ideal, que se le parece o incluso que estamos acercándonos a esa utopía.
Realmente para saber los beneficios que recibe la sociedad de una persona, no debemos quedarnos en el circulo de “gana mucho porque genera mucho”, y “genera mucho porque gana mucho”, sino que debemos ir más allá y comprobar si en la generación de riqueza (que todo el mundo dice, el resto del mundo se beneficia o se perjudica). Para entender lo que una persona aporta a un sistema económico que se supone basado en el mercado clave contestar las preguntas de arriba y unas cuantas más. Y defender todo tipo de medidas basándose en esotéricos supuestos que al final tras imposibles relaciones acabarían demostrando que beneficiarían a la sociedad, mientras se oculta reiteradamente que en todos casos hay un beneficio directo y propio inmediato es incompatible con aportar a la sociedad. Dicho de otra forma, nunca es digno de reconocimiento el que sacrifica a los demás, escondiendo el beneficio propio, por muy bien que se le de innovar para tratar de demostrar que el resto del mundo será beneficiado, (y luego de que esto no ocurra, olvidarlo).
La situación llega a tal extremo que incluso, como mencionaba el otro día, tenemos un cambio metodológico que lo que hace es incrementar el número que trata de representar lo que es un país (el PIB); suponiendo que de alguna forma se genera valor añadido quitándole dinero a la gente, (consumo), cobrando más por los préstamos que la referencia, o pagando menos por el ahorro.
Entendiendo que alguien va a tirar del discursito del mercado para rebatir que los bancos son hoy un problema, me gustaría también que quedase una reflexión en el aire. Todo el que llegue a la conclusión de que cualquiera que critique a las entidades financieras defiende una economía planificada, está haciendo un favor enorme a posiciones de corte comunista. Por dos razones: la primera, es que está defendiendo la planificación de la economía y unos intereses supremos con determinado colectivo; y, la segunda, descansa en el argumento de “o aceptas lo que sea que diga una entidad privada o eres un rojo comunista”.
Aquí se corre el riesgo muy serio de que se conteste: “pues rojo comunista”; porque sencillamente a los que no somos banco, ese discurso solo nos deja una posibilidad. Y claro que hay otra posibilidad. De hecho, supongo que no tendré que sacar personas de todo el espectro ideológico que entienden que un sistema no se puede sostener si una de las partes tiene todo el poder.
En este sentido, la misma persona que el otro día puso el comentario que dio origen al post sobre las formas en las que hemos rescatado a Banco Santander que, por otra parte, afirma ser asesor financiero independiente, ha colocado una crítica en el post acerca de la muerte de Botín, (ese post en el que no quiero discutir), en el que se califica todo esto de “verborrea simplista carente de elemental sustento”, y quería aclarar que efectivamente esto es extremadamente simple. Tan simple que me da miedo tener que decirlas, pero es lo que hay. Parece que a los “expertos” o no les interesa o han olvidado lo básico y aquí estamos.
Lo de carente de sustento, creo que no es opinable, y lo de que en especial Santander es lo que engrasa el sistema, me llevaría a preguntar qué es “engrasar el sistema”. Pero lo que sí tengo claro es que algunos defensores del libre mercado, recuerdan y mucho a un sistema de planificación, ya que resulta que una de las condiciones para que el libre mercado funcione es que no existan los grandes empresarios que muevan un país. (y esto es porque, interesadamente, se tiende a llamar mercado a lo que es un mercader).
En fin... Y todo esto por no hablar de una pequeña tontería; el sector financiero lo que hace es financiar la actividad económica, percibiendo unos ingresos por intermediar entre los que usan esta financiación para generar actividad y los que ahorradores e inversores que ponen la materia prima; en tanto y cuanto no financie esa actividad económica y lo que haga es usar su poder para generar unos costes superiores al resto de la economía, difícilmente se podrá entender que está cumpliendo su papel.