En esta crisis se nos ha metido por todos lados que a determinadas empresas o actividades se les ha de apoyar con ayudas y subvenciones, que simplemente suponen un apoyo público en forma de dinero a determinadas empresas o actividades.
Todo el mundo reconoce, aunque no preste demasiada atención y no se califique tal circunstancia como un problema grave, que las ayudas y subvenciones, suponen desvirtuar la competencia, otorgando ventajas a determinados agentes de un sector. Tras esto, nos encontramos con la paradoja de que entonces ayudamos a todo el sector y no hay mayor problema. Si ayudamos a todas las empresas de un determinado mercado, tendemos a asumir que el impacto sobre la competencia es nulo, cuando la realidad es que de ninguna forma es así.
Todos hemos oído que los rescates a las entidades financieras en problemas, las ayudas a determinadas empresas en problemas o similares, supone el hecho de que se premia a los malos y se les genera una ventaja competitiva frente a aquellos que lo han hecho bien. Pero curiosamente, la solución suele pasar por la subvención generalizada.
Es extraño asumir que una subvención a una empresa provoca distorsiones en los mercados y defender que las subvenciones generalizadas disminuyen la distorsión, cuando el más simple de los razonamientos, nos dice que un conjunto de distorsiones, no anulan estos efectos sino que los magnifican.
El caso es que debemos asumir que subvencionando a todo el mundo, lo que conseguimos no es dejar de premiar a los que lo han hecho mal. Es más, lo que hacemos no es otra cosa que seguir premiando a los que lo han hecho mal, pero a su vez, premiamos también a los que lo han hecho bien.
Este esquema se va reproduciendo a medida que vamos avanzando en una espiral que es simplemente demencial. Una entidad financiera lo hace mal, de forma que hay que rescatarla, (sin pensar en nada más), y se la rescata ofreciéndole unas condiciones determinadas, como quiera que al final las otras entidades se quejan, las inyecciones de liquidez, las garantías y todas las ayudas y apoyos se generalizan para las entidades, de tal forma que el sector se enchufa en su conjunto a los fondos públicos. ¿parece poca distorsión esta?.
Pero es que el esquema se traslada después a los otros sectores, donde las empresas tienen también problemas, y en consecuencia, tenemos a las constructoras pidiendo un FROB similar al del sector financiero, o a los del mueble pidiendo un plan como el del automóvil.
Como parece que lo peor son las ventajas de unos sobre otros, en función de la capacidad de negociación de unos u otros, nos va cayendo un rosario de fondos públicos comprometidos para apoyar a colectivos de empresas de muy diversos sectores, en una escalada en la que casi nadie parece perder.
Por supuesto, las distorsiones se incrementan a medida que vamos generando subvenciones y apoyos en una escalada idéntica, de tal forma que las distorsiones se van incrementando de forma exponencial ya que distorsionamos lo distorsionado. Sin embargo, los efectos se van diluyendo a medida que consideramos esta situación como normal. A fin y a cuentas, nadie se va a quejar de las subvenciones a otras empresas, puesto que es mucho más útil pedir las subvenciones para uno mismo, bajo la coartada del “al otro ya le has dado; ¿qué hay de lo mío?”.
Por supuesto, el hecho de que no veamos las distorsiones es fácilmente explicable, si tenemos en cuenta el hecho de que en algún momento de esta historia hemos llegado a la conclusión de que los mercados son la oferta y de que la economía son las empresas.
Los mercados son un punto donde demandantes y ofertantes se ponen de acuerdo, y la economía es un sistema en donde nos encontramos las familias, (denominadas economías domésticas), las empresas y el sector público. Pero olvidando lo que se ha venido a llamar “economías domésticas”, o a la demanda en los mercados, lo que tenemos es una situación curiosa.
Las famosas distorsiones de las subvenciones las podemos clasificar en varios tipos, por un lado están las ventajas que se dan a cada empresa en relación a sus competidores, que se solucionan introduciendo las subvenciones generalizadas.
Pero luego tenemos las de distintos sectores, que tienen en cuenta que cuando un sector resulta subvencionado, este sector recibe fondos públicos, que salen de algún lado, que curiosamente suele afectar al resto de sectores, al tener una renta disponible menor.
A medida que vamos introduciendo sectores en la ecuación, este segundo tipo de distorsiones se va acentuando, pero a costa de incrementar la tercera fuente de distorsiones.
Este tipo de distorsiones, tiene mucho que ver con que la subvención, puede ser fácilmente entendible como un impuesto negativo y es sencillo entender que en tal tesitura, comparten una característica que siempre se olvida, y que no es otra que su poder redistributivo de la renta. O lo que es lo mismo, se trata de un proceso en que la renta sale de algún sitio y va a otro, lo que no es otra cosa que redistribución de la renta.
Por supuesto, es fácil entender que a medida que se van generalizando el proceso redistributivo se va incrementando pero dicho efecto no tiene importancia práctica, porque simplemente nadie tiene en cuenta a las famosas economías domésticas que se comen todo el marrón o las famosas distorsiones.
Claro que en ningún artículo, opinión, recomendación o análisis nos encontraremos con los problemas que generan estas subvenciones sobre las rentas individuales, lo cual no significa que no los tengan. Lo que significa es que simplemente nadie los tiene en cuenta, ¡ni tan siquiera en un contexto en el que la renta disponible es un problema grave!.
En definitiva, la realidad es que el hecho de que no se vean las distorsiones, no significa que no existan. Simplemente mirando para una parte del cuadro, lo que se salga de este no se ve. Es más o menos lo que ocurre cuando metemos la mierda debajo de la alfombra, que durante un tiempo da el pego, ¡Hasta que huela!.