Hay una frase que me llama poderosamente la atención y que nos sirve para explicar muchas y muchas decisiones de las empresas. Normalmente surge en el contexto de una polémica sobre alguna decisión de alguna empresa con sus clientes, y desde luego es contundente.
Esta frase no es otra que “Me parece normal, ¡es un negocio!”. Es una frase contundente contra la que no hay posibilidad de reacción y contra la que es muy difícil argumentar. Todo salvo que lo que está implícito en esta frase atenta contra todos los principios de lo que podemos considerar razonable y óptimo.
¿Es normal que los seguros de enfermedad no cubran a enfermos graves?. Dicho de otra forma, ¿Es normal que los seguros de enfermedad no cubran a los que más necesitan los seguros médicos?. Pues será normal, ¡si son negocios!.
¿Es normal que las eléctricas no acepten a determinados clientes?. Pues puede ser, porque todo el mundo entiende que determinados clientes pueden no ser rentables para las empresas. Al fin y al cabo son negocios. Y así podemos seguir y seguir…
Pero esta frase tan simple esconde una perversión difícilmente igualable, en la que subyace la idea de que la empresa y los negocios están en el centro del universo. Por otra parte, esconde la principal razón de ser de los negocios: El riesgo.
Cuando vemos normal que una empresa no pueda tener una perdida en ningún cliente, misteriosamente nos encontramos en una situación en la que no entendemos la existencia del riesgo ni de las perdidas, aspectos relacionados pero no sinónimos. Este es sólo la primera idea que implícitamente nos encontramos en tan breve frase, pero no es baladí.
Las pérdidas y el riesgo, son las claves de una economía de mercado, donde los procesos de entrada al mercado de nuevas empresas y salida de las ineficientes, depende casi en exclusiva de la existencia de beneficios y pérdidas. Por supuesto, en este frenesí por salvar negocios sin mirar absolutamente nada, estamos olvidando las más elementales bases de cualquier modelo económico. Y esto de olvidar las bases de cualquier modelo económico tiene tanto de normal (en su acepción de habitual), en los tiempos que corren que nos sugiere una pregunta: ¿No será normal (entendido como razonable) esta crisis en estas circunstancias?.
¿No sería más normal entender que “A veces se gana, a veces se pierde”?. A fin y a cuentas es otra de las frases normales que se aplican para aquellos agentes que no operamos con un cif. A cuenta del pinchazo inmobiliario, todo el mundo ha asumido sin mayores dificultades que la familia que ha comprado un piso y lo ha perdido todo y se ha quedado en la calle, ha corrido un riesgo y que debía entender que existe esa posibilidad. Lo mismo ha ocurrido en el caso de los fondos inmobiliarios bloqueados, los planes de pensiones que han perdido, participaciones preferentes que luego se convertían en trampas y tantas y tantas cosas en las que resulta que los particulares caemos como conejos.
Lo curioso es que en este caso, como no son “negocios”, la realidad es que ya es normal que se pierda. ¿demencial?. Pues un poco.
Si nos damos cuenta, de alguna forma tenemos que tener en cuenta que las pérdidas, se han traspasado a la persona física desde las personas jurídicas, y así desde el punto de vista de pequeño ahorrador, (que no inversor), de consumidor o de cliente, tenemos que estar siempre vigilando hasta el último detalle, porque parece existir una conjura para que las empresas nunca pierdan en ninguna operación.
Es difícil no ver que actualmente, nos encontramos con una situación en la que todas las medidas, decisiones y políticas en general, nos llevan a traspasar las pérdidas. Y esta es la segunda implicación de esta frase.
Realmente, las pérdidas existen, se encuentran y son reales. Cuando decimos que es normal que es un negocio, ¡no se deben asumir pérdidas!, lo que estamos diciendo, aunque no lo sepamos es eso. ¡que no se deben asumir las pérdidas!. De esta forma, cuando un seguro niega una cobertura, cuando una empresa niega un servicio, cuando en cualquier negocio no se asume la posibilidad de pérdidas, estás pérdidas no se están reduciendo, (más bien al contrario), sino que se están traspasando a aquel tomador del seguro que ha pagado el seguro, (y ha contribuido o contribuirá al beneficio), pero que se come las pérdidas de forma brutal. Si no cuela con el cliente, se intentará con el ahorrador y en caso extremo, (aunque últimamente habitual), al final las perdidas la asumirá el contribuyente.
Pensemos un segundo en el caso de los seguros, cuya base de negocio es repartir los riesgos entre los asegurados. Está claro que hay asegurados no rentables y asegurados rentables, lo que matemáticamente significa que hay personas que reciben indemnización mayor que lo que pagaba, (cuando ocurre el hecho que se pretendía asegurar), mientras que hay personas que solo pagan, (cuando no ocurre el hecho que se pretendía asegurar).
Es fácil inferir que las pérdidas existen, y estas pérdidas, dependen de que acontezca el suceso asegurado. Por lo tanto el hecho de que se cubran o no, es completamente independiente del seguro que se tenga. Es decir, los gastos derivados de una enfermedad, se producirán independientemente de que el seguro médico los cubra o no. La incógnita es tratar de adivinar quién los va a cubrir.
Y eso nos lleva a los famosos riesgos, que no son más que la probabilidad de que ocurra lo no previsto. Estos riesgos, existen también y desde luego, no se reducen por el mero hecho de las decisiones económicas. Por supuesto, desde una parte del esquema, la visión es distinta, y se puede reducir el riesgo, trasladándolo a otro integrante del sistema económico.
Volviendo al caso de los seguros, es sencillo analizar como los asegurados tratan de reducir el riesgo desde su punto de vista. Pero en realidad el riesgo no se reduce sino que se traslada a otro agente que lo acoge a cambio de unos beneficios. Debemos entender que el riesgo no desaparece. Lo que no tiene ningún sentido es que se consigan unos beneficios a cambio de asumir riesgos, (máxime cuando es la función de la entidad o del sector), y posteriormente se confundan las tareas de minimizar, gestionar y reducir el riesgo, con la mera transmisión de los riesgos a los clientes otra vez.
Esto no es normal, porque debemos recordar que la función de las empresas no es la de transmitir el riesgo a clientes, empresas, proveedores o contribuyentes, sino que es asumir el riesgo a cambio de un beneficio.
Por lo que concluyendo, creo que la frase: “Me parece normal; ¡Es un negocio!”, no se use en los contextos en los que las empresas toman cualquier decisión para incrementar los beneficios traspasando los riesgos, o simplemente nos traspasen los riesgos, aunque tengan poderosas razones, (desde su punto de vista), para hacerlo.
Esta frase es apropiada para cuando se obtienen beneficios, ¡y para cuando se obtengan pérdidas!.